Toda opresión crea un estado de guerra.
Simone de Beauvoir.
Una imagen habitual para centrar este argumento que no hemos sacado de la nada. Imagina una calle sin gente o poco transitada de madrugada. Eres mujer. Oyes pasos a tu espalda. Te vuelves. Es una chica. Respiras. Pueden existir otros riesgos pero la violación, el acoso, automáticamente han desaparecido de la ecuación. Cualquier mujer puede sentirse identificada con ese estado de alerta. Un varón no.
Un varón puede decirle a su amigas, a su hija, a su hermana, que no vuelva sola a casa al salir de un bar de noche, que coja un taxi, que la acompaña o la recoge a la hora que sea necesario. Tiene la certeza de que para ella existe el riesgo, el peligro de muerte, de violación, de acoso, de secuestro, de intimidación. Es consciente porque sabe cómo funciona el tema y sabe quiénes son los culpables aunque en el bar frente a sus amigos se lo calle, minimice ciertos hechos y diga a voz en grito que las mujeres somos unas exageradas.
Muchos leerán esto y se sentirán indignados porque not all men. Bien, me gustaría subrayar que por supuesto, estaríamos apañadas si no fuera así, pero es que no se trata de ellos, se trata de nosotras, con A. No se trata de los que no, se trata de los que sí, de los que atacan, violentan, asesinan, persiguen, y de un sistema que legitima los privilegios de género que sustentan dichos comportamientos en mayor o menor medida. Pienso que, si en lugar de personalizar cada llamada de atención, se invirtiera el mismo esfuerzo en autocuestionarse, en hablar con las compañeras, amigas, parejas para averiguar cómo se sienten y por qué, avanzaríamos un buen trecho. Señalar a quienes siguen el mandato de la violencia patriarcal, desactivar los discursos machistas y hacerlo sin solapar nuestra lucha, puede ser un buen comienzo.
La cultura de la violación se apoya en un imaginario simbólico reforzado a través de los siglos por mitos, literatura, cine, publicidad…y si eres hombre formas parte de ella. Cualquier varón leído como tal es sospechoso a priori y aunque pueda parecer injusto, no somos las mujeres las que os hemos colocado ahí sino cada uno de los responsables de violentarnos, de asesinarnos. Esto es un trabajo de grupo cuyos sujetos conforman una clase de estatus privilegiado que milenio a milenio ha fortalecido patrones androcéntricos y misóginos.
Señores, cada vez que le reís las gracias a algún presentador mientras acosa a las invitadas de su programa en directo, cada vez que difundís las fotos íntimas de la ex de vuestro amigo, cada vez que intentáis drogar a una chica en un bar para anular su voluntad, cada vez que deslegitimáis las denuncias de quienes habéis emborrachado para tener sexo con ellas enarbolando la bandera de una supuesta “fama”, cada vez que nos llamáis malfolladas o calientapollas… estáis contribuyendo a reforzar la cultura de la violación.
El mito de Medusa Gorgona sigue vigente, sin embargo, vosotros, todos, sois sospechosos a priori y la culpa es solo vuestra.