Dolors Monserrat, la nueva ministra responsable de igualdad, se fotografiaba en el Congreso en 2012 con la Coordinadora de Entidades por la Igualdad, junto a otros insignes aún hoy diputados, como Toni Cantó, ya conocidos por su afinidad con postulados de estos colectivos.
Estas plataformas, coordinadoras y sus integrantes son los que enarbolan la bandera de las denuncias falsas de violencia de género, de que la igualdad que se pretende ahora discrimina a los hombres, los de las feminazis, la custodia compartida impuesta y el Síndrome de Alienación Parental (SAP), los del Juez Serrano… son los de la «ideología de género», los que pretenden desconfigurar el feminismo a base de difamaciones y reducciones al absurdo.
En las páginas web de estas plataformas (Plataforma por la igualdad, Projusticia, etc.) pueden encontrarse referencias al “feminazismo”, al supuesto negocio en torno a las casas de acogida y al maltrato, a la discriminación que sufren los hombres en el ordenamiento jurídico…
Basta googlear «ideología de género» y echar un vistazo a lo que nos ofrece la red, para hacerse una idea rápida de por dónde caminan y hasta dónde pueden llegar. Y es que bajo este paragüas se cobijan desde posturas católicas y fuentes vaticanas (donde se gesta el concepto) a otras supuestamente más modernas, con discursos pretendidamente igualitarios (posmachismo).
Bajo este paragüas se cobijan desde posturas católicas y fuentes vaticanas (donde se gesta el concepto) a otras supuestamente más modernas, con discursos pretendidamente igualitarios (posmachismo).
Lo de la «ideología de género» se lo hemos escuchado a los obispos, a los pro-vida, al Foro de la Familia, a quienes estaban en contra de la Educación para la Ciudadanía o el matrimonio homosexual. También a magistrados (ojo con esto), o a afamados tertulianos o periodistas (algunos además fundadores de partidos), desde Arcadi Espada a Sostres, pasando por Carlos Herrera (quien por cierto presentó el libro «La dictadura de género. Una amenaza contra la justicia y la igualdad» del ignominiosamente rehabilitado Juez Serrano) así como a personalidades políticas, de forma más o menos explícita, como el mencionado Toni Cantó.
Merece la pena plantearse qué tipo de visión sobre la sociedad comparten quienes abogan por la “ideología de género”.
Se encuentra en el trasfondo de planteamientos del PP, UPyD y ahora Ciudadanos (este último llevaba en su programa electoral la asimetría penal de la Ley de Violencia, que tuvo que rectificar, al menos estéticamente).
No podemos pasar por alto lo del discurso pretendidamente igualitario porque se utiliza el lenguaje de la confusión bajo la premisa de «igualdad real», con planteamientos que conectan en ocasiones con mitos socialmente aceptados y que suponen una barrera para el conocimiento de la realidad, y por tanto, imposibilitan intervenciones eficaces.
De hecho, en algunos de estos discursos vamos a encontrar, otorgando esa pátina de modernidad (que seguramente suponga el mayor riesgo precisamente porque se camuflarán con algunas reivindicaciones deseables) la defensa de medidas de conciliación o el fomento de la paternidad responsable e implicada con la crianza, por ejemplo.
Pero en el trasfondo de todo ello están, en mayor o menor grado, las siguientes premisas. Y ante ellas deben encenderse las alarmas:
1. Las denuncias falsas de violencia de género. Seguirán insistiendo aunque supongan el eximio 0,0079% de los procedimientos, como indica la Fiscalía General del Estado. Y aunque esta última lleve años advirtiendo de este mito.
2. El Síndrome de Alienación Parental (SAP). Consistiría, simplificando, en la manipulación de los hijos e hijas de uno de los progenitores para ponerlos en contra del otro, y aunque lo planteen en términos neutros, casualmente (oh sorpresa), el papel de progenitor alienador siempre corresponde a las madres (de hecho su antecedente parece ser que es el “síndrome de la madre maliciosa”). El supuesto SAP no está reconocido ni avalado por la comunidad científica. A pesar de esto, llega a utilizarse en sentencias judiciales. Ante este hecho ha advertido también el Consejo General de Poder Judicial.
3. Negación de la existencia de violencia “de género” y su equiparación a cualquier otro tipo de violencia. Se empieza por un “No a la violencia en todas sus manifestaciones » y se termina con que la violencia de género es un invento para atacar a los hombres y hay que derogar la ley. Y es que ¿quién no está «en contra de la violencia en todas sus manifestaciones»? otra cosa es que sea necesario un tratamiento legal diferenciado para atender a sus peculiaridades, (como pretende hacerse por ejemplo con los delitos de odio).
4. La idea de que la igualdad es de sentido común, o que la sociedad avanza sola en estas cuestiones sin necesidad de intervención. Como si el hecho de que las mujeres podamos trabajar, casarnos con quien queramos y si queremos o ir a la universidad, por poner algunos ejemplos, no fuera el resultado la lucha del movimiento feminista, sino concesiones bondadosas u otorgamientos divinos. Como dice Amelia Varcálcel, “no conozco casi nada que sea de sentido común. Cada cosa que se dice que es de sentido común ha sido producto de esfuerzos y luchas de alguna gente por ella”.
5. Y por último, como (en las democracias occidentales) hemos conseguido la igualdad legal, aludir a la desigualdad estructural de las mujeres es victimizarlas, y las reivindicaciones feministas actuales son revanchistas y “contra las hombres”.
Es relevante conocer qué implican estos postulados y quiénes los comparten. Más aún si están en las instituciones. Especialmente cuando van a ocupar un ministerio responsable de desarrollar las políticas relacionadas con la igualdad entre mujeres y hombres, y con la lucha contra la violencia de género.