Son muchas las mujeres de India que alzan la voz exigiendo el fin de todas las costumbres patriarcales que limitan su autonomía. Estas desigualdades tienen un denominador común: el sistema de castas.
Se cree que tiene su origen hace dos mil años en las zonas de India y Nepal. En sus inicios la casta se correspondía con la ocupación, pero pronto se convirtió en algo estrictamente hereditario. Por ello, la posición social de cada persona permanecía inalterable. Las castas más altas están formadas por personas del mundo académico y militar, las más bajas, por artesanas y siervas. Por último la capa más baja y humilde de la sociedad, conocidas como ‘intocables’ o ‘parias’.
La edad y la situación socio-económica son factores determinantes a la hora de analizar su realidad.
Antes del parto y en los primeros años de vida
En India, dar a luz a una hija es una carga económica, tener a un hijo, una suerte. Esto, como muchas otras brechas entre hombres y mujeres, se explica a través de la dote. Se trata de bienes tales como dinero u objetos de valor que la mujer debe entregar a su futuro marido debido al acuerdo matrimonial. Fue prohibida en 1961, pero se sigue dando en la mayoría de casos. La cantidad suele variar en función del estatus social y la casta del marido.
Las mujeres con menos recursos tienen una dificultad añadida: deben pagar a su futuro marido a pesar de la limitación económica que padecen. Esto da como resultado abortos selectivos, asesinatos y abandonos.
Infancia y adolescencia
La educación está garantizada de manera gratuita hasta los 14 años. En muchos casos, a partir de esa edad, la población de las castas más humildes se ve obligada a abandonar sus estudios. Muchas familias ven más útil y necesario que una mujer sea capaz de realizar las tareas domésticas con soltura antes que recibir una educación integral.
Esto explica que la tasa de alfabetización femenina sea de un 67,6% según datos de UNICEF.
Según La Fundación Vicente Ferrer, el 80% de las uniones matrimoniales son acordadas o concertadas. En la mayoría de los casos, los cónyuges no se conocen hasta pocos meses antes de la ceremonia. Muchas parejas ven frustrados sus deseos de casarse al pertenecer a castas diferentes. En India, renunciar al matrimonio no es una opción. Las personas solteras están mal vistas en todas las capas sociales.
Después del matrimonio
La mujer recién casada debe ir a vivir con la familia del marido, en vez de permanecer con su familia de origen.
Los feminicidios en India muchas veces esconden intereses económicos. Según la Oficina Nacional de Registro de Delitos de India en el año 2009 se produjeron 8239 feminicidios por dote, 1285 intentos de asesinato y hay 4890 casos pendientes de investigación. El razonamiento que siguen los agresores es la búsqueda de beneficio económico. Al ocultar el asesinato cometido como un accidente doméstico pueden volver a contraer matrimonio y, por consiguiente, recibir de nuevo la dote.
Como viuda
Las mujeres viudas son marginadas y excluidas. Esto ha llevado a la aprobación de leyes en defensa de sus derechos. Aún así, siguen siendo insuficientes para garantizar su libertad y seguridad. Algunas son repudiadas por sus familias y condenadas a vivir confinadas en ciudades como Varanasi o Vrindavan.
La discriminación hacia las viudas tiene su expresión más cruda en la práctica, prohibida en 1829, sati. Se trata de una reproducción radical de la idea de dependencia y fidelidad conyugal que la mujer debe al marido. Este acto consistía en inmolar a la viuda y después arrojarla a la pila funeraria de su difunto marido. La idea de esta práctica es clara: si el marido muere, la mujer, en tanto que es su propiedad, también debe hacerlo. Pese a su prohibición, se han detectado casos en la actualidad.
La revolución de los saris rosas
En el norte de India nació la revolución de los saris rosas. Bajo el nombre Gulabi Gang, este grupo de mujeres, se ha organizado contra todo aquello que limite su independencia y capacidades.
“Cuando era joven en casa me advertían que tenía que esperar a que todos los hombres de la mesa empezaran a comer para poder empezar yo: decidí rebelarme contra ello”, nos cuenta Sampat Pal, fundadora de la organización. Ese tipo de conductas fueron las que le llevaron a emprender su lucha. Vestidas con un sari rosa, armadas con un lathi (bastón tradicional) y cargadas de compromiso, han conseguido atemorizar a muchos maltratadores.
Sus objetivos son clave: fomentar la independencia y empoderamiento de las mujeres. “A muchas de nosotras nos negaron una educación completa, especialmente sobre nuestros derechos. Por eso creemos que es importante informarnos entre nosotras y sentirnos apoyadas para enfrentarnos a los maltratadores” sostiene la fundadora.
Junto a ella, muchísimas guerreras sueñan con una India más justa y equitativa. Mujeres anónimas que se niegan a permanecer pasivas mientras les niegan el acceso a la educación, les imponen la maternidad y el rol de esclavas del hogar desde su infancia.
La situación de la mujer en la India, un continente, más de 1.000 millones de habitantes, la violencia es salvaje, brutal, irracional, aborto selectivo, por sexo, aunque esté prohibido. Millones de niñas exterminadas, antes de nacer. Es perverso.