
A mí me parece muy bien que la ministra no sea partidaria de las cuotas.
Es un primer paso. Y algo es algo.
Ahora sólo nos queda explicarle a esa señora que las cuotas que realmente existen, las que funcionan de verdad y, por lo tanto las preocupantes, las que hay que atajar con urgencia son las que los varones se reservan para sí.
Las cuotas que realmente existen, las que funcionan de verdad y, por lo tanto las preocupantes, las que hay que atajar con urgencia son las que los varones se reservan para sí.
Por ejemplo, la Academia de la Televisión acaba de nombrar el jurado que otorgará los Premios Iris y que está formado por seis hombres y ninguna mujer. Pienso como supongo que piensa la ministra: Esta cuota es insoportable (lo sería incluso aunque no alcanzara un glorioso 100%).
Menos brutal pero muy, muy alarmante es también la cuota de 64,29% que los varones se han reservado para sí en el actual gobierno de España (de 14 miembros solo cinco mujeres).
Y así podríamos seguir desgranando las salvajes cuotas que las fratrías masculinas imponen por doquier y tanto en los organismos privados como públicos.
Muchas feministas nos alegramos infinito de que tenga una opinión negativa de las cuotas…
En conclusión: Si alguien conoce a la ministra que haga el favor de decirle que muchas feministas nos alegramos infinito de que tenga una opinión negativa de las cuotas y la animamos a que ponga manos a la obra y frene tanta injusticia y tamaño mamoneo preparando por vía de urgencia una ley contra las abusivas y demenciales cuotas que los varones imponen sistemáticamente tanto en la dirección de las empresas, como en los cargos de responsabilidad, los representativos, los honoríficos, etc.
O sea, que la ministra aplique y haga aplicar artículo 14 de la Constitución relativo a la no discriminación por sexo.
Y, de paso, no estaría mal explicarle a la ministra que las mujeres somos la mitad de la población y que, en nuestro país, tenemos una preparación media más elevada.
O sea, que no estamos aquí para que Reverte y sus colegas tasen y evalúen nuestro atractivo físico e hidalgamente nos cedan el paso en las puertas, ni estamos para que Bertín Osborne nos dedique discos -no sin antes ponernos a cocinar- sino para participar, decidir, organizar y dirigir (mejor o peor, como hacen los hombres) lo que se tercie.
NOTA: ya sé que hay persona que no comparten esta inquina mía por las cuotas y piensan, por el contrario, que, si las mujeres que ocupan cargos de poder, decisión, prestigio, autoridad etc. no son feministas, no merece la pena que estén en esos puestos. E incluso mejor si no están porque, según el conocido dogma patriarcal, las mujeres son más machistas que los hombres (no solo más machistas, también más pérfidas, más peligrosas, más taimadas, más crueles, en fin, más de todo lo malo). Y, por lo tanto, un hombre primer ministro no feminista (o sea, cualquier primer ministro del mundo mundial) les puede irritar, pero, una primera ministra no feminista las saca directamente de quicio.
O sea: antes morir que perder la vida, como dijo una gran pensadora.