La mercantilización del feminismo

Carmen Blanco Grigelmo
Carmen Blanco Grigelmo
Activista feminista y antiespecista. Enamorada de la lucha de las mujeres de India y de viajar siempre lo más lejos posible. Estudiante de Filosofía y Derecho en la UCM
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En los últimos días se ha hecho viral una polémica impulsada por el youtuber King Jedet. Se trata de una nueva camiseta que ha sacado El Corte Inglés en la cual se puede leer “feminist”, con la palabra “fun” encima, formando algo así como “funminist”. Acostumbradas a que nos llamen amargadas, rabiosas y fracasadas por ser feministas parece que el mensaje es algo como “el feminismo de verdad es divertido” o “sé feminista, pero también divertida”. Sea el que sea, es importante explicar por qué al Corte Inglés el feminismo le importa poco.

Detrás de esos espléndidos escaparates no hay nada que se parezca al feminismo y con esto me refiero, por ejemplo, al caso de acoso sexual que toleraron en Altamira (A Coruña). Como informaban en Infolibre, la víctima tuvo que pedir la baja “por un trastorno adaptativo mixto de predominio depresivo”. Pero además, si detrás de estos grandes almacenes hubiera un ápice de feminismo, ¿obligarían a muchas trabajadoras a llevar tacones?, ¿te comentarían los jefes lo que piensan sobre tu físico?, ¿habría una amplia y aplastante mayoría de hombres en los altos cargos?, ¿seguiría siendo obligatorio el maquillaje y el uniforme de falda y medias transparentes?, ¿te dirían que para una promoción das con el perfil porque “eres muy guapa”?, ¿venderían camisetas con frases como “Bonita como mamá”, “Inteligente como papá”? o ¿aceptarían comercializar libros sobre como «curar» la homosexualidad ? La respuesta es NO.

Poner “Feminist” en una camiseta mientras sometes a las trabajadoras a condiciones laborales pésimas exigiendo que pasen 8 horas subidas a unos tacones sin quejarse, no tiene nada de “feminist”.

A las grandes multinacionales, ni les importa, ni les conviene el feminismo. Al menos, no con un mínimo de coherencia. Poner “Feminist” en una camiseta mientras sometes a las trabajadoras a condiciones laborales pésimas exigiendo que pasen 8 horas subidas a unos tacones sin quejarse, no tiene nada de “feminist”. Representan una visión deformada, corrupta y capitalista del feminismo, que lejos de sumar a la lucha por visibilizar nuestro mensaje, hace que muchas personas crean que es posible explotar y cosificar a las mujeres y a la vez autoproclamarte feminista. Hacen creer que las mujeres ya hemos conquistado todos nuestros derechos y los jefes trajeados son nuestros aliados. Esos a los que tienes que sonreír digan lo que digan, no vaya a ser que tu sueldo de 4’5 euros la hora peligre.

Por desgracia, El Corte Inglés no es la única empresa que practica el purple washing. Stradivarius, Bershka, Mango o Primark ya tienen sus camisetas con slogans como “Everybody should be feminist” o “Girls Can Do Anything”. Resulta irónico eso de “las chicas pueden hacer cualquier cosa”. Supongo que querrán decir cualquier cosa menos encontrar una talla que se ajuste a nuestro cuerpo, si nos salimos un poco de los cánones de belleza o quejarnos de que los pantalones sean cada vez más estrechos y nos digan que el problema está en nuestro cuerpo.

Por desgracia, El Corte Inglés no es la única empresa que practica el purple washing. Stradivarius, Bershka, Mango o Primark ya tienen sus camisetas con slogans como “Everybody should be feminist” o “Girls Can Do Anything”.

La denuncia de la patente y visible mercantilización del feminismo, también tiene que pasar por señalar a las empresas que esclavizan fuera de nuestras fronteras. El escándalo de Inditex en Brasil, la tragedia en Bangladesh y otros muchos casos, tienen que tener relevancia en nuestro consumo y discurso.

Nasreen Sheikh es una de esas mujeres que se vio obligada a trabajar en el sector textil en Kathmandú, Nepal. Comenzó a trabajar a los 12 años en una fábrica de ropa: “Mi hermano y yo vivíamos y trabajábamos en una habitación de 10×10. Tenía que comer y dormir sobre pilas enormes de ropa sin saber a dónde se enviarían”. Cuando fue por primera vez a EEUU y entró en una tienda comprendió la desconexión que existía tanto allí como en Europa con las niñas trabajadoras: “Me rompió el corazón pensar que la gente compra sin pensar dónde se fabrica y en qué condiciones. Es Asia es muy común que los jefes no paguen a las trabajadoras y las jornadas de trabajo suelen ser de 12 a 15 horas diarias”.

Necesitamos un feminismo para todas. Que no deje fuera a las de talla XS, M ni XXXL. Tampoco a las que llevan tacones por obligación y aguantan a sus jefes babosos todos los días, ni a las de viven fuera de Europa y EEUU. Necesitamos un feminismo inclusivo e interseccional y éste nunca estuvo ni estará en venta.

 

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