Los Juegos Olímpicos de Río nos dieron múltiples motivos para el enfado, cierto.
Sin embargo, ahora, con la perspectiva de los días transcurridos, creo que ponemos a hacer balance positivo.
No olvidamos que las atletas sufrieron silencios y ninguneos, padecieron arbitrariedad, informaciones e imágenes sesgadas. Recordamos cómo esos obtusos machistas deportivos trataron las noticias relativas a las mujeres. Las menospreciaron, prefirieron abrir informativos, ilustrar portadas, escribir titulares sobre una medalla de bronce de hombres antes que sobre una de plata de mujeres. Hicieron constantes referencias al físico de las atletas, a sus novios, sus pintalabios, sus modelitos…
Así ¿cómo no atragantarse leyendo el titular de AS: “Rivas, el hombre que convirtió en oro las rabietas de Carolina”? Puestos a decir tonterías, hubiéramos preferido esta versión: “Marín, la mujer que convirtió en oro el fracaso y la ambición personal frustrada de Fernando”.
Y, sí, ya sabemos que nadie llega a ninguna parte (y en ningún terreno) sin gente que la apoye, la anime, le enseñe, la eduque, la cuide, la quiera… pero, francamente, a veces, parecía como si los triunfos de las mujeres se debieran casi en exclusiva a sus entrenadores y a los demás varones que las rodean. Los comentarios eran la trasposición “deportiva” de aquella frase de La flor de mi secreto (Almodóvar, 1995): las mujeres sin hombres “nos perdemos por ahí, como vaca sin cencerro”.
Así ¿cómo no atragantarse leyendo el titular de AS: “Rivas, el hombre que convirtió en oro las rabietas de Carolina”? Puestos a decir tonterías, hubiéramos preferido esta versión: “Marín, la mujer que convirtió en oro el fracaso y la ambición personal frustrada de Fernando”.
Pero ¿por qué afirmo que debemos valorar positivamente lo acontecido con las mujeres en las Olimpiadas de Río? Por tres razones:
1. Por la potenciación de un imaginario -del que tan carentes estamos y tan necesitadas- de mujeres poderosas, fuertes, vencedoras, atléticas.
2. Por el ejemplo que anima a otras muchas niñas y mujeres a practicar deportes, incluso deportes “raros” o que no suelen atribuirse a mujeres.
3. Por el avance del feminismo, esa “mancha de aceite” que se extiende imparable.
Veamos con más detalle.
Considero que, a pesar del repugnante tratamiento mediático, la imagen global de las mujeres resulta positiva. En la línea de lo que comenta la psicóloga mexicana Olga González en una carta abierta a Alexa Moreno, gimnasta criticada por su “sobrepeso”:
“No sé si tú misma sabes lo que representas para miles de niñas: representas talento, fuerza, disciplina, gracia, poder, capacidad, concentración, inteligencia, velocidad, perseverancia, salud pero sobre todo GANAS, muchas ganas de salir adelante a pesar de los miles de obstáculos que me imagino que libras día a día desde que decidiste hacerte una profesional en el deporte”.
Los sueños de las niñas que miran a Alexa Moreno, a Eva Calvo a Lydia Valentín y a las demás serán, por supuesto, muy diversos pero la contemplación de una mujer poderosa las animará a librar sus propias peleas.
Los sueños de las niñas que miran a Alexa Moreno, a Eva Calvo a Lydia Valentín y a las demás serán, por supuesto, muy diversos pero –debido a un simple mecanismo de interiorización/proyección- la contemplación de una mujer poderosa las animará a librar sus propias peleas, a enfrentarse con sus miedos particulares y con las limitaciones que su entorno desea imponerles.
Y sí, podemos dudar de que el deporte practicado a esos tremendos niveles resulte del todo sano para el cuerpo (muchos otros trabajos tampoco lo son) o de que la exagerada competitividad sea positiva para el espíritu (como tampoco lo son los exagerados niveles de embrutecimiento, sumisión, monotonía que se exigen en muchas profesiones). Y, en ese sentido, defendemos que el objetivo supremo de la práctica deportiva no sea ganar un Oro olímpico sino sentirse bien, disfrutar, mantenerse en forma, relacionarse con otras personas, etc. Pero, con todo -y como antes señalé- el triunfo de las mujeres es tremendamente importante y fortalece la posición psicológica de muchas otras.
Pero, con todo -y como antes señalé- el triunfo de las mujeres es tremendamente importante y fortalece la posición psicológica de muchas otras.
Por último, hemos de alegrarnos del revuelo de indignación que originó la misoginia de titulares y noticias.
Y no, el revuelo no es porque estos hayan sido los Juegos Olímpicos más machistas de la historia, ni tampoco porque las retransmisiones hayan empeorado en relación con otras ediciones (ambas suposiciones son falsas). Pero sí, el machismo ha levantado más críticas que nunca. Es una excelente, una excelentísima noticia.
Nunca antes tantas mujeres (ni, aunque en menor medida, tantos hombres) se habían irritado tanto antes esos estúpidos sesgos patriarcales. Nunca había habido tantas intervenciones reprochándoselo a los medios o haciendo burla de ellos.
L@s pesimistas diréis: “¡Pero si somos una gota en mitad del océano!”. Yo digo: no. Seguimos viviendo en mitad de un océano de mentes obtusas cargadas de prejuicios e inquinas machistas, pero ya no somos una gota. Somos una poderosa corriente. Creedme, que yo ya tengo unos añetes y recuerdo el pasado (el pasado ni siquiera prehistórico, el pasado reciente, de hace veinte años, por ejemplo)…
Nunca antes tantas mujeres (ni, aunque en menor medida, tantos hombres) se habían irritado tanto antes esos estúpidos sesgos patriarcales. Nunca había habido tantas intervenciones reprochándoselo a los medios o haciendo burla de ellos.
Ya sabéis que el feminismo ha vivido épocas de grandes luchas, grandes atrevimientos, grandes reivindicaciones, grandes victorias… O sea, no debemos olvidar que somos deudoras de muchas otras mujeres, que formamos parte de una cadena. Y, por supuesto que cada momento tiene sus agendas y sus límites pero tampoco debemos menospreciar nuestra fuerza ni nuestros triunfos: nunca, nunca, nunca el feminismo se había extendido tanto entre tantas mujeres (ni entre tantos hombres).
Tampoco debemos menospreciar nuestra fuerza ni nuestros triunfos: nunca, nunca, nunca el feminismo se había extendido tanto entre tantas mujeres (ni entre tantos hombres).
O sea, no vale quedarse solo en el lamento. El pesimismo es reaccionario. No bajemos la guardia pero brindemos por lo positivo (y quienes no beban alcohol, que brinden con agua que también está riquísima).