La maternidad es uno de los grandes debates en torno a las mujeres. A lo largo de la historia han sido múltiples y frecuentes los debates en torno a la maternidad, coincidiendo con las diferentes coyunturas históricas y los contra-debates, coincidentes con los movimientos en defensa de los derechos de las mujeres, que de un modo u otro los hubo durante toda la historia, y cuya culminación fue el movimiento feminista.
Han sido muchos los discursos en los que la maternidad se ha presentado como la máxima aspiración de la feminidad, llegado, incluso, a mitificarla. Convertida en la mayor eclosión de feminidad, en el fin último de la existencia de las mujeres, la realidad atisba unas consecuencias de estos discursos diferentes para las mujeres: la visión patriarcal de la maternidad ha convertido a las mujeres y a sus vidas en cuasi rehenes de ellas mismas y de su propia condición de mujer.
Pese a estos discursos intencionados, lo cierto es que en la práctica la maternidad está profundamente castigada: las mujeres en edades fértiles sufren el desempleo de manera flagrante, consecuencia de la posibilidad de poder quedad embarazadas. Si analizamos los datos de la EPA corroboramos que el desempleo en mujeres de 25 a 45 años es especialmente acuciante, siendo la posibilidad de una maternidad una de sus principales causas. A este mayor período desempleadas se suma que las mujeres realizan los empleos más precarios (el 70% de empleos a tiempo parcial los realizan mujeres), que en España hay una brecha salarial que alcanza el doloroso 24% y que todas las tareas de cuidado (niños/as, personas mayores o dependientes) las realizan las mujeres. Las consecuencias de todo ello: una brecha salarial que alcanza el 40% en las pensiones.
Sigue pendiente el debate del derecho de las mujeres, de todas nosotras, a decidir libre y autónomamente sobre cuándo y cómo queremos ser madres.
Sigue pendiente el debate del derecho de las mujeres, de todas nosotras, a decidir libre y autónomamente sobre cuándo y cómo queremos ser madres. Sigue pendiente revertir los recortes del PP, que niegan a las mujeres de 16 y 17 años su derecho a elegir su maternidad en libertad. Como ya enunciase Simone de Beauvoir en su mítica obra, El Segundo Sexo, “el control de la natalidad y el aborto legal permitirán a las mujeres asumir libremente sus maternidades”.
Queda pendiente, también, incluir en la agenda del feminismo europeo todo lo relativo a la violencia obstétrica, tomando como referencia los estudios de las compañeras latinoamericanas que lo incluyeron hace tiempo en sus reivindicaciones feministas, y cuyas conclusiones y reivindicaciones son, cuando menos, interesantes.
Un empleo digno, un empleo de calidad, es la única garantía para que las mujeres seamos libres. Nuestra libertad depende, fundamentalmente, de nuestra independencia económica.
Un empleo digno, un empleo de calidad, es la única garantía para que las mujeres seamos libres. Nuestra libertad depende, fundamentalmente, de nuestra independencia económica. Para ello es fundamental cobrar lo mismo y cuidar lo mismo. No obstante, si somos realistas, para poder hablar de empleos en igualdad y de un reparto equitativo de los cuidados debe reformarse profundamente la propia estructura del mercado de trabajo.
Situar la economía en una esfera real y feminista, dar categoría económica a los cuidados, atacar la brecha salarial con medidas efectivas, conciliar y corresponsabilizar y articular un discurso feminista de la maternidad y la paternidad, que tenga en cuenta todos los modelos de familias imperantes en nuestras sociedades, son los grandes retos de la agenda feminista para las próximas décadas.