Hace unos días, a propósito de la muerte casi en el olvido de Pinito del Oro, Rosa Montero escribía un precioso artículo recordándola y confesando su admiración desde niña por el mundo del circo en general y por las personas que se suben a un trapecio en particular. Eso seres que culebrean con elegancia y valentía por los aires, como si en cualquier momento fuesen a volar. Pienso en la Rosa niña, sentada en las gradas más altas del circo, rozando casi la piel de los trapecistas, y no puedo evitar pensar que toda su vocación literaria pudo comenzar allí. Aquella fascinación de niña tiene mucho de juego y de imaginación. Decía Truman Capote que escribir es volar a las nubes y bajar de ellas las palabras precisas. Si es así, como apunta el genial escritor americano, Rosa, casi como sus admirados trapecistas, ha subido muchas veces a las nubes y ha bajado de ellas las palabras adecuadas para sus novelas, cuentos, reportajes, entrevistas, artículos y ensayos. Toda esa obra acaba de ser premiada con el Nacional de las Letras. Un premio merecido por sus más de cuarenta años de profesión.
Nos llevaría horas y mucho espacio hablar de la obra de Rosa Montero. Son muchos sus trabajos. Destacaré, por resumir, unos pocos. La primera novela de Rosa que leí fue ‘Temblor’, casi en la adolescencia, y ya entonces me cautivó ese mundo propio suyo, donde la fantasía juega un lugar primordial. En ‘Instrucciones para salvar el mundo’, ahonda en la vida de cuatro personajes de una manera realmente asombrosa. El modo en que se acerca a su mundo (casi devastado, por unos motivos u otros) y penetra en sus psicologías es toda una demostración de cómo la escritora conoce el género humano y las entretelas de sus pensamientos y abismos. Destacaría también ‘La ridícula idea de no volver a verte’ por su capacidad de conmovernos sin caer en absoluto en terrenos fáciles o empalagosos. ‘La loca de la casa’ es todo un ejercicio imaginativo, entre la realidad y la ficción. O la más reciente ‘La carne’, donde, a través de su protagonista femenina, destapa sin pudor esa ley del deseo que rige el mundo y que nos mueve a todos.
Son muchos los artículos que ha escrito Rosa sobre multitud de temas: el feminismo, la defensa de las personas más débiles, la vejez, la enfermedad, la política, su posición respecto a los animales… O sus admiraciones literarias, esos hombres y mujeres que llenan el mundo con sus palabras y lo hacen más llevadero. ‘El amor de mi vida’ recoge varios de estos textos.
Y hablando de amores, no sería justo olvidarse de aquel maravilloso artículo que Rosa escribió tras la muerte de su compañero, el periodista Pablo Lizcano. Ponía los pelos de punta. En apenas unas palabras, con una hermosa y apabullante serenidad, quedaba resumida una relación y una despedida: las muchas horas compartidas y el adiós definitivo. Escribía: “El vertiginoso misterio de los cuerpos. El amor estallando como una supernova y dejándote ciego”. Lo dicho: Palabras que estremecen desde la serenidad, el amor y la sabiduría que van otorgando los años en algunas cabezas.
Mucho trabajo a sus espaldas, ya digo. Casi desde aquel momento infantil en el que Rosa miraba hipnotizada el vuelo de los trapecistas a este presente, convertida en una mujer sabia y en una escritora excelente.
Puede ser un buen momento, mientras aguardamos impacientes su nueva novela, para volver a algunas de sus páginas. Que cada cual escoja sus favoritas.
Rosa Montero, palabras y trapecios
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