Comentarios de mierda a la altura de mi falda

Lara Alcázar
Lara Alcázar
Representante FEMEN en España.
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Caminar por la calle en estos días en los que las temperaturas han subido se vuelve un auténtico reto para las mujeres. Si bien estamos en el derecho pleno a vestirnos como nos de la gana, eso no nos libra de actitudes que nos hacen sentir incómodas e incluso culpables por ello.

Nuestro cambio de vestuario hacia pantalones cortos, vestidos, blusas finas y transparentes, que dejan al aire más carne que en invierno, es bonito y alegre; sin embargo, las actitudes machistas que se desatan a causa de este fenómeno veraniego son simplemente asquerosas.

El acoso callejero se aplica de muchas formas distintas: desde el piropo no deseado ni consentido hasta la persecución.

El acoso callejero se aplica de muchas formas distintas: desde el piropo no deseado ni consentido hasta la persecución. Pasando por faltas de respeto hacia nosotras, gestos que buscan incomodarnos, intimidación, ocupación de nuestro espacio, contacto físico no permitido…

La cantidad de tela que cubre nuestro cuerpo no determina el nivel de consentimiento. Nuestra ropa no es una invitación a que nos silben, nos piropeen, o nos falten al respeto, porque nos vestimos para nosotras, no para los demás.

Ir con pantalones cortos al nivel de nuestra ropa interior, o vestir escotes kilométricos -dejando a un lado el gusto o un análisis de estilo personal- no equivale a llevar una pegatina en la que se lea “guarra a disposición de tus comentarios sexistas”. Especialmente cuando de manera constante podemos observar hombres por la calle, en parques, corriendo, o sentados tranquilamente, sin su camiseta… Nadie dice nada de esos hombres, que lejos de tener miedo al estigma, al reproche, la gordofobia, o la propia intervención de un agente policial, se exhiben sin temor. Ellos y sus tetas son parte del cuadro costumbrista veraniego.

En un sólo día recuperé un número interesante de testimonios por medio de una petición en redes sociales para compartir experiencias de acoso callejero

Y digo yo… ¿A caso tenemos nosotras la culpa de vivir en un sistema que nosotras no hemos creado, donde se ve nuestro cuerpo como algo equivalente a sexo? Un cuerpo que ha de ser cubierto porque de no ser así, existe una ley social no escrita que permite que ese cuerpo sea violentado y agredido de formas diversas.

Esto no es un berrinche personal, tampoco hablo de casos aislados. En un sólo día recuperé un número interesante de testimonios por medio de una petición en redes sociales para compartir experiencias de acoso callejero.

  1. Una mujer de Madrid cuenta cómo una noche a ella y una amiga suya las persigue y les increpa un grupo de hombres en un coche haciendo comentarios sexistas a lo largo de una calle. Les siguen con el coche, disminuyendo la velocidad, igualándolo a su paso…
  2. Mujer joven camina a plena luz del día vestida con una blusa suelta, transparente. Ésto es el detonante para que se sucedan una serie de comentarios y miradas que se extienden a lo largo de todo su trayecto.
  3. Mujer joven pasa una tarde en la piscina sola. Un hombre la acosa y la observa durante un largo período de tiempo, espera a que se meta en el agua, y la sigue. Una vez sale, sigue de nuevo sus pasos, esta vez hasta su toalla. Él se dirige a ella en un tono y actitud abusivas. Faltas de respeto y comentarios agresivos se suceden hasta que ella logra poner fin a la situación.
  4. Un grupo de hombres que trabaja en la obra de un edificio en el centro de Granada ejerce un acoso verbal sistemático contra las niñas, adolescentes y mujeres que pasan por ese lugar. En muchas ocasiones esas mujeres pasan varias veces a diario por ese punto… El acoso se sucede, y no finaliza hasta que la obra también lo hace.
  5. Una mujer es acosada diariamente por el camarero de una terraza de su barrio. Todos los días por la noche, al volver de su trabajo, la increpa con comentarios machistas y sexistas.

Podría seguir… Con episodios infinitos, en muchas ciudades, con mujeres de distintas edades, pertenecientes a diferentes grupos sociales, religiones, ideologías… Nada importa a la hora de acosar salvo el hecho de que somos mujeres y existe un hombre, o un grupo de privilegiados, que se imponen violentamente en el espacio público para hacer ver que tienen algún tipo de derecho sobre nosotras.

No cambiemos de acera porque uno de ellos nos lance un comentario sexista, paremos, contestemos, resistamos y preguntemos por qué esta haciéndonos esa mierda de comentario machista.

Y no, no es así. Nadie más que nosotras tenemos soberanía sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro ser individual. Somos nosotras, libres, y ciudadanas, las que debemos defender que somos iguales en derechos a ellos, y que bajo ningún concepto pueden violarnos.

No tenemos que abandonar nuestro lugar porque un hombre nos moleste con sus comentarios, sino hacerle callar, contestando, y reivindicando nuestro derecho a estar molestas, enfadadas y ofendidas por su mierda de comportamiento.

No cambiemos de acera porque uno de ellos nos lance un comentario sexista, paremos, contestemos, resistamos y preguntemos por qué esta haciéndonos esa mierda de comentario machista.

No pasemos de largo si un hombre nos hace gestos que nos ofenden hacia nuestro cuerpo o nuestra apariencia, pongámonos de frente, y preguntemos por qué está haciendo esa mierda gestos que nos agreden como personas con derecho a caminar tranquilamente por la calle (que también es nuestra y nos pertenece).

Tenemos derecho a ver la calle como espacio seguro libre de agresiones sexistas, sean del tipo que sean, sin necesidad de un guardián… ¿Y qué es un guardián?

Un guardián es aquel hombre que camina contigo y que supone para el resto de hombres un elemento que les hace prescindir de cualquier tipo de acoso que pudiera haber ocurrido en situación de soledad por parte de la mujer. Un guardián garantiza que esos hombres le identifiquen a él como igual y por tanto, él legitima que la mujer aparezca dentro del espacio público con determinada apariencia física y determinada imagen.

Ni si quiera se reconoce mínimamente el derecho de las mujeres a vestir y caminar por la calle como decidan, por el contrario necesitamos un aval varón que respalde nuestra aparición pública. Incluso me atrevo a decir “un defensor” a los ojos de aquellos hombres que acosan, capaz de desviar acciones agresivas, puesto que para algunos nuestra negativa y respuesta no es suficiente.

Ni si quiera se reconoce mínimamente el derecho de las mujeres a vestir y caminar por la calle como decidan, por el contrario necesitamos un aval varón que respalde nuestra aparición pública.

Por todo esto, y todo lo demás, debemos resistir, contestar, y defendernos con más fuerza si cabe. Obligarles a entender que no aceptamos su acoso. Plantar cara a diario, a pesar de que suponga un esfuerzo para nosotras, e incluso en algunas situaciones, un enfrentamiento que pueda hacernos perder varios minutos de nuestro tiempo… Pero todo esto hemos de hacerlo para demostrar que no estamos dispuestas a desaparecer del espacio público porque haya hombres que no sepan convivir con mujeres en el 2017.

No vamos a dejar de vestir como queremos porque exista una cultura de la violación que se legitima en el discurso patriarcal a diario.

¡Más faldas, más pantalones cortos, más vestidos, y menos machismo!

 

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