«La mujer no nace, se hace», Simone de Beauvoir lo decía y el paso del tiempo no hace más que consolidar el concepto.
Masculinidad y feminidad son creadas por el sistema, como también es creada la diferenciación no biológica entre hombre y mujer. Sabemos de sobra las diferencias físicas entre ambas y el sistema patriarcal se aprovecha para otorgarnos distintos valores y roles en la sociedad. Además parece que estas concepciones tienen que estar ligadas entre si; eres mujer y debes ser femenina, perteneces entonces a la clase social dominada y oprimida por los hombres, añadiéndole los valores de esclavitud y sumisión que nos meten en vena desde pequeñas.
Hoy en día gracias al feminismo parece que podemos ser un poco más libres al salir de los cánones femeninos que la propia masculinidad ha impuesto para nosotras, pero no dejamos de ser mujeres. De nosotras se espera que alcancemos ciertas metas, la más importante es reproducirnos. Debemos ser madres. Ya no es solo la propia sociedad que nos dicta que debemos sentir un instinto maternal (cuando de instinto no tiene nada), sino que es también el propio sistema que tiene un entramado de leyes para adueñarse de nuestras cuerpas. Las (no) leyes del aborto o de la gestación subrogada, por ejemplo, están hechas sin tener en cuenta a la mujer como persona humana.
De nosotras se espera que alcancemos ciertas metas, la más importante es reproducirnos. Debemos ser madres
También somos objetos para la clase social opresora, los hombres. Objetos a muchos niveles, pero sobretodo a nivel sexual y de cuidados. La pornografía, la prostitución y el matrimonio. Instituciones y herramientas de control social que sirven para normativizar nuestra falta de libertad. El matrimonio viene a ser un contrato de compra-venta; te compro a cambio de que me cuides y me des placer (pero todo disfrazado de amor romántico, donde no se muestra la cantidad de violencia que dicho acto esconde). La prostitución, otro gran debate… pero con la idea principal que el hombre compra al cuerpo de la mujer por unas horas a cambio de placer sexual (¿dónde queda la dignidad humana?). La pornografía no hace falta volver a decir que es el máximo exponente de la cultura de la violación.
Ser mujer no es fácil, tampoco lo es ser femenina (tal y como la sociedad nos demanda). Es mucho más fácil ser humana, persona. Debemos desaprender el cómo ser mujeres para poder ser más libres.