El Consejo de las Mujeres de Cabanillas del Campo y Golondrinas de la RAE han tenido la iniciativa de promover que la Real Academia de la Lengua suba a su diccionario el significado de la palabra sororidad a través de su IX Incursión estacional Golondrinas a la RAE.
Sororidad es un concepto amplio y complejo, pero es una palabra que es uno de mis leif motiv, como una de mis favoritas dentro del vocabulario feminista. Estoy muy orgullosa de que Cabanillas del Campo le pida a la RAE que la añada al diccionario. Dentro de mi compleja relación con el lugar en el que vivo, tierra de cazadores y de gente recia, este sábado sororo me da orgullo de cabanillense por el compromiso feminista que supone hacer una jornada para ello, por tanto, quiero agradecer a Ana Rosa Escribano, Lola Llorca, Maite Layna y Pilar Hernández, técnicas del Centro de la mujer de Cabanillas, que llevan su trabajo silencioso y constante de años empoderando mujeres. También el compromiso institucional del Ayuntamiento de Cabanillas del Campo y, concretando en las personas que son las que hacen la política, a su Concejal de Igualdad, Luis Blanco.
Para hablar de la palabra sororidad hay que tener en cuenta que la historia se ha narrado desde los hombres, sobre los hombres y para los hombres mientras las mujeres éramos un adorno. Se nos ha contado la historia de las grandes batallas, de que nuestro alimento provenía de la caza del gran mamut, mientras que la caza de pequeños roedores, conejos u otros pequeños animales accesibles a todos, o del trabajo “continuo de los días que no tiene fin» como dice Clara Coria, nunca ha sido llevado al relato universal. Las mujeres quedamos fuera, como dice Victoria Sendón, allá por el 3.500 antes de nuestra era, cuando el dios mató a la diosa (en casi todas las mitologías) quedando el dios (varón) como representación de lo más alto y sagrado.
El gran relato se ha construido sobre la fuerza y la depredación. Cuando llegamos a ser ciudadanos en la Revolución Francesa, se crea el lema de Igualdad, Libertad y Fraternidad. En esta fraternidad, que viene de frater (hermano en latín), como escribe muy bien Nuria Varela en Feminismo para principiantes, las mujeres nos quedamos fuera. En los años 70, en la segunda ola del feminismo, Robin Morgan hace una recopilación de escritos fundadores del movimiento, al que da el título genérico de Sisterhood is powerful, traducido al español se traduce como sororidad, que viene de sor, que es hermana en latín.
Este concepto de sororidad se contrapone al de fraternidad, tal y como ha sido tradicionalmente concebida. Quien cree en la fraternidad no cree que lo privado sea público, no cree que los cuidados sean algo que se tenga añadir al relato universal, estos trabajos pequeños sin los cuales el gran guerrero jamás podría haber sido el gran conquistador del que siempre se narran las proezas. Alguien hacía la ropa y cocinaba la dieta cotidiana, pero nunca han incorporado al relato universal a ese alguien, como muy bien relata Katrine Marçal en ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?
Siempre ha habido esta separación entre lo privado y lo público que a las fraternidades tanto les interesa mantener y por esa razón el feminismo, encabezado en este caso por Kate Millet, decidió hacer de lo personal algo político.
Desde el feminismo, con la sororidad, entre otras herramientas que no existían anteriormente, estamos logrando que esta separación entre lo público y lo privado se termine, y gracias a ello se ha podido visibilizar lo que sucedía dentro de las casas, esa esclavitud que había de los hombres sobre las mujeres, esa legitimidad del derecho de corrección que permitía al pater familias cualquier tipo de abuso, al tiempo que a los “que eran buenos” les llenaba de una responsabilidad que ningún ser humano debiera de tener sobre los otros. Derecho de corrección que no se finaliza en nuestro país hasta la reforma del código penal del año 1996, y que legitimaba lo que ahora es un delito: el abuso sistemático de quien más debiera de quererte, cuidarte y protegerte.
La sororidad ha ido consiguiendo también que estemos en lo público. Es la primera vez en la historia de la humanidad que las mujeres vamos entrando de forma masiva en lo público, dejando de ser enemigas entre nosotras, y tejiendo redes de apoyo buscando espacios de cooperación y colaboración. La sororidad es lo que hizo que Julia tirara de las mujeres de Cabanillas del campo en los años 70 para llevarlas a clases de gimnasia y a través de su empuje se creara la Asociación de mujeres La Campiña, que cuanto apoyo y soporte ha ido generando a lo largo de estos años a las mujeres de Cabanillas. Un apoyo inadmisible para las que nacimos súbditas, para aquellas que tenemos en la memoria de la infancia “niña no te sientes con las piernas abiertas”, “niña de esto no se habla” “niña no salgas por la noche sola” “¿Qué hace una mujer honrada en la calle después de las diez de la noche?”, muchas frases con las que hemos convivido y que estamos logrando sacudirnos.
Todo esto se ha logrado gracias a la sororidad. La sororidad está buscando espacios de libertad entre mujeres, espacios de buen trato entre mujeres, está buscando que, si tenemos la misma acción política, aunque no pensemos igual, sí que luchemos codo con codo, está logrando que entendamos que o nos salvamos todas o no nos salvamos ninguna. La sororidad no tiene patria, no tiene bandera, no tiene raza y no tiene religión, emulando a Bunbury.
La sororidad busca que se salven las mujeres de Europa con las de Afganistan, con las de Arabia Saudita, con las de Estados Unidos, con las de Guatemala, con las de Siria… Nos dolemos todas, porque todas somos las que tenemos la capacidad para lograr el cambio. Cuando nos tocan a una nos tocan a todas.
Las feministas españolas tenemos a Marcela Lagarde, antropóloga feminista que nos ha hablado mucho de la sororidad, de quien yo he aprendido a que, aun cuando una mujer no me caiga bien, puedo trabajar con ella, no debo hablar mal de ella, a hacer pactos entre nosotras para superar todo lo que el patriarcado nos enseña, y que tanto le conviene, de que somos “nuestras peores enemigas”, de Marcela Lagarde traigo la definición de sororidad: “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”.
Este sentido libertario de cambio, de conseguir, de momento, la mitad de todo, que nos pertenece por derecho para corregir el déficit democrático que el sexismo provoca. Y una vez que tengamos la mitad de todo, cuando tengamos la misma situación respecto al poder hombres y mujeres, nos sentemos a hablar para lograr una modificación profunda de la estructura, a ver si somos capaces de arreglar este estropicio de mundo desigual que tenemos en este momento, para hacer del mundo un lugar mejor generando una auténtica cultura de paz para todos y para todas.
El hecho de que, desde un pueblo pequeño de menos de 10.000 habitantes, salga una iniciativa hacia la RAE, habla muy bien, no solo de la sororidad entre mujeres en España que está generando una cultura feminista, sino de la capacidad que tenemos las mujeres de, con la que está cayendo estos días a nivel político, entender que tenemos intereses que nos unen por encima de las ideologías y de las políticas desde los hombres, por los hombres y para los hombres.