En 1933, el psicoanalista húngaro Sandor Ferenczi, habló acerca de la identificación con el agresor. Sin entrar en los detalles de este magnifico aporte de Ferenczi a la Psicología, podemos ver que esta identificación (ya sea complementaria o concordante como él las diferenció), era un mecanismo de defensa que operaba en la psiquis para solventar una situación traumática. Este concepto de identificación con el victimario -con el agresor- fue retomado por Anna Freud en 1936, siempre relacionado con niños y niñas, pero fue Seligman[1] quien retoma el concepto y señala, que esta identificación no sucede solo en situaciones traumáticas, sino que puede darse en situaciones cotidianas[2]
Pero, ¿cuáles serían los motivos que producen esta identificación con el agresor? Por qué no sucede del mismo modo (y en la misma proporción) la identificación con la víctima? En el binomio víctima-victimario, el agresor tiene características que la sociedad pondera: es el más fuerte, es el que “triunfa” sobre otra persona, es “aguerrido”, audaz, osado, transgresor y dominante. Cualidades asociadas, también como valores, a la masculinidad.
No es casual que el delito tenga un fuerte sesgo de género, de acuerdo con el más reciente estudio mundial sobre el homicidio, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), publicado en 2014, cerca de 95% de los homicidas a nivel global son hombres. El mismo informe, relata que mientras que los hombres son asesinados por alguien que ni siquiera conocen, casi la mitad de todas las mujeres víctimas son asesinadas por las personas más cercanas a ellas. No es casual que víctima se conjugue en femenino.
La víctima, a diferencia del victimario, es vista como la parte débil, perdedora, humillada, apocada, frágil, cualidades que la sociedad patriarcal asocia (ponderando) a la feminidad. Basta ver las imágenes y las poses con las cuales se exhibe a las mujeres en la publicidad, en las fotografías o en los gráficos que la muestran en relación con el hombre. Hace pocos días, un análisis de las fotografías de Diana de Gales junto a su esposo, el príncipe Carlos de Inglaterra, señalaba que, aunque ambos eran de la misma estatura, Diana siempre aparecía en todas las fotografías como más baja que Carlos. Además, quienes analizan el lenguaje gestual, muestran que una mujer al ser más baja que su pareja hombre, debe mirarle con los ojos vueltos hacia arriba y de este modo, mostraría más cantidad de la zona blanca del globo ocular, lo cual sería un signo de sumisión y debilidad. Cualidades que se ponderan en el rol de género de las mujeres, en especial en relación con un hombre.
La víctima, a diferencia del victimario, es vista como la parte débil, perdedora, humillada, apocada, frágil, cualidades que la sociedad patriarcal asocia (ponderando) a la feminidad.
En lo cotidiano, vemos que la identificación con el agresor, es más común de lo que creemos y no como mecanismo de defensa de situaciones traumáticas (al menos, no estrictamente hablando), sino como consecuencia de la sobrevaloración que el patriarcado ha hecho del “más fuerte”, de lo masculino, de aquel “que gana” y quien tiene el poder. Una mirada sobre la empresa y la mayoría de las instituciones, alcanza para saber cómo su funcionamiento está planteado para ponderar “al agresor”: al más recio, más severo, aguerrido, audaz y competitivo (agresivamente competitivo) y todos los sinónimos que asociados a lo masculino y a la virilidad, el patriarcado ha ponderado y pondera hasta el hartazgo.
Tal vez la justicia, ámbito en el que supuestamente las acciones deberían ser objetivas y ecuánimes, sea la institución donde más se refleja la identificación con el agresor (quizás sea porque sus consecuencias no son nimias ni banales) y vemos cada día cómo el sesgo patriarcal atraviesa a la mayoría de sus acciones y a quienes la representan.
Desde hace dos días la sociedad de España observa atónita cómo, una fiscal de un juzgado especializado de Violencia contra la Mujer, responde a una víctima lejos del trato digno y respetuoso que mandan los tratados internacionales[3] y en una actitud muy cercana a la identificación con el agresor. Episodio que conocemos porque la misma mujer-víctima de violencia, haciendo un esfuerzo inimaginable, saca a la luz, seguramente harta de no ser comprendida, escuchada ni considerada en su victimización. Agotada al no poder sentir que alguien puede empatizar con ella para darle justicia.
La justicia es aún hoy, un ámbito donde perviven estructuras, costumbres y protocolos de actuación patriarcales. Las leyes son interpretadas con sesgo patriarcal y el corpus jurídico acarrea usos y costumbres con la misma orientación. Es verdad que en los últimos años muchas mujeres y hombres del ámbito judicial y legislativo han comenzado a cuestionar e intentar modificar este androcentrismo, pero aún no son mayoría, ni son quienes destacan ni son destacables. Muchas de ellas y algunos de ellos (aún la mayoría son mujeres), me han dicho que se sienten cuestionadas permanentemente por el statu quo que aboga por que “nada se modifique en lo profundo”. Y ya sabemos lo difícil que es remar contracorriente.
La justicia es aún hoy, un ámbito donde perviven estructuras, costumbres y protocolos de actuación patriarcales
En la justicia, vemos a menudo que muchos fallos parecen pensados desde la óptica del agresor, desde su cosmovisión, desde su mirada del mundo. Vemos cómo las víctimas son vapuleadas, despreciadas y cuestionadas. Nadie parece querer empatizar con ellas, es la parte “débil”, pobre e infortunada con la que pareciera que nadie quiere identificarse.
Ó
[1] Seligman, S. (1999). Integrating Kleinian theory and intersubjective infant research: Observing projective identification. Psychoanal. Dial., 9: 129-159.
[2] Frankel, Jay “Exploring Ferenczi´s concept of identification with the aggressor. Psychoanalytic Dialogues. A Journal of Relational Perspectives, vol. 12, No. 1, p. 101- 139. Copyright 2002 de Analytic Press, Inc
[3] “Manual de justicia sobre el uso y aplicación de la declaración de principios básicos de justicia para víctimas de delito y abuso de Poder”. Naciones Unidas.
Ó Texto de la autora para Tribuna Feminista. Prohibida su reproducción total o parcial sin citar a la fuente.