Este artículo parte de una hipótesis, así de primeras, bastante simple: las chicas seguimos teniendo conflictos (internos y sociales) a la hora de vivir nuestras relaciones sexuales con libertad, comodidad y sintiéndonos autorizadas para disfrutar sin tener que complacer por el mero hecho de hacer que alguien se lo pase bien, pero tú no. Sin culpas, sin concesiones, sin sacrificios. Sin miedos.
Para desarrollar esta idea, pongo como punto de partida lo que creo que para las chicas, es un momento importante a nivel personal que no es otra cosa que eso que llamamos “hacerlo por primera vez”. Quiero decir con esto que cómo las chicas nos iniciamos en el sexo y cómo vivimos estos comienzos influye en cómo crecemos y vivimos con la sensación de que nuestra sexualidad no es enteramente nuestra, que no nos pertenece por completo. Y, por tanto, hace que nos introduzcamos en las relaciones sexuales en un ambiente en el que nos cuesta sentirnos con todo el derecho del mundo no sólo a pedir lo que nos apetece si no a parar y decir “no” a aquello que no nos gusta o nos incomoda.
Para ello, presento aquí una mini-investigación sociológica a partir de los relatos que he recibido de varias mujeres a las que invité a participar de este “estudio”, contándome cómo había sido su “primera vez”.
Aquí van los relatos y las reflexiones.
Lo que significa (y lo que pesa) la “primera vez”
La “primera vez” encierra muchos significados sociales que no sólo tienen que ver con el hecho en sí mismo de la iniciación en las relaciones sexuales. Es como lo de fumar. La gente joven no sólo empieza a fumar por un deseo curioso e irresistible de probar el efecto de la nicotina. Se fuma para que te vean más mayor, para parecer más guay o ser más macarra. Fumas porque tu novio de turno fuma, porque tus amigas lo hacen o porque se supone que “tienes que hacerlo” cuando sales de fiesta.
La “primera vez” significa cosas tan diferentes como, por ejemplo, el ser una especie de rito de iniciación dentro de las relaciones sexuales (parecido al de la regla y el “ya eres mujer”). Es también un rito de paso por el que a veces parece que hay que transitar para que a una chica la vean accesible, dispuesta (“ya te has acostado con uno. Se abre la veda”). Puede verse como un “peaje” que se paga para, después de una primera vez -que puede ir como sea- seguir experimentando sin esa presión del “estreno”, o una forma de no quedarse atrás, especialmente si tus amigas, la gente de tu entorno ya ha pasado por ello y tú no.
Por el lado, romántico del asunto, para algunas chicas la primera vez supone una forma de “sellar” el amor con el clásico novio de la adolescencia con el que en ese momento crees que te vas a casar y tener 3 niños.
Al final, el que se le asocien tantos significados al hecho de tener sexo por primera vez le da un mayor peso a un acto que, precisamente por ser una “primera vez” de algo, tiene todas las probabilidades de que no funcione como se esperaba. Le ponemos tanto peso a esta “primera vez” que se generan demasiadas expectativas, demasiada expectación, impidiendo, por ejemplo, que en mucha ocasiones surja como algo “natural” y fluido en el curso de las relaciones sexuales.
Muy pocas veces ocurre así. Creo que puedo contar con los dedos de una mano las veces que he escuchado contar a alguna amiga que su primera vez surgió porque a los dos componentes de la pareja en ese momento les apetecía, sin más. Sin dudas adicionales, por parte de ellas acerca de: “¿será este el momento?”, “¿será esta la persona?”, “¿debo esperar más?”
Y no sólo dudas: miedos, resistencias, culpa. Un sinfín de elementos que al final transforman esa primera vez en algo más “social” que personal. Algo que relega elementos tan importantes (y esenciales en una relación sexual) como son el deseo y el placer, a un segundo (o tercer plano) frente a todo lo que significa esa horrible expresión de “dejar de ser virgen”.
¿A qué llamamos “primera vez”?
Sinceramente, cuando invité a varias chicas a que me contaran cómo había sido su primera vez no sabía muy bien qué esperaba de esos relatos. Creo, y algunas me lo han confirmado, que ellas tampoco esperaban nada más allá de contar su experiencia. Sin embargo, algunas me dicen que se han encontrado pensando en cómo fue, cómo lo vivieron en el momento, y cómo lo recuerdan con la perspectiva que dan los años transcurridos. Así que los relatos han estado acompañados de recuerdos, de esas reflexiones, que tienen, en su abrumadora mayoría, una carga de tristeza, decepción e incluso enfado con la que socialmente se identifica como primera experiencia sexual que, según Hollywood, es lo más bonito que te puede pasar ever.
Uno de los relatos que recibí comenzaba con una pregunta clave: ¿qué se considera primera vez? A continuación esta chica me cuenta su experiencia de lo que ella considera sus “primeras veces” (en plural) en las que: tuvo sexo con un chico, sexo con ella misma y sexo con una chica. El planteamiento de mi petición de colaborar en este artículo con sus experiencias partía, precisamente de no especificar a qué me refería por primera vez. Así que dejé que cada cual me enviara lo que ellas entendían que había sido esa “primera vez”, que en un 90% se ha asumido como la primera relación sexual con un chico-varón en la que hubo penetración.
Una pregunta clásica de la consulta de ginecología, sobre todo para las chicas que van por primera vez es la de si “has tenido relaciones sexuales completas”. Y con completas se refieren a sí ha habido penetración o no. Lo que nos deja cualquier otro tipo de encuentro sexual como “incompleto”, con toda la carga simbólica que eso conlleva. Una carga negativa y negadora de la realidad ampliamente compartida en círculos femeninos (en los que se hable de sexo de forma abierta y cómoda), de que la penetración está muy bien, pero no tiene que ser lo más placentero ni el elemento imprescindible con el que demos por “completada” una relación sexual.
Uno de los relatos que recibo, precisamente, expresa su iniciación en las relaciones sexuales mencionando que:
A: “Nunca me costó enrollarme con chicos (…) y no tenía ningún problema en meterme mano, en masturbar al otro ni en pedir que me masturbaran a mí pero el tema de la penetración era como un obstáculo que me costaba saltar. (…) Cuando se daba el momento de dejármela meter ahí me entraba bloqueo (y digo dejármela porque a mi falta no me hacía)”.
La penetración se erige como el “hito” más esperado y más temido consiguiendo que, en ocasiones, en lugar de ser el reflejo de una unión física entre dos personas que están disfrutando (-se), se convierta en el momento de máxima tensión en estas primeras veces.
B: “Mi primera vez fue con un chico con el que había estado saliendo, pero aunque lo habíamos dejado, seguíamos enrollándonos de vez en cuando. Habíamos hecho “de todo”, menos tener sexo con penetración y el día que decidimos hacerlo, tuvimos un momento un poco absurdo…casi ridículo. Después de tanto tiempo viéndonos desnudos, tocándonos…llegó el momento de “meterla” y nos pusimos nerviosos…Él no atinaba, la cosa se “relajó”. Tuvimos que empezar varias veces… Teníamos de pronto como mucha presión por ese momento”.
Esta presión para las mujeres ante el momento de ser penetradas por primera vez tiene que ver con lo comentado al principio del peso simbólico que tiene esta iniciación a las relaciones sexuales llamadas “completas”. Un peso que previamente requiere incluso una preparación física y psicológica de lo que “puede pasar” como es por ejemplo, sentir dolor o sangrar.
C: “No sangré, ni he sangrado posteriormente en mi vida sexual. Recuerdo que este hecho me llamó la atención, me había preparado psicológicamente para ello pero no pasó”.
Algunos de los relatos, además, expresan que el temor a sangrar no sólo va asociado al dolor, sino a la vergüenza que supone “manchar” a la otra persona (o las sábanas) que es una vergüenza similar a la que sienten algunas mujeres cuando tienen relaciones sexuales mientras están con la regla. La maldición de la sangre que ensucia. Una tontería más que echarnos a la mochila.
“Siempre pensé…”
La primera vez conlleva, como hemos visto, cierta “planificación”. Y sobre todo, viene cargada de todo un imaginario acerca “cómo será”, “cómo queremos que sea” o incluso “cómo debería ser”.
No todos los relatos que he recibido han sido experiencias negativas aunque es pertinente añadir que ninguna de las experiencias compartidas se valora como satisfactoria a nivel sexual, que también se trata de eso (digo yo). Pero excepto en uno de ellos, en el resto no se hace alusión ninguna al hecho de que se cumplieran sus expectativas al hacerlo por primera vez.
D: “La verdad es que fue breve e incómodo. En un coche, un clásico. Pero fue divertido y nos reímos bastante. Me gustó aunque después pensaba…ah, era esto… bueno, ¡listo!”
Para contrastar las expectativas me acordé de las típicas preguntas que se hacen en el grupo de amigas cuando una de ellas ha tenido su “primera vez”, y cómo siempre se indaga sobre cosas tan básicas y fundamentales como: “¿te dolió?”, o mi pregunta favorita que es la de “¿qué sentiste?”. O en su otra variante: “¿sentiste algo?”.
Notése cómo se usa el verbo “sentir” así en general porque la respuesta puede ser: me sentí rara, me sentí incómoda, me sentí una mierda, me sentí muy bien, me sentí querida, no sentí nada… Así que como nunca se sabe, es mejor preguntar en abierto, por si las moscas.
Como tan importante es lo que se dice (y se pregunta) como lo que no se dice (ni se pregunta), es de destacar que no recuerdo que una de las preguntas “importantes” que nos hacíamos entre amigas fuera por la línea de “¿tuviste un orgasmo?”, “¿le pediste que te hiciera x?”, “¿le dijiste que no a algo?”. Tampoco ninguna de las historias que recibí para este artículo mencionaba palabras como (un dos tres responda otra vez) orgasmo, placer, disfrutar…
Y si lo hacen es justamente para decir que:
C: “No me corrí ninguna de las 2 veces. Afortunadamente en las siguientes relaciones ya le pillé el tranquillo… “
(Menos mal, hija).
O para puntualizar que, efectivamente:
E: “Yo no me corrí. No concebía como eso podía suceder. Lo descubrí unos días más tarde masturbándome”
(Bueno. Algo es algo).
Sin embargo, a veces, las expectativas se cumplen y la experiencia de la primera vez, “reafirma”:
F: “Todo superó mis expectativas, fue muy cariñoso y cuidadoso conmigo, dolió, claro que dolió, pero fue una grandísima experiencia, sobre todo porque supuso un paso importante a nivel físico y sobre todo mental, conocer por primera vez que se siente al ser deseada por una persona con la que congenias, a la que estaba empezando a querer (…) Para mí significó una liberación total, quitarme un peso de encima y superar muchísimas barreras que yo misma me había impuesto”
No habla de “tuve el mejor orgasmo de mi vida” o “no tuve un orgasmo, sino 3”…Pero si le sirvió a nivel personal para empoderarse y reafirmarse, bien por ella. Si además era un chico del que estaba enamorada y se sintió a gusto, bravo.
Para que luego digan que las feministas no somos románticas.
“Entregar algo”
De las historias que me llegaron, se extrae también la idea (y aquí es cuando entra el maravilloso y traicionero amor romántico) de que la primera vez es, simbólicamente, como “dar” algo muy importante. De ahí a que muchas chicas esperen a encontrar a esa persona “especial”, con la que realmente sientan que quieren estrenarse.
G: “En este sentido, yo tenía asociado a «hacerlo» el hecho de: «entregarme, dar «lo mejor de mi» a esa persona, darle algo único. Por ser «la primera vez con alguien”. Todo el tema de la virginidad…”
C: “Creo que fue como el hecho de haber superado una etapa y, claro, luego la parte «romántica» esa horrorosa de haberle dado a ese chico eso”
Además de “entregar algo” la primera vez, para algunas chicas supone “entregarse” (del verbo entregar en su forma pasiva-reflexiva) ellas mismas adoptando una posición no proactiva en la que no hay iniciativa, en la que no se hace pero tampoco se pide nada:
D: “Hay que decir que no debí de tomar yo demasiado la iniciativa en ese primer encuentro, por lo cual agradezco con el tiempo, que mi primera vez fuese con alguien de confianza que no se preocupara sólo de sí mismo. Que irte a la cama con un imbécil te puede pasar siempre, pero con la edad aprendes a detectarlos antes o a parar el tema en cualquier momento del encuentro”.
E: “Él quiso que yo fuese más activa, pero reclamé mi posición de virgen total (aunque él también lo era, yo, más pequeña y chica, consideraba que la acción era su trabajo”
En este relato a continuación se explica que:
E: “Seis meses más tarde me acosté por primera vez con una chica. Ahí si tomé un papel mucho más activo, con el mismo miedo a lo desconocido, pero sintiéndome más en mi terreno”
(Porque todo tiene su porqué).
Está claro que hay que tratar más el tema de cómo un tío puede sentirse molesto por que él no es el “elegido”. Porque el chico entiende que ese “contigo no” puede significar varias cosas: 1) Que una chica prefiera esperar a hacerlo con otra persona o en otro momento. 2) Que el tío en cuestión no te de la confianza necesaria, 3) Que el tío en realidad, no te pone ni un poquito, 4) O que al principio querías, pero luego…NO.
A veces ocurre que una empieza y cuando está a puntito piensa: “mmh, con éste no” (y menos mal):
D: “Estábamos en su casa en bolas y al decirle yo que era virgen y que no quería hacerlo me dijo que yo estaba esperando a mi príncipe azul y que no existía. Quedo claro que lo que si existía eran los gilipollas y él debía de ser el presidente del club”.
Pero eso es gestión de la parte masculina que también habrá que tratar en un artículo aparte, ya que por un lado, están aquellos que encajan bien el “no” y en lugar de echarlo en cara, intentan traer la normalidad a una situación como ésta con un reconfortante “bueno, mujer, no pasa nada”. También están los Presidentes del Club de los Gilipollas que, efectivamente, te hacen sentir como una mierda. Y por último, los tíos que no entienden que “no es no” y fuerzan el tener relaciones mediante chantaje, amenazas o directamente, la fuerza física o la anulación de la voluntad de la chica.
A eso no se le llama primera vez, claro. Se le llama agresión sexual. Se le llama “violación en cita”. Se le llama DELITO.
No es una “primera vez”. Es una agresión sexual
La parte más impactante – y más triste- de leer estas historias que he ido recibiendo es encontrarme con situaciones en las que las expectativas no se ven cumplidas “para nada”:
H: “Siempre pensé que mi primera vez sería con una pareja con la que llevara algo de tiempo, tuviéramos confianza y para los dos sería algo bonito que guardaríamos como recuerdo. Pero para nada fue así”
Y cuenta por qué no fue “para nada así”:
H: “Yo sentía que estaba tensa y que no quería tener relaciones sexuales con él, así que se lo dije. Me dijo que no había problema «que no me la iba a meter» (literalmente), me lo dijo bastante seco, así que sentía que le debía algo. Seguimos besándonos y al final es verdad «que no me la metió» pero le hice una felación. Se lo hice porque sentía que le debía algo, que sino para qué iba a haber subido, no estuve cómoda, no sabía hacerlo, no me apetecía”
Estas historias nos sirven también para desmontar el mito de que una agresión sexual es una agresión por parte de un desconocido que nos aborda en una calle oscura y sin gente. Porque no siempre es eso lo que ocurre. De hecho, en la mayoría de las ocasiones, una agresión sexual la cometen chicos conocidos con los que incluso previamente se haya concertado una encuentro o se esté manteniendo una relación íntima. Es lo que se llama “violación en cita”:
I: “Yo conocía al chico desde hacía muy poco pero me gustaba mucho. Pensaba que iba a ser algo “bonito” y no lo fue. Para nada. Fue doloroso y raro”
Un tipo de violación, la más común que puede que se produzca por medio de una amenaza o agresión física, pero también por medio del chantaje, por hacerte sentir mal, por hacerte sentir que estás obligada a hacerlo, o porque la chica accede porque no sabe medir las consecuencias que puede tener el decir “NO”:
I: “Estaban todos sus amigos en el salón mientras él y yo estábamos en la habitación, cuando terminó, fue al salón a contárselo a todos. Luego se marcharon muchos de ellos y se quedó uno solo de sus amigos, y entre los dos sugirieron que hiciera lo mismo con Santi. Y así acabó siendo. Es uno de esos momentos en los que te quieres ir, pero hay dos chicos en la casa, mayores de edad, y tú tienes 14 años, y crees que lo mejor que puede pasar es que acabe pronto (…) Tengo un recuerdo terrible… de salir de la casa llorando”
No, esto no es una “primera vez”…PARA NADA.
Conclusión:
La “muestra” de este mini-estudio sociológico no pretende (ni mucho menos) ser representativa de las mujeres en general, ni responden a un perfil concreto. Aunque es importante aclarar que todas las que han participado y han contado su historia para este artículo son feministas. Esto quiere decir que, además de un relato, he ido recibiendo reflexiones desde el enfoque crítico que aporta el feminismo y la perspectiva que da mirar al pasado y verte desde otro tiempo y otro lugar.
Leer las historias, analizarlas, reflexionarlas, me ha resultado interesante a ratos, triste en otros momentos, y a veces me he cabreado mucho. He contrastado la hipótesis que me planteaba, aunque, evidentemente, la pretensión de este estudio no era validar una idea con carácter general. Para eso se necesitan más hipótesis, más análisis y más historias. Pero por algo se empieza.
Lo que está claro es que si esta “primera vez” no tuviera tantos significados para las chicas, si no nos pesara tanto, si no se transmitiera tanto miedo, tanta inseguridad… Si nos enseñaran que realmente tener una (primera) relación sexual va de, ante todo, sentirte segura, cómoda y a gusto, seguramente las experiencias y las historias que me han llegado habrían sido otras. Y estas primeras veces que me han relatado habrían sido muy distintas. Habrían sido lo que ellas esperaban. O incluso mejor.
Epílogo:
Quiero agradecer a todas las que me habéis enviado vuestras historias. Algunas me habéis comentado que escribirlo os ha hecho recordar ese momento y verlo de otra forma… Que ha sido algo constructivo el mirar atrás, el rememorar esa experiencia.
Otras os habéis sentido removidas al recordar… A vosotras os agradezco doblemente el esfuerzo en y el trabajo de escribir y poner palabras a lo que sentisteis en ese momento. Me alegra, de todas formas, saber que actualmente estáis en circunstancias absolutamente diferentes.
Os siento felices, fuertes, seguras….y sexualmente empoderadas y satisfechas.
No puedo pedir más.
Sobre las participantes de este estudio… A día de hoy:
A: Actualmente se encuentra en una etapa personal de liberación y descubrimiento, que no está siendo fácil, pero sí placentera (por lo de la liberación y lo del descubrimiento…). Tiene una hija que promete ser un gran fichaje del feminismo de la generación que viene.
B: Feminista creyente y practicante. Milita en varios sitios a la vez y dice que a ella no la cansa nadie. En la cama, tampoco. Dos años después de su “primera vez”, el chico en cuestión le confesó que había “descubierto” que era gay. No le sorprendió en absoluto.
C: En pleno proceso de construcción de un hogar compartido, disfrutando y asumiendo lo que ello supone, está contenta y se la ve tranquila aunque lleva uno o dos años diciendo que va a dejar de fumar. Casi lo está consiguiendo.
D: Después de esa primera vez no ha vuelto a tener sexo en un coche… Ni con un chico. De hecho, hace más de 10 años que no toca varón. Ni falta que le hace. Sigue haciendo gala de un humor feminista maravilloso.
E: Probó con las mujeres y se quedó con ellas…pero no como chica. Porque en realidad siempre fue un chico, siempre se sintió como tal y ahora lo es y disfruta con libertad porque (cito textual): “ahora el sexo se ha expandido, se ha convertido en un amplio terreno más que nada emocional. Los cuerpos han adquirido otro significado.”
F: La relación con aquel chico de su “primera vez” fue tan bien, que a día de hoy continúan estando juntos (y casados). Siguen queriéndose y deseándose. Que viva el amor.
G: Sumergida una época de cambio personal necesaria (que no de huida) y aprendiendo a que hay que seguir jugando, aunque se pierda. La mejor forma de ponerlo en práctica ha sido la de apuntarse a una app de citas con la que está la mar de divertida y disfrutando de unos encuentros inesperados.
H: Descubrió el feminismo y tembló el mundo. Pero a ella la hizo más fuerte, más segura…imparable. Actualmente está enamoradísima de su compañero de la forma con la que sólo las mujeres liberadas se enamoran. Esto es: con pasión, pero sin renuncias ni gilipolleces.
I: Es una energía todo-terreno con una perspectiva de la vida sensible, exquisita… y una militancia feminista activa 24/7. Comparte su vida con una chica estupenda con la que forma una de esas parejas que cuando las ves juntas en seguida piensas: “esas chiquillas se quieren mucho”. Y así es.
De nuevo, gracias a todas.
Gracias, me hizo aclara ideas y pensamientos que creí yo los imaginaba. Me ha ayudado mucho.
Yo soy feliz haciendo feliz a mi hombre, le complazco lo que el desea y eso me hace sentir una mujer util