Recuperamos la memoria de Consuelo Berges, traductora de Stendhal y Proust

Redacción Tribuna
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La semana pasada se cumplía el centenario del nacimiento de la escritora mexicana Elena Garro y las redes se hacían eco de la crítica a la faja que acompañaba una de sus obras reeditada, en la que Garro figuraba como “mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares”. La editorial, ante la polémica generada, retiraba la falda del libro reconociendo el error de haber definido a la escritora a partir de su relación con otros autores.
Reconocer a  escritoras como Elena Garro, exige que se las trate de la misma forma que a los escritores. Sobre todo, cuando hablamos de escritoras que no han tenido el reconocimiento que merecían debido, en gran parte, a haber sido invisibilizadas por esas figuras literarias masculinas “de renombre”. La invisibilización es aún mayor cuando en lugar de escritoras hablamos de las traductoras, aún menos conocidas. Es el caso de Consuelo Berges, traductora y escritora, cuya figura recuperamos aquí hoy.
consuelo-bergesBerges nació en Ucieda, Cantabria, en 1899. Estudió en la Escuela Normal de Maestras, que contaba con profesoras y profesores que seguían los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza.
Comenzó su trayectoria como articulista en “El Sol” de Madrid o “La Nación” de Buenos Aires” encontrándose entre sus amistades mujeres ilustres de la época como Rosa Chacel, María Zambrano o Clara Campoamor. En 1926, emigra a Perú en la época de Primo de Rivera, y viaja por América Latina donde, entre las muchas actividades a las que se dedica,  está la de dirigir la revista “Cantabria” en Argentina y su colaboración con la Institución Cultural Española. Vuelve a Madrid en 1931, acudiendo a la llamada de Clara Campoamor que la invita a colaborar en la nueva República, aunque Consuelo Berger rechazó los cargos que Campoamor le propuso.
stendhal-consuelo-bergesMientras su vida continúa siendo una continua batalla por ejercer su profesión y mantener sus ideales (en 1939, huye a Francia donde vive en el exilio),  traduce a autores como Saint-Simon, Flaubert y a los que fueron sus “escritores estrella”, Proust y Stendhal.
Cuando en 1983, Maruja Torres la entrevista en su casa (sin que ella permita  que la fotografíe) la traductora se queja de que el Ministerio de Cultura le había enviado una carta con un formulario para que rellenara y pudieran enviarle “el diploma correspondiente”. Dicho diploma era la medalla de plata al Mérito en Bellas Artes.
Consuelo Berges muere en 1988, dejando unas traducciones cuidadas y respetuosas con el ritmo y la personalidad de Proust y Stendhal, dos autores, entre otros, a los que admiraba. Una mujer que, como la describía Maruja Torres, tenía “un orgullo grande y un carácter de mujer de una pieza”. Una traductora que merece la pena recuperar y reconocer.
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