Economía “Bro”

María Luisa Latorre
María Luisa Latorrehttps://noaledadismo.com/
Feminista, profesora de inglés y antes profesional del marketing. Vive actualmente en Cádiz tras más de veinte años en Estados Unidos, cuatro en Reino Unido y tres en Japón.
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Estos últimos días he estado pensando mucho en mi madre. Más de lo normal, que ya es bastante. Y es que estoy viendo cómo en mi vida se repiten algunas de las experiencias por las que ella pasó cuando tenía mi edad. Yo, que era adolescente entonces, lo viví muy de cerca.

Mi madre a la edad de 46-47 años (yo tengo ahora 47) sufrió, como tantas mujeres, discriminación laboral. Ella había sido una mujer educada para ser una gran dama de la clase alta-media, pero la vida y el sistema patriarcal tenían otras ideas y tras ser abandonada por su marido con tres hijxs, hubo de buscarse los garbanzos. Ella era bilingue inglés-castellano, pero aparte de eso no poseía estudios ni experiencia laboral. Eso y el no tener a nadie que se ocupara de sus pequeñxs mermó considerablemente las posibilidades de empleo. Cuando ya por fin teníamos una edad en la que nos podíamos cuidar solos, estuvo trabajando en ocupaciones a nivel precario, pero ya por fin había acumulado algo de experiencia que tal vez le procuraría un trabajo más seguro. Durante una pequeña época, trabajó para una empresa inglesa desde el Sur de España y de allí surgieron otras oportunidades, las cuales tras un tiempo, de repente, poco a poco fueron disminuyendo. A medida que se acercaba a los 50, la situación se ponía peor. Intentó la vida de autónoma, pero viviendo en una ciudad andaluza extremadamente patriarcal, sin contactos ni ahorros suficientes, estaba muy limitada.

Había llegado la jubilación sin cotización ni derechos, la llamada precarización de la feminidad y la consumió entera. Lo único que se podía añadir a la pobreza era la enfermedad, y ésta no tardo en llegar.

Muy pronto se encontró con el muro. Los pocos contactos que tenía desaparecieron y con ellos, su identidad laboral. Además, a su “avanzada” edad, mi madre era ya demasiado mayor para ser follable y para dar más hijos e hijas al sistema – el único interés que tiene el capitalismo patriarcal por las mujeres. Había llegado la jubilación sin cotización ni derechos, la llamada precarización de la feminidad y la consumió entera. Lo único que se podía añadir a la pobreza era la enfermedad, y ésta no tardo en llegar.

En esto he estado pensando últimamente, y es que amigas, yo tambien estoy sumida en el mundo del trabajo precario aquí en Inglaterra. Nunca pensé que me fuera a pasar a mí, que al contrario que mi madre, sí tengo una carrera universitaria (hecha en EEUU, nada menos), y muchos años de experiencia sólida laboral desarrollada mayoritariamente en ese país americano.

Pero el neoliberalismo y el patriarcado siguen avanzando inexorablemente; si no te rechazan por ser mujer lo hacen por la edad o por las dos cosas. Eso era así hace 30 años y es así ahora.

La cultura “bro”

Cuando mi madre era joven existía el patriarcado, por supuesto, pero laboralmente era una versión distinta. Las mujeres trabajadoras eran más invisibles y se veía “normal” y justificado el discriminarlas. Después de todo ellas “le estaban quitando el trabajo a los hombres”. Se supone que la generación actual ha conseguido la paridad (como diría la Presidenta del PP de Madrid Cristina Cifuentes, que ya esta todo conseguido). Pero no es así. Ahora existe otra versión más moderna, con tatuajes y cortes de pelo hipster pero igual de misógina que la otra: la cultura de los “bros”.

Este nombre viene de la palabra “brother”, que significa hermano, y en España se podría traducir como “colega”. Dícese de los hombres heteros y su apoyo mutuo de una manera que no amenaza su sexualidad. Pero va mas aún de la simple amistad entre hombres, es una hipermasculinidad que se ve mucho en el mundo anglosajón entre hombres jóvenes, blancos y con dinero y que el ambiente laboral fomenta con su alta competitividad e individualismo. Es un comportamiento en el que priman las decisiones temerarias, los riesgos innecesarios y el desprecio a las mujeres, personas mayores y minorías de color. Prospera gracias al capitalismo y se suele dar mucho en uno de los sectores ecónomicos más lucrativos de la actualidad: el de la tecnología. En Silicon Valley, California, muchas mujeres han luchado por abrirse camino como programadoras e ingenieras, y han tenido que abandonar sus carreras en un ambiente en el que aguantan el mismo acoso sexual, la misma discriminación que en otros trabajos. Pero el caso es que estas trabajadoras participan en una industria innovadora y moderna, con una generación brillante de chicos jóvenes, en muchos casos hijos ellos mismos de madres que han trabajado fuera de casa. Se supone que debería ser un ambiente más abierto a ver ingenieras en sus filas.

La cultura “bro” significa que en realidad estamos hablando de una cultura tóxica en la que los “colegas” no solo no sufren consecuencias sino que son compensados por comportarse de una manera temeraria e irresponsable, con tal de que traigan beneficios económicos. La industria de la tecnología mueve muchos billones de dólares y en la mayoría de los casos, esas empresas (o “start-ups”), las cuales crean productos que todas y todos usamos todos los dias están infectadas con este ambiente tóxico: Hubspot, Uber, Tinder, Google, etc. Y no hace falta ser un chico de unos 30 años para ser un “bro”. Otros sectores estan dominados por “bros” o por hombres mayores que siguen pensando que son “bros”. Yo hasta me atrevería a afirmar que Trump es uno de ellos. El hecho de que los sectores de la economía más innovadores y lucrativos estén en manos de un selecto club, formado por hombres jóvenes y ricos, que desprecian a las minorías, a las mujeres, y a las personas de más de 40 años sin duda contribuye a que grupos enteros de la sociedad sean excluidos en otros campos más allá de lo tecnológico.

El hecho de que los sectores de la economía más innovadores y lucrativos estén en manos de un selecto club, formado por hombres jóvenes y ricos, que desprecian a las minorías, a las mujeres, y a las personas de más de 40 años sin duda contribuye a que grupos enteros de la sociedad sean excluidos en otros campos más allá de lo tecnológico.

Por desgracia para mí, yo me dedico al márketing, y en esta profesión los tentáculos de los “bros” son muy obvios. Es una industria “sexy y joven”. Respondiendo a anuncios de trabajo, escaneo las websites de agencias de márketing, y veo una y otra vez que los equipos están formados por personal por debajo de los 30 años, sobre todo chicos, con físicos esculpidos a base de pesas y con tatuajes y barbas. Ni me molesto en mandar mi CV. Se que no me llamarán, y que si lo hicieran, lo pasaría fatal, como me ocurrió en uno de mis trabajos recientes, una verdadera factoría de “bros” donde los hombres poseían los puestos mejores pagados, los cuales les estaban prohibidos a las mujeres, y es que el jefe pensaba que nosotras no somos lo suficientemente inteligentes para entender de tecnología. Los comentarios machistas y homófobos estaban a la orden del día, así como los relatos de los viajes a ferias que acababan con borracheras del departamento entero. Era frecuente, a la hora de la comida, ver a estos clones riéndose compartiendo con sus móviles vídeos pornos en el comedor. Los gerentes de la empresa, lejos de castigar este comportamiento, lo alentaban, ya que esta chulería traía beneficios para la compañía.

El “palabro” de moda que se repite una y otra vez en el mundo de la tecnología es “disrupción”. Se supone que todo lo relacionado con la tecnología es “disruptivo”, va a romper con todo, va a revolucionar, innovar, cambiar el mundo. Pero lo cierto es que para que la tecnología realmente cambie cosas, deberia empezar por deshacer la alianza capital + patriarcado. Hasta que eso ocurra, por mucho que la misoginia se vista de hipster, misoginia se queda.

Igual que hace 30 años.

 

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