Hace ya tiempo que venimos observándolo. Y denunciándolo también. En las tertulias de televisión, las mujeres brillan por su ausencia. En estos días en que la pantalla nos ha obsequiado con horas y horas de debates, tertulias y comentarios, lo hemos visto más que nunca. Debates y tertulias donde no había ninguna mujer o donde, de vez en cuando, como una concesión graciosa, había una.
Hablo, claro está, de temas sesudos y profundos. Si hay un debate donde se hable de moda, de trapitos, o de cotilleos de la prensa rosa, ahí están las mujeres, porque nadie parece dudar que de eso sí sabemos. Que parece que alguien tiene decidido que nacemos con un chip que hace que nos interesen los zapatos y los peinados pero no la política ni otras cosas importantes. Acabáramos. Como si una cabeza bien peinada no fuera capaz de pensar o conforme subieran los centímetros de los tacones disminuyera la materia gris.
Durante mucho tiempo, nos lo justificaban con una cantinela, que aún hay quien utiliza cuando de cargos en altas instancias se trata. Eso de que en este país las mujeres no estudiaban y que de aquellos polvos estos lodos y por eso todavía no nos ha llegado el momento.
Pero eso ya no vale. Vivimos en una país donde, afortunadamente, la cuota de universitarias es mayor que la de universitarios, donde en las oposiciones las mujeres ganan por goleada y donde hay muchas más lectoras que lectores. Ya ha pasado el tiempo en que el acceso a la educación superior nos era difícil cuando no imposible y tenemos, cuanto menos, tantos cerebros femeninos brillantes como masculinos.
¿Por qué eso no se refleja a la hora de debatir de temas serios? ¿Por qué siguen empeñándose en que los hombres sean quienes copen –y determinen- las opiniones?. Pues, por más que lo pienso, no se me ocurre otra respuesta que a las mujeres no se nos toma en serio. Que pesa más la opinión de un señor con corbata que la de una mujer con vestido, por más que nos llenemos la boca con cuotas y ley de igualdad. Incluso cuando se habla de temas que nos afectan tanto como el feminismo, la igualdad o la violencia de género.
Si se tratara del acceso a un cargo público, la ley de igualdad obligaría a que se respetasen ciertos porcentajes de presencia de ambos sexos. Sin embargo, nadie parace imbuirse de ese espíritu. Y hora tras hora vemos en nuestras televisiones tertulias con más testorena por metro cuadrado que un campo de fútbol de la única liga que importa en los informativos.
Pero esto no más que un reflejo de lo que sucede en otros ámbitos. En la política, sin ir más lejos, todos los líderes de los grandes partidos son varones, aunque tengan cerca a una mujer como segunda de abordo. Y, cuando es una política quien actúa, siempre hay algún medio de comunicación que centra su atención en su aspecto físico y su ropa. Incluso, para insultarla, el machismo aflora, y, o se la manda a fregar o a limpiar pescado o se la llama puta o zorra por parte de algun tuitero que se cree gracioso. Y la cosa no tiene ni pizca de gracia.
Y es que, si es verdad que todos somos iguales como dice la Constitución –que, por cierto, tiene más artículos que el 155- no hay razon alguna para que no estemos representadas, cuanto menos, en la mitad, siendo consecuentes con la composición de la población. Y si creen que somos diferentes, tampoco hay razón alguna para que se silencie el punto de vista de la mitad de la sociedad.
Que conste que no es patrimonio de una cadena. Cuanto más emiten, más se ve, desde luego. Pero en las todas sucede exactamente lo mismo. Hagan si no la prueba, y verán que en cada tertulia de opinión pretendidamente sesuda el número de mujeres es una o ninguna. Comprobado.
Hay quien propone un boicot. Pero si poco les importa que no salgan mujeres, tampoco albergo muchas esperanza que les importemos las mujeres que decidamos no darles audiencia. Mejor exigirles que sean coherentes con una Constitución de la que hoy habla todo el mundo y que, como decía, tiene muchos más artículos que el que hoy se cita a diestro y siniestro.
¿De verdad es tan difícil dar voz a las mujeres? Hagan la prueba. Tal vez siendo iguales logremos ser mejores.
NOTA: Después de escritas estas líneas, y antes de ser enviadas, pude ver en televisión una tertulia donde el número de mujeres era el mismo que el de hombres. Albricias. Aunque, como nunca dura mucho la alegría en la casa del pobre, mi ilusión se ha venido abajo al ver los informativos de una televisión pública en los que, a pesar de que ayer fue asesinada una mujer en un nuevo caso de Violencia de género, no le concedieron ni un minuto de atención. Aun nos queda un largo camino por recorrer.