Se preguntaba Javier Cercas en su artículo “Feminismo Salvaje”, publicado hace unas semanas, por qué las mujeres “después de siglos de maltrato y explotación despiadados”, seguimos aguantando, cuidando y queriendo a los hombres.
Me gusta que escritores hombres a los que leo escriban sobre feminismo. Me gusta cuando lo nombran y lo promocionan, y me gusta que se posicionen como feministas, sobre todo si lo hacen de forma autocrítica y reflexiva Además, más o menos siempre intuyo que escritores a los que leo habitualmente o rondan el término o son directamente feministas. Pero una nunca sabe cuánto ni cómo.
Leí con aprobación el artículo de Javier Cercas, pero cierta obligación moral-feminista me ha animado a escribir para puntualizar en algún caso, ampliar en otro, lo que el escritor exponía.
Leí con aprobación el artículo de Javier Cercas, pero cierta obligación moral-feminista me ha animado a escribir para puntualizar en algún caso, ampliar en otro, lo que el escritor exponía.
Aclaro que esto es que presento a continuación no es una réplica de feminista mosqueada, Javier. Le leo todos los domingos. Su libro de “Anatomía de un Instante” me pareció extraordinario. Me lo leí 3 veces, lo recomendé más de 10.
Pero voy a lo que voy:
Sí, las mujeres hemos sufrido siglos de maltrato y explotación: seguimos sufriéndolos. Aquí algunos datos: 41 mujeres asesinadas en lo que llevamos de 2017, 6 menores y 17 niños y niñas que han quedado huérfanos por violencia de género. Más de 3.400 mujeres atendidas al año por agresiones sexuales, según datos de la Federación Stop Violencia Sexual.
Además de violencia de género, sufrimos discriminación en ámbitos como el laboral, el económico y el cultural, por mencionar algunos.
Aun así, seguimos aguantando a los hombres: “aguantar” es un verbo feo. Pero sí, las mujeres aguantamos, y mucho, a los hombres. Nos han educado para eso. Para aguantar. En ocasiones, aguantamos o, por buscar sinónimos, toleramos y soportamos comportamientos machistas y discriminatorios porque, por ejemplo, queremos mantener nuestro puesto de trabajo. O porque, aunque tienes muchas ganas contestar al tío que no para de decirte barbaridades, no estás segura de lo que puede hacerte si le mandas a la mierda.
Aun así, os seguimos cuidando: efectivamente. Os cuidamos cuando sois menores, en un porcentaje mayor que los hombres (37.531 mujeres cogieron una excedencia por cuidado de hij@s en 2016, frente a 2.986 hombres). Os cuidamos cuando sois mayores y/o dependientes, en un porcentaje mayor que los hombres –8.421 excedencias de mujeres por cuidado de familiares, 1.599 hombres– (1). Y en general os cuidamos a todas las edades mucho más de lo que nos cuidáis nosotras a vosotros –el 54% de las mujeres son las principales responsables de las tareas reproductivas, frente al 17% de los hombres– (2).
Porque, qué son las tareas reproductivas si no tareas de cuidado y mantenimiento de la (calidad de) vida, así como fuente inagotable de conflictos y rupturas de muchas de las parejas que conozco.
Los hombres sois muchos y estáis por todas partes. Y aunque con algunos tengamos claro que queremos que corra el aire, que al enemigo ni agua, también tenemos ejemplos de hombres cercanos y no tan cercanos, que nos respetan e intentan entendernos
Os seguimos queriendo: los hombres sois muchos y estáis por todas partes. Y aunque con algunos tengamos claro que queremos que corra el aire, que al enemigo ni agua, también tenemos ejemplos de hombres cercanos y no tan cercanos (como por ejemplo, de escritores a los que leemos que a escriben de feminismo), que nos respetan e intentan entendernos (aunque a veces la posición de privilegio no reconocida les impida ponerse en nuestro lugar como a nosotras, feministas, nos gustaría).
Estos últimos, son, en su mayoría, merecedores – claro que sí, hombre- de amistad, cariño y amor, aunque somos conscientes de que con ellos, a pesar de todo, tenemos que tirar de labor pedagógica y santa paciencia.
“Lo que de ninguna manera puedo entender (…) es que las mujeres no nos hayan prohibido de manera terminante el acceso al poder”: bueno, para prohibir acceder al poder, primero hay que llegar a él y no lo estáis poniendo fácil. No es una operación sencilla, nos está llevando siglos, pero estamos en ello.
“… ni nos hayan castigado a fregar suelos de rodillas durante los tres próximos siglos”: fregar suelos de rodillas se me queda corto para lo que le haría yo a algunos hombres. A los que hacen daño, chulean, degradan. Pero también a los que parece que están de nuestro lado, pero no lo están, los que nos decepcionan, los que nos fallan.
(Muy a mi pesar, en el fondo sé y predico que la violencia no es el camino para nada, tampoco para el feminismo).
Contaba también en su artículo que tener una hija adolescente es útil para que algunos hombres renieguen de ser machistas. En concreto habla de uno de sus amigos que ha creado una Asociación de Padres de Hijas con el lema “Capar, capar, capar”.
No voy a entrar a debatir por qué la castración química no es una solución para acabar con los agresores sexuales -porque lo que estos persiguen no es el placer sexual genital si no el placer sexual a través de humillar y ejercer poder-. Pero creo que le deberías explicar a tu amigo que, en realidad, un hombre reniega del machismo y puede autoproclamarse feminista cuando cree firmemente en la igualdad de género y percibe la violencia y la discriminación, no cuando quiere convertirse (otra vez) en el protector máximo de hijas, hermanas y primas.
Porque si no, al final, a las chiquillas se las llena de miedos, en lugar de enseñarles a prevenir situaciones de riesgo y de transmitirles el derecho de decir alto y claro: “que no, coño, que NO”.
Lo que sí que creo que sería una buena idea es la de montar una asociación de padres con hijos varones adolescentes en las que los papás feministas les enseñen, por ejemplo, que las relaciones sexuales tienen que ver con el respeto, la intimidad, el consentimiento, y el placer mutuo.
Lo que sí que creo que sería una buena idea es la de montar una asociación de padres con hijos varones adolescentes en las que los papás feministas les enseñen, por ejemplo, que las relaciones sexuales tienen que ver con el respeto, la intimidad, el consentimiento, y el placer mutuo. Y que les enseñen también que en las relaciones de pareja es mejor y más sano sustituir al macho posesivo e inseguro por el hombre generoso y libre.
Que además así van a estar más tranquilos y se lo van a pasar mejor.
Y esto lo pueden hacer, lo podéis hacer muchos hombres que sois, como decías en tu artículo “machistas por defecto” porque ya el tiempo es otro y el sistema patriarcal tradicional en el que os (nos) educaron, al menos, está destapado, que no destruido. Aún.
Termino pidiéndole que, por favor, siga escribiendo artículos como éste, que son bien recibidos. Y siga acompañándonos en nuestro feminismo salvaje, extremo, radical. Feminismo, al fin y al cabo.
- Informe Sociológico de la Encuesta #Concilia13F, Club de Malasmadres
- Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social.