Políticamente la sexualidad es importante porque legitima el orden establecido en el plano más íntimo.
Los representantes más rancios del machismo violento, convocados por una red de prostíbulos (Apricots), han estado de fiesta en Barcelona a principios de octubre. Nuestro ayuntamiento “feminista y de izquierdas” los ha dejado celebrar su misoginia en el pabellón olímpico de la Vall d’Hebron.
Cuando en febrero de este mismo año el líder de los Return of Kings convocó en Barcelona un encuentro explícitamente machista (como los del salón “erótico”, sic), el gobierno municipal reaccionó rápidamente anunciando que intentaría evitar el encuentro que, finalmente, gracias a la presión de grupos feministas, se anuló. La acción feminista impidió también que el pretendido “formador en seducción”, Álvaro Reyes, hiciera sus cursos de apología de la violencia machista. Todos ellos han sido justamente criticados y boicoteados. Pero ambos son simples portavoces del mismo mensaje misógino del negocio de la explotación sexual que es la industria del porno. ¿Porqué sólo criticamos a unos individuos y no al sistema entero?
Return of Kings, Álvaro Reyes… han estado justamente boicoteados por su apología de la violencia machista, a diferencia de la industria pornográfica mainstream
Ya hace años que machistas mafiosos de todo tipo celebran este salón del porno. Hace tres años allí ganó un premio de “reconocimiento de su carrera” Ignacio Allende, alias Torbe, imputado y en prisión[i] desde abril por delitos de agresión sexual corrupción de menores, trata de personas, blanqueo de capitales y fraude fiscal. Es difícil olvidar los testimonios de varias actrices de su productora, algunas traídas engañadas de Ucrania, participando horrorizadas de bukkakes con más de un centenar de hombres: “Querían que las chicas lo pasaran mal, que tuvieran cara de sufrimiento. Que llorasen” explicaba una de las ex-actrices.
El 2007, el Comando SCUM Barcelona fue al salón del porno, que entonces era en la Farga del Hospitalet, para hacer pintadas y reventar las ruedas de los coches de los asistentes. Decían:
“SCUM no podía permanecer impasible ante tal despliegue de hechos ignominiosos y humillantes para la dignidad de las mujeres, ante tal abundancia de propaganda sexista que ofrece a los machos ansiosos de carnaza la posibilidad de creer que miren donde miren siempre habrá una mujer convertida en objeto para su propio disfrute”.
¿Porqué, casi diez años más tarde, en un contexto con muchos más grupos feministas en todo el país, la crítica colectiva ha estado tan ausente? ¿Qué ha pasado durante estos años? ¿Dónde están las acciones, los carteles, la rabia contra una fiesta macabra de nuestra cosificación sexual, donde somos reducidas a ser tratadas como orificios, donde nuestra deshumanización está en el centro del espectáculo?
Me parece extraño este silencio de la mayoría de grupos feministas –y aliados profeministas-, y el contraste es aún más agudo si tenemos en cuenta cómo las agresiones sexuales han estado al orden del día informativo sin pausa durante las semanas previas[ii]. Una actualidad informativa que hizo que hasta hombres normalmente silenciosos sobre el tema se posicionaras públicamente pidiendo una reacción masculina. ¿Y porqué ahora no? ¿La violencia sexual no tiene nada que ver con la pornografía? ¿No tiene nada que ver con el núcleo duro del negocio de los que se encuentran en este salón del porno?
Uno de los mecanismos de ocultación del terrorismo patriarcal es la separación y compartimentación de las violencias. Por eso uno de los conceptos claves de la teoría feminista es lo que, a finales de los años 1980, la celebre socióloga Liz Kelly nombró como “el continuum de las violencias sexuales”. El acoso sexual, el abuso y la violación son manifestaciones cotidianas e interrelacionadas del terrorismo sexual normalizado en nuestras sociedades capitalistas racistas y patriarcales. Los fuertes lazos entre pornografía y violencia machista son evidentes, lo podemos ver desde tres ángulos.
¿La violencia sexual no tiene nada que ver con la pornografía? ¿No tiene nada que ver con el núcleo duro del negocio de los que se encuentran en este salón del porno?
En primer lugar porque la producción de porno implica mujeres reales que son usadas, abusadas y penetradas de diferentes maneras repetidamente. Pero en el porno, como en la prostitución, sólo hablan –o solo queremos escuchar- a las mujeres que se ven realizadas y felices, nunca a las que han salido y sobrevivido. No es lo mismo escuchar Amarna Miller (que los medios adoran y no paran de entrevistar) que a Angel K cuando dice “en el porno las mujeres son folladas una vez y otra para la gratificación sexual de terceros, como un entretenimiento. Nuestros cuerpos y nuestras mentes son puestas en un estrés y trauma extremos, para que la gente se excite. El sexo en el porno es raramente amable, al contrario, incluye penetraciones brutales y prolongadas por desconocidos. El malestar de las mujeres es una fuente de diversión más que una preocupación”. “Hay un ejército entero de mujeres allá fuera que han experimentado ser estranguladas como un entretenimiento, ser penetradas doblemente y oralmente hasta vomitar como un entretenimiento. Estas mujeres se encuentran atrapadas en la industria sexual que está fuera de su control…”.
En segundo lugar, estudios basados en el análisis de contenido de películas porno ha demostrado ampliamente que la agresión física y verbal es la norma más que la excepción y que más del 90% de todos los actos de agresión van dirigidos contra las mujeres (ver las investigaciones de las sociólogas Gail Dines, Julia Long o Richard Poulin). Las feministas lo dicen desde los años 1970: en la pornografía mainstream la cultura de la violación es erigida en modelo, difundiendo la idea que a las mujeres nos gusta ser humilladas, violentadas, que “cuando decimos no en realidad queremos decir sí”.
Y en tercer lugar, pornografía y violencia machista están relacionadas porque los estudios más rigurosos en psicología experimental han concluido en establecer asociaciones fuertes entre la exposición a porno violento (valga la redundancia) y la actitud de los hombres respecto a la violación. Sabemos que las violaciones conyugales más sádicas son cometidas por grandes consumidores de porno. La pornografía, hoy convertida en banal, tiene una influencia muy fuerte en nuestra cultura y sistemas de representación (videoclips, cine, publicidad, videojuegos). Y así, desde hace años, las prácticas del porno (eyaculación facial, penetración anal) constituyen la “educación sexual” de l@s adolescentes (y fuente de inspiración para no pocos adultos). No es extraño pues que el 90% de las chicas adolescentes que han sufrido violencia de género en la pareja y han estado atendidas por programas de atención psicológica, hayan vivido violencia sexual (según un estudio del Instituto Andaluz de la Mujer que menciona como uno de los factores principales la influencia del porno).
Me parece insuficiente y ridículo hablar sólo de “post-porno” cuando tenemos delante nuestro una industria de la explotación sexual monumental
¿Y qué decimos las feministas de todo esto? Pues hablar sólo de post-porno me parece insuficiente y francamente ridículo, cuando tenemos delante nuestro una industria de la explotación sexual monumental. Como dice Gail Dines, “la pornografía no es una fantasía; las fantasías suceden en la cabeza y el porno pasa en los bancos centrales del capitalismo”. La pornografía es una de las industrias capitalistas patriarcales con más beneficios a nivel mundial a base de destruir la vida de miles de mujeres. Y es un arma de destrucción masiva de nuestras sexualidades. ¿Y qué dicen los hombres aliados feministas de todo esto? Uno de ellos, John Stoltenberg, autor de “Refusing to be a man” (1988), considera que la identidad masculina está relacionada con la dominación y el menosprecio que se expresan abiertamente en los significados dados a la sexualidad. Y “dado que la identidad personal y social es construida, podemos rechazarla”. Stoltenberg fue uno de los cofundadores del grupo MAP (Men Against Pornography), entendiendo que aquello que está realmente en juego en el porno no era el sexo sino la dominación. Cuando en sus talleres intentaban imitar las posiciones corporales y las expresiones faciales de las mujeres en dichas revistas y películas, se convertían en ridículas para los hombres. Porque aquello ‘sexy’ en la pornografía tiene que ver fundamentalmente con la subordinación de las mujeres, es la erotización de la dominación. El porno no vende sexo, vende dominación masculina.
Aquello “sexy” en la pornografía tiene que ver fundamentalmente con la subordinación de las mujeres: el porno no vende sexo, vende dominación masculina
Para las feministas, si el poder está ligado a la sexualidad es porque ésta está ligada al género y que el género es indisociable de la heterosexualidad obligatoria. La sexualidad no es más natural que cualquier otra institución social: el deseo sexual tiene un contenido completamente cultural, ni las hormonas, ni los genes ni la psicología determinan las forma de la sexualidad en el ser humano. La visión esencialista que presenta el sexo como un mandato biológico, como un instinto innato irreprimible (sobretodo en los hombres) es errónea y políticamente peligrosa porque es desde esta lectura que se justifican las violencias sexuales (prostitución incluida).
La sexualidad no es autónoma de la sociedad en la cual vivimos. Si hoy hay mujeres que se excitan con la idea de se ser forzadas, violadas o maltratadas durante el sexo, esto seguramente es una de las mutilaciones mentales más graves que nos inflige nuestra condición objetiva y general de desigualdad respecto a los hombres. Las feministas radicales no nos contentamos con que estos deseos existan porque creemos que la sexualidad debe cambiar. Porque una sexualidad de la desigualdad, que convierte en excitante nuestra opresión, constituye un obstáculo directo para cualquier movimiento de emancipación femenino. Políticamente la sexualidad es importante porque legitima el orden establecido en el plano más íntimo. Porque lo personal es político, es urgente que nuestras luchas y utopías pongan en el centro uno de los proyectos feministas de base: la erotización de la igualdad.
[Gracias a A.O por la revisión de la traducción].
Artículo original publicado en catalán en el semanario la Directa.
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[i] En el momento de traducir este artículo, ‘Torbe’ ha salido en libertad después de pagar una fianza de 90.000€.
[ii] Especialmente después de la denuncia pública de la agresión sexual sufrida por la concejala del Ayuntamiento de Barcelona, Maria Rovira.
Excelente artículo, Glòria Casas Vila.
Lo que más pena me da de leer este artículo es que estemos repitiendo siempre lo mismo. No nos atrevemos a posicionarnos de verdad, a ser coherentes con nuestra ‘verdadera’? postura. Denunciar para luego recular es totalmente estéril y lo peor es que nos traicionamos a nosotras mismas con la excusa de pactos, socios o lo que sea