La difusión de cánones patriarcales a través del lenguaje, el mito y la literatura. II
El hombre goza de la gran ventaja de tener a un dios que respalda las leyes que escribe. Y puesto que el hombre ejerce una autoridad soberana sobre las mujeres, es particularmente afortunado que esta autoridad se la haya otorgado el Ser Supremo.
Simone de Beauvoir. El segundo sexo.
En el artículo anterior, primero de esta serie, hablábamos del lenguaje como vehículo del género y su papel en la construcción del imaginario simbólico. Íntimamente imbricado a todo ello, la difusión de cánones y patrones androcéntricos a través de mitos, tradición oral y literatura ha contribuido durante milenios a fortalecer y legitimar el discurso patriarcal.
Hesíodo y Homero dedicaron gran parte de su talentosa trayectoria a categorizar a las figuras femeninas que transgredían la norma (subversivas), como monstruos femeninos con un único afán: fastidiar en lo posible al héroe, ocasionarle todo tipo de desgracias y hacerle fallar. El monstruo simboliza el miedo a la alteridad, a todo lo que enfrenta la norma y cuestiona lo establecido.
El mito patriarcal por excelencia es el de Medusa Gorgona, un ejemplo más del desdoblamiento del Otro Femenino monstruoso: Medusa, una de las tres hermanas Gorgonas, la bella que recibe el castigo de su propia violación cuyos cabellos, una imagen metafórica del deseo sexual, son transformados en serpientes por la diosa Atenea.
El mito de Medusa pone de manifiesto cómo el papel central de la mujeres, guerreras, jefas, sacerdotas y sabias en las sociedades arcaicas fue suplantado por una cultura patriarcal, androcéntrica, donde los héroes como Perseo destruyeron a las identidades femeninas transgresoras que constituían un obstáculo. La deslegitimación de la mujer poderosa, categorizándola como monstruo, no fue sino un mecanismo para excluirnos del ámbito público, del poder y del plano de la autoría.
La deslegitimación de la mujer poderosa, categorizándola como monstruo, no fue sino un mecanismo para excluirnos del ámbito público, del poder y del plano de la autoría.
En la Edad Media perviven tradiciones mitológicas y los lastres heredados de postulados platónicos y aristotélicos. Según Kappler, es entonces cuando la tríada Diablo-Mujer-Monstruo converge en el imaginario simbólico para constituir una unidad poderosa y demoníaca. Así “la ramera del Apocalipsis” se identifica con la serpiente, símbolo ya de sexualidad maléfica y uno de los seres malditos para la Iglesia cristiana.
Sin embargo, la mitología y creencias populares previas a la aparición de los tres grandes dogmas monoteístas y patriarcales, consideraban a la serpiente un símbolo de sabiduría y fecundidad, al igual que el agua alude a la fertilidad, vida eterna y atributos femeninos. Hay muchos ejemplos de leyendas que relacionan el agua, mujer y serpiente como conjunto que engloba el concepto de sagrado femenino.
La mitología celta asocia a las hadas con cada uno de los cuatro elementos y ofrece un amplio catálogo de deidades femeninas que adoptan la forma de un animal: Selkies o Roane irlandesas, las hadas foca, las Asrae (a quienes el sol convierte en agua), sirenas, ondinas o las Gwragged Annwn galesas.
Para Yolanda Beteta, la deslegitimación de la serpiente como símbolo de saber femenino y fecundidad se inicia en Occidente con su representación como encarnación del Diablo y culmina en la iconografía barroca que muestra a la Virgen aplastando con el pie la cabeza de este reptil.
En el medievo todo ser sobrenatural era considerado demoníaco mientras no se demostrara lo contrario. Paracelso, por ejemplo, considera a las melusinas hijas de Reyes transformadas en monstruos por Satán.
La leyenda de Melusina, tal como nos ha llegado, es el relato de un hada que se casa con un príncipe mortal para tener alma. Se convierte en mujer por amor, tiene hijos (con fantásticas deformidades) y cumple con su papel. Sin embargo, tras muchos años, Remondín, su marido, incumple la promesa que le había hecho a Melusina, la única condición impuesta: jamás intentaría verla los sábados. La espía por la cerradura y descubre su secreto: mitad mujer, mitad serpiente, en una gran bañera de mármol. Ella huye entonces como serpiente alada.
Melusina, considerada una figura maldita, encarna un enorme poder y reúne una gran carga pagana: mujer, serpiente y hada simbolizan fuerzas naturales y fertilidad. Lo que tenemos aquí es un relato fascinante con referencias a la sexualidad femenina autosuficiente, condicionamientos patriarcales… Su leyenda se incorpora a nuestra cultura en cuentos como La Sirenita de H.C.Andersen o en Ondina, de Lamotte Fouque y en creaciones más actuales como la maravillosa Posesión, de la escritora inglesa A.S.Byatt.
Melusina es una mujer fuerte que sólo es libre para vivir su “otro yo” en un espacio propio.
Melusina es una mujer fuerte que sólo es libre para vivir su “otro yo” en un espacio propio. La soledad como opción se asimila a la bañera en ese cuarto de baño donde ella se muestra desnuda y poderosa y la falta de su esposo no es tanto la ruptura de la promesa como la violación del espacio de autonomía de Melusina.
Remondín simboliza el control patrístico sobre el poder femenino. Arrebatándole a ella su intimidad le imposibilita profundizar en el autoconocimiento, empoderarse y asumir su propia identidad. Es la encarnación de la violencia simbólica heteropatriarcal .
Dice el Eclesiastés: “No hay peor veneno que el veneno de la serpiente. Toda maldad es poca junto a la de la mujer”. Los monstruos femeninos representan la transgresión, condensan todos los miedos patriarcales sobre la naturaleza femenina, la no sumisión. Y por fin, la poderosa mujer serpiente que es Melusina es reelaborada de acuerdo a parámetros patriarcales, desautorizando el símbolo de la serpe, asociado a la fecundidad y el poder natural de la mujer, para asociarlo a la encarnación del diablo. El monstruo melusínico se erige como encarnación del miedo primordial en una sociedad que vela por la primacía del falo.
El monstruo melusínico se erige como encarnación del miedo primordial en una sociedad que vela por la primacía del falo.
Aún hoy, la mujer serpiente como la quintaesencia del mal es una constante que continúa arraigada en el imaginario simbólico colectivo como metáfora del Mal.
Por todo ello, subvertir, reescribir los mitos desde un enfoque feminista es clave para dinamitar los cimientos de un sistema que no nos representa. Es necesario reivindicar ese espacio propio de autonomía y desarrollo donde desnudar, al igual que Melusina en su bañera nuestra identidad, sin miedos, plenamente conscientes.
Es hermosa, terrible y trágica, el Hada Melusina, inhumana a fin de cuentas. su sinuoso músculo batiendo el líquido elemento en mil diamantes, alzando espumas, agitando velos de agua pesante en el aire estancado. La esposa de piel blanca, tracería de venas azuladas sobre nieve..Y él la mira y es ciego a la hermosura de escama argéntea, aleta pavonada. Quizá el toque más sorprendente sea que la serpiente o pez sea HERMOSA.
A.S. BYATT
Fuentes bibliográficas:
Yolanda Beteta. Las heroínas regresan a Ítaca: la construcción de las identidades femeninas a través de la subversión de los mitos. Investigaciones feministas, 2009, vol. 0. 163 / 182
Lena Steveker. A room of her own: Melusina’s bath as a space of poder in A.S.Byatt’s Possession. Universität Erlangen-Nürnberg. Grandnet-Konferenz 2004
Jean D’Arras. Melusina o la noble historia de Lusignan. Prólogo a la edición de Carlos Alvar. Ediciones Siruela, 1985
Valérie Michelle Wilhite. La metamorfosis de un hada: Melusina en las versiones medievales de Jean D’Arras y Coherente y en El Unicornio, de Mújica Lames. Miami Universität. Revista Forma. vol.03 primavera 2011
A.S.Byatt. Posesión: un romance. Anagrama, 2001