La Furia nació en el 83. Desde niña tenía una visión combativa, luchadora y feminista. Es decir, que era una chica lista. Pero además, tenía un profundo sentido artístico (muchos dirían poético) de la vida, de sus vivencias… Y la eclosión de todo esto dio como resultado un fenómeno en ebullición que tuvo que inventar espacios y experiencias. Porque no, no había lugar para el rap de mujeres. Así que La Furia, la que conozco yo, nació en 2013 con un disco salvaje, “No hay clemencia” que tuvo que inventar sus propios códigos, después de atreverse a actuar en escenarios donde nunca había habido mujeres.
Hablaba de incomprensión, de anarquía, de feminismo, de rabia deshilvanada en rimas certeras e hirientes.
Ahora La Furia vuelve con un “Vendaval”.
Abre con una intro de imposible saeta gregoriana que precede a “Lo llamáis cielo”, toda una declaración de guerra que continúa con la envolvente “Bruja del norte”, mucho más sombría. Después, en “Cachorras” La Furia da cuenta de sus influencias raciales (Si, le gusta la rumba, el soul, la copla y las copleras). “Mi silencio” es una personalísima oda a la sordidez que hace gala a la vez de una tremenda finura. “Aunque duela” con sus dejes morunos, es nostalgia pura; para después en “Llegando a casa” adentrarnos en la oscuridad de las mazmorras del alma, esas que sabe describir tan bien La Furia. “Quisiera vivir” resulta todo un himno empoderante y “El diccionario de la mala vida” es absolutamente reveladora al decir “Quiero saber más de mi que de nadie…”.
Una producción a cargo de Iñaki Bengoa, grabado en los estudios SHOT de Arrasate (Gipuzkoa), con la impronta salvaje y decidida de La Furia.
Según Diana Aller, «La voz limpia y desgarrada, los coros góticos, el ritmo rabioso y las letras combativas, hacen de este disco un instrumento artístico perfecto para abrir la mente y hablar de cuestionamientos. Un disco que yo obligaba a escuchar a todos los alumnos de secundaria. Sería una forma hermosa de garantizarnos un futuro lógico, artístico, necesario y feminista».