Artemisia Lomi Gentileschi (1593-1654) fue una pintora caravaggista italiana, hija del pintor toscano Orazio Gentileschi. La gran calidad de las obras de esta artista le viene dada por una formación de primer nivel en el estudio de su padre, Orazio Gentileschi, seguidor de Caravaggio, y que educó a su hija en la profesión de pintora.
Resulta curioso en su trabajo que Gentileschi tenía predilección por las obras de gran tamaño, lo que era poco habitual ya que el mercado compraba a las (pocas) mujeres, obras pequeñas para estancias como cocinas o cuartos de estar de mujeres; otro rasgo curioso es su absoluta devoción por representar a grandes heroínas bíblicas, siempre mujeres, como Susana, Judith, Lucrecia o Esther, y la forma en que lo hacía. Veamos cómo.
Susana y los viejos.
Una de sus pinturas más conocidas es “Susana y los viejos”, una escena frecuentemente usada como excusa pictórica por los pintores masculinos para representar a la mujer desnuda; se pintaba a Susana desde una mirada escópica en su espacio privado (el baño).
La historia bíblica cuenta que Susana, esposa de un juez judío, se estaba bañando cuando dos viejos, amigos de su marido, se colaron en su jardín a observarla e intentaron que ella cediera y se acostara con ellos. Ante su negativa, fue acusada de adulterio y condenada a muerte en el juicio. En la leyenda, Dios finalmente la salva y los viejos son castigados; Susana se convierte así en “la casta”.
Si observamos cómo representaron esta escena artistas como Tintoretto, Rembrandt, Cagnacci o Vignon, vemos cómo la imagen de Susana está presentada desde el deseo y la mirada masculina. Una Susana complaciente y hasta disponible a los deseos de los viejos. Es lo que Griselda Pollock llama “la perspectiva del poder en el conocimiento”: (“La historia del arte, en tanto que discurso e institución, sostiene un orden de poder investido por el deseo masculino»).




Sin embargo, Gentileschi lo hace de una forma absolutamente contraria, donde el gesto de Susana es de asco y repulsa. ¿Y por qué? Pues porque la artista hablaba en primera persona del abuso.
A los diecinueve años, dado que el acceso a la enseñanza de las academias profesionales de Bellas Artes era exclusivamente masculino y por tanto le estaba prohibido, el padre de Artemisia le dio un preceptor privado para enseñarle perspectiva, Agostino Tassi.
En 1611 Tassi violó a Gentileschi. Al principio, él prometió salvar su reputación casándose con ella, pero más tarde renegó de su promesa, pues ya estaba casado, y fue denunciado ante el tribunal papal. Del proceso que siguió se conserva documentación exhaustiva, que impresiona por la crudeza del relato de Artemisia y por los métodos inquisitoriales del tribunal. Artemisia fue sometida a un humillante examen ginecológico y torturada usando un instrumento que apretaba progresivamente cuerdas en torno a los dedos — una tortura particularmente cruel para una pintora. De esta manera se pretendía verificar la veracidad de sus acusaciones. Tassi fue condenado a un año de prisión y al exilio de los Estados Pontificios.
Este es el testimonio de Artemisia en el proceso, según los documentos de la época:
«Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne».
Gentileschi, por su parte, pintó a las mujeres de una forma radicalmente distinta a como lo hacían los pintores hombres; en el caso de Susana, recoge una gestualidad máxima de horror, dolor y rechazo. Una autorretrato psicológico en una mujer asqueada ante una violación. Mirar el rostro de esta Susana es sentir ansiedad, repulsión y asco.

La Judith vengativa
En otra de sus pinturas, «Judith decapitando a Holofernes» (1614-20), vemos de nuevo la gran calidad del trabajo de Gentileschi, heredera del estilo de Caravaggio y Carracci.
Frente a las representaciones tradicionales de Judith, que aparecía como decapitadora pero con un aire de piedad y constricción, como heroína que se sacrifica para salvar a su pueblo, Gentileschi muestra a la Judith que busca venganza y reparación para sí misma, para la representada y para quien ejecuta la obra, la propia artista.
La profesora Patricia Mayayo recoge en su libro “Historias de mujeres, historias del arte” cómo el estilo pictórico de Gentileschi «descolocó» a los historiadores del arte, al no corresponderse con ninguno de los estereotipos asociados tradicionalmente al “arte femenino” (delicadeza, elegancia, blandura, debilidad…).
Este discurso hegemónico en la historia del arte, masculino y dominante, incapaz de clasificar su estilo como “arte femenino” utilizó dos estrategias para desprestigiarla: calificando a Gentileschi de “pintora mujer” (desde un punto de vista peyorativo) y calificándola de “mujer masculina”; e hipersexualizándola “Artemisia es una mujer lasciva”.
Interesantísimo!!! Me encanta Gentileschi desde hace muchísimo tiempo. No había leído nunca un artículo tan bueno!!!El punto de vista de género lo enriquece de forma certera. Deseando leer a Semíramis de nuevo en este espacio.