Recuerdo que, en mi infancia, en la época de la aceituna, hombres, mujeres y, a menudo, niños y niñas, salían rumbo a los olivares antes de que empezara a despuntar el día y volvían con la noche, destrozaitos.
El amanecer ya les pillaba al pie de los olivos y el atardecer también. Allí estaban de sol a sol.
El trabajo de ellas era peor porque a nadie se le escapa que pasarse el día doblada recogiendo aceituna es mucho más doloroso y más aburrido que varearla.
Sin embargo, las mujeres ganaban menos. La ley -no escrita pero aplicada de manera inflexible- decía que diez horas de deslome de una mujer valían menos que diez horas de deslome de un hombre. Ea, porque sí, sin más.
Al llegar a sus casas (iban y volvían andando) ellos se sentaban en la lumbre. Ellas deshacían el hato y preparaban el del día siguiente, recogían y limpiaban lo que hubiera que recoger y limpiar y seguramente también se encargaban de echarle de comer a las gallinas y al cerdo (o sea, a los animales que no podían llevarse con ellos a los olivares).
Semejantes abusos parecían lo más “natural”. Todo el mundo tenía muy asumida tal sarta de atropellos. Nadie se escandalizaba, nadie lo consideraba una injusticia insoportable.
Quiero pensar que ahora los hombres no llegan tan panchos a mesa puesta, a ropa lavada, a cama hecha… Y sobre todo quiero pensar (quiero, quiero y quiero aunque no sé si es un “querer” muy idealizado) que las mujeres no lo consienten.
Y sé que ahora los jornales son iguales para hombres y mujeres. Pero me he enterado -y me he quedado traspuesta- de que ahora a las mujeres no las contratan.
En estos pueblos de Jaén, para muchas personas, la recogida de la aceituna constituye prácticamente la única ocasión de ganar dinero sin tener que desplazarse…
¿Por qué?
En primer lugar porque prefieren contratar emigrantes ¿Por afán de dar trabajo a los más desfavorecidos? Ni hablar, porque -como es público y notorio aunque todo el mundo mire para otro lado- a los emigrantes les pagan menos de lo que legalmente deberían pagarles, los hacinan durante uno o dos meses en cortijos semiderruidos que carecen de servicios básicos (pero, ojo, cobrándoles el “alquiler”) y tan ricamente…
En segundo lugar porque, puestos a contratar indígenas españoles, los amos deben pensar que, a igual jornal, mejor se quedan los hombres entre ellos que se gustan más (excepto para follar, porque ahí tienen que hacerlo con mujeres, para lo demás, se gustan mucho más entre sí). Les hace más ilusión estar con otros varones y así poder hablar de fútbol o soltar burradas sin cortarse… Digo yo que será eso porque otra razón no puede haber, teniendo en cuenta que las mujeres son trabajadoras a carta cabal.
Que si se tratara de cubrir un puesto que requiriera un saber muy específico, pues que sí, que sería lógico elegir a la persona que controlara ese saber pero, a capacidad igual ¿cómo se consiente tal discriminación machista?
Y ¡oh desolación y aberración! No hay una ley que obligue a contratar por igual a ambos sexos…
Y no es asunto menor, no. En estos pueblos de Jaén, para muchas personas, la recogida de la aceituna constituye prácticamente la única ocasión de ganar dinero sin tener que desplazarse a otro país u otra región. No sé si explico bien la transcendencia que tiene: imaginaos que vivís en uno de estos pueblos y, por ser mujer, os niegan, os vetan la única fuente de trabajo. Ya sé que no lo formulan así, pero así lo hacen, tan tranquilos.
Y lo que me dejó doblemente estupefacta fue no haberme enterado de tamaña injusticia hasta hace unos días, en la jornada sobre la mujer rural que organizó la Asociación de Mujeres de mi pueblo…
Es decir, yo que ando ojo avizor con las noticias que tienen que ver con las mujeres, que leo la prensa (en fin, los titulares, pero los leo…) no me había sabía nada de esta iniquidad.
Con los partidos políticos ocurre como con los partidos de fútbol: da igual que te intereses o no. Al final, te tienes que terminar enterando porque no dejan de darte la vara por tierra, mar y aire.
Y, por el contrario, me sale por las orejas, me desborda y me empacha, el cotilleo continuo sobre los dimes y diretes de los partidos, sus broncas, sus estafas, sus líderes, sus barones, sus ministrables, sus montajes, sus reuniones, sus disquisiciones, sus peroratas…
O sea, con los partidos políticos ocurre como con los partidos de fútbol: da igual que te intereses o no. Al final, te tienes que terminar enterando porque no dejan de darte la vara por tierra, mar y aire.
Pero, como dije más arriba, de esta otra cuestión tan importante y que afecta vitalmente a tanta gente, me enteré hace unos días, en la jornada de la mujer rural.
O yo ando muy despistada y no he visto los carteles, ni los titulares, ni las noticias, ni las declaraciones… o no ando tan despistada y es que no los hay.
Y me pregunto ¿cómo se va a implicar la población en la vida política si lo que se considera “política” poco tiene que ver con sus problemas y sus problemas no se consideran dignos de debate público, ni de lucha, ni de propuestas ni ná de ná?
Todas las asociaciones de mujeres, todos los sindicatos, las concejalías de la mujer (allá donde quede alguna), el Instituto de la Mujer de Jaén y el de Andalucía… todo el mundo debería clamar contra este abuso anticonstitucional.
La prensa, la radio, la tele, los partidos… todos a su rollo. Y la gente a su desesperación y a sus drogas del olvido, a saber: “Operación Triunfo”, “Hombres y mujeres y viceversa”, “La que se avecina” o lo que le echen.
Y no sé, pienso que todas las asociaciones de mujeres, todos los sindicatos, las concejalías de la mujer (allá donde quede alguna), el Instituto de la Mujer de Jaén y el de Andalucía… todo el mundo debería clamar contra este abuso anticonstitucional. A no ser, vuelvo a repetir, que lo estén haciendo y yo no me entere…
Pero sí tengo claro que la Junta debería actuar. Es decir, legislar ya y por vía urgente la obligación de contratar hombres y mujeres por igual.
Si la Ley de Igualdad (que desgraciadamente no llegó a desarrollarse y por eso quedó casi en nada) consiente el atropello, por lo menos en Andalucía no deberíamos consentirlo.
Y al que salga defendiendo su “libertad” de contratar a quien desee y a quien le salga de donde sea (que siendo un machista ya sabemos de dónde dirá que le sale) pues nada, que pague un impuesto especial con cuya recaudación los poderes públicos podrían, por ejemplo, mejorar la financiación de Ley de Dependencia, o hacer planes de capacitación y de formación profesional de mujeres, etc. etc.