Mª del Rocío Sampere Meneses / Vicedecana ICPM / Presidenta de la Comisión de Igualdad ICPM
Me critica en Facebook un señor de mediana edad ante una publicación mía en la que utilizo lenguaje inclusivo, comentamos y me informa de que no se debe fomentar la igualdad, sino que hay que combatir la desigualdad.
Y yo me pregunto, ¿cómo combatir la desigualdad con quienes no creen en la igualdad? ya es triste hablar así en, ni más ni menos que el año 2018.
“Iguales “se llamaron aquellos de la élite espartiata, en la antigua Grecia, que eran hombres, que constituían en cuerpo cívico de la ciudad, y no habían perdido sus derechos por no ser cobardes, delincuentes, o no contribuir en lo reclamado. Cada vez eran menos, desde el Siglo VIII a.C. decae el número hasta ser menos de 1000.
Los niños y niñas de “Los iguales” recibían una dura educación, durísima ambos. Se les hacia luchar desnudos, a las niñas para que se hicieran fuertes y engendraran machos fuertes.
“Iguales” se llamaban, “iguales” vestían -aunque los hombres de una manera y las mujeres y niños de otra- y cuando morían, a los hijos les dejaban iguales partes, a las hijas la mitad. Aunque eso sí, a la mujer que moría de parto, se la reconocía como una heroína.
Así que, me permito una licencia sobre los “homoioi” o “iguales”, parece que su igualdad radica en que preconizan una “igual desigualdad en la historia que quedaba por vivir”.
La mujer romana ¿era un poco más igual?, pues dependía, si era libre o si no lo era. La primera tenia derechos sobre sus bienes privativos, la segunda ninguno. La mujer no accedía a la política, salvo honrosas excepciones, contadas con los dedos de las manos, podemos citar a Lucrecia, Claudia Quinta, Cornelia…
En el siglo V a.C. las romanas podían poseer tierras, redactar sus propios testamentos y -dicen- comparecer en los tribunales, afirmación que resulta arbitraria si leemos este texto:
“Habemos de decir de aquellas mujeres que no pudo refrenar la condición de la naturaleza, y la estola de la vergüenza, para que callasen en la plaza judicial, y en los estrados de los jueces” (Valerio Máximo, 1688, f. 137 v.)
Iguales se llaman aquellos que gozan de alguna de estas características; idénticos, homogéneos, equivalentes, uniformes. Desiguales son los que no tienen la misma calidad, calor, cantidad o naturaleza.
Y lo que es evidente es que hoy pervive la desigualdad.
La Desigualdad económica, es terrible, se tienen que tomar medidas políticas, favoreciendo la cooperación y el desarrollo, garantizando los derechos civiles, mejorando el acceso a los recursos, reduciendo las brechas salariales, cuidando el medio ambiente, entre otras.
La desigualdad en materia de violencia de género tiene como prioridad la educación, con ella se empodera a la mujer, se convence al hombre, se concede autonomía, se aumenta la conciencia cívica, se movilizan las sociedades, se impulsa a los jóvenes para que protagonicen el cambio.
Y ante esto surge el debate sobre el lenguaje inclusivo que por unos se defiende que es una manera de reconocimiento, así lo decía El Profesor White “ el hábito del lenguaje implica que la personalidad es sobre todo un atributo masculino y que las mujeres son sub-humanas… sub-especies… los hombres son líderes y las mujeres son seguidoras, los hombres son productores y las mujeres consumidoras, los hombres son fuertes y las mujeres son débiles… ésta es una cosmografía que nos ha hecho a los hombres agresores y a la humanidad víctima.”
Y para otros, como la Real Academia de la Lengua, “La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos”. Defiende la RAE la economía del lenguaje y la utilización de términos neutros.
Así repasando este comentario de mi amigo de Facebook, y la historia, y las palabras del profesor White y la defensa de la RAE, llego a la conclusión de que utilizar el lenguaje inclusivo, puede ser una herramienta a favor de la educación, y sentado esto me pesa más la educación en igualdad a la economía en el lenguaje. Y el número de asesinadas por violencia de género en el año recién acabado no me deja lugar a dudas que en España, ahora, la violencia de género, es una cuestión grave de educación.
Y lo que es evidente es que hoy pervive la desigualdad, pues, el “orden” del perverso patriarcado impone condiciones jurídicas, que basa en el “triunfo” de su “intelectualidad” con su impronta paranoica, como un “progreso cultural” invocando que es una premisa y una deducción del intelecto superior del varón. Es decir, el perverso varón va elaborando en el tiempo la estructura impuesta desde la horda primitiva al presente, con argumentaciones que, precisamente tienen por finalidad considerar y mantener la situación femenina como un mero objeto para el placer, procreación, etc., integrando el perverso varón en su “Yo” la “agradable” sensación del peculiar carácter narcisista del orgullo.
El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina