La postura feminista que defiende la abolición de la prostitución, ha sido erróneamente tachada de derecha, moralista y timorata, esgrimiendo una serie de razones que a nuestro juicio no han considerado factores esenciales para comprender los fenómenos de la trata, comercio sexual y de las distintas formas de esclavitud, y del por qué las mujeres representan su principal población víctimazada.
El hecho de que en México exista la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos, y que además se haya promulgado en la nefasta administración de Felipe Calderón, no la hace necesariamente conservadora.
Basta hacer un breve recuento de algunos tratados internacionales ratificados por nuestros países (Declaración Universal de los Derechos Humanos, Protocolo de Palermo, CEDAW, Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena, entre otros) para notar que en ninguno de ellos se considera como un trabajo a la prostitución o al comercio sexual, ¿cuál será la razón? ¿Por qué será que en lo que algunas académicas llaman “trabajo sexual”, existe una abrumadora mayoría de mujeres?.
Por otro lado, equiparar la industria del sexo con las “transnacionales de la economía formal” -suponiendo que tanto de un lado como del otro existieran lo mismo empresarios decentes que mafiosos-, equivale a suponer que las condiciones laborales para una mujer serían las mismas si trabajara como ejecutiva en una empresa telefónica, u ofreciendo servicios sexuales en un burdel de Ciudad Juárez, o anunciada en una página de internet ofreciendo sexo de paga totalmente desnuda, lo cual, por supuesto, es absolutamente falso.
Y es justamente en este punto donde llegamos al viejo debate de si la prostitución es voluntaria o no, si es una actividad precarizada de sobrevivencia o una manera de hacer mucho dinero fácil y rápido; si es trabajo digno o decente o es un atentado contra la dignidad de las mujeres, violencia y violación de sus derechos humanos.
Aun cuando algunas académicas retoman en su discurso que las mujeres migrantes y mujeres en situación de prostitución como parte de los daños colaterales del combate contra el tráfico de mujeres (lo cual no ponemos en tela de duda), lo único que esto quiere decir no es que se estén transgrediendo derechos de mujeres que por su gusto aparecieron en medio de un operativo, sino que son justamente ellas -las vulneradas por la desigualdad, la exclusión, la pobreza- quienes han sido puestas –y expuestas- en la primera línea de fuego por una serie de circunstancias y condiciones que las han orillado, entre otras cosas, a comerciar con sus cuerpos (si es que les pagan) y a exponer su seguridad y su vida. Así que por su gusto, no fue.
No hay que perder de vista un hecho esencial. Es por todos sabido que en tiempos recientes, el número de personas desaparecidas en México ya se puede calcular en cientos de miles y que, peor aún, las mujeres y las niñas son las principales víctimas. ¿Cómo relacionamos esta tragedia con el “boom” de casas de masajes, congales, burdeles, líneas escorts, prostitución callejera o table dance, así como con el boyante negocio del narcotráfico, armamento y crimen organizado en general?.
¿Resulta ahora que, dado que las mujeres están en su derecho de prostituirse, también lo están de decidir si obtienen 10 pesos en La Merced o 15 mil en Las Lomas por un servicio?. ¿Qué hay de las que no cobran, por ejemplo?.
La Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y El Caribe, con décadas de experiencia en el tema, ha sido testigo de cientos de casos que distan mucho –años luz- de un escenario dulce y cómodo en el que una mujer simplemente “opta” por comerciar con su cuerpo.
Según el discurso academicista de las reglamentaristas, es correcto lo que hacen los tratantes y proxenetas o políticos como Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, abusando de la vulnerabilidad de tantas jóvenes (¿lo es?), con lo cual se reforzaría, entonces, la fatídica idea de que niñas y mujeres están hechas para otorgar placer sexual
Tenemos el caso de “Paty”, una chica que hace poco llegó a la Coalición en calidad de víctima, después de una historia trágica pero real. Nacida en medio de la pobreza en algún país cercano, es secuestrada, trasladada a México -en medio de incontables episodios de violencia-, hasta que cae en manos de uno de los cárteles de la droga más poderosos, en cuyo poder permanece por varios años, cautiva y esclavizada.
Todos los días fue explotada en varios “table dance” (sin pago alguno), tenía que vender 250 copas, 20 “privados” y 20 servicios sexuales por jornada. Era obligada a sonreír, aparentar que disfrutaba su trabajo, o de lo contrario era golpeada. Cuando por fin logró escapar, lo único que trae consigo es un sinfín de padecimientos físicos y sicológicos, varios de ellos con secuelas permanentes… y ni un solo centavo.
Lo curioso del caso es que el lugar en donde Paty fue obligada a prostituirse pertenecía a una “zona de tolerancia”, en donde ella fue “regularizada” a través de una credencial expedida por el PRD. Nada de esto la salvó de la violencia y la esclavitud. Por si fuera poco, fue obligada a tramitar una falsa credencial de elector para cobrar y recibir depósitos (lavado de dinero), todo manejado por sus captores.
Paty no es la excepción, es la constante. Y es gracias a discursos academicistas que aprecian el fenómeno desde una óptica estrecha que refuerza ese viejo discurso patriarcal que violenta a las mujeres y dispensa una actitud permisiva a monstruos como el narcotráfico, que se vale de esas posturas para fortalecerse con la impunidad como otro de sus mejores respaldos.
Si a todo esto añadimos lo dividido que se encuentra el movimiento feminista, termina resultando que las abolicionistas apareceríamos, bajo esa óptica, en el mismo nivel que la derecha religiosa moralista (a la que siempre hemos combatido). En pocas palabras, según el discurso academicista de las reglamentaristas, es correcto lo que hacen los tratantes y proxenetas o políticos como Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, abusando de la vulnerabilidad de tantas jóvenes (¿lo es?), con lo cual se reforzaría, entonces, la fatídica idea de que niñas y mujeres están hechas para otorgar placer sexual.
Insistir en que sólo una pequeña parte de las mujeres en situación de prostitución son víctimas de trata de personas y de explotación sexual y que el comercio sexual participa un importante número de mujeres voluntarias, sería lo mismo que convertir a tratantes y proxenetas en legítimos empresarios del sexo… ¿Eso queremos?
¿Por qué Abolir la Prostitución?, porque regular la prostitución, es nada más y nada menos que legitimar directamente y aceptar un modelo de relaciones asimétricas entre hombres y mujeres: sistema de subordinación y dominación de las mujeres, anulando la dura labor del feminismo de varios decenios, para mejorar la lucha contra la perversa civilización patriarcal. Legitimar la prostitución se convierte en un soporte más del control perverso patriarcal y de la sujeción sexual de las mujeres; efecto negativo sobre las mujeres y las niñas que están en la prostitución, y sobre el conjunto de las mujeres como grupo. La prostitución reafirma y consolida las definiciones patriarcales de las mujeres, cuya función sería la de estar al servicio sexual de los hombres y así educar a nuestros hijos e hijas con mujeres tras los escaparates como mercancías como futuro laboral de nuestras hijas. El perverso patriarcado exige reglamentar la prostitución y así integrarla a la economía de mercado, siendo una alternativa aceptable para las mujeres: siendo ocioso remover las causas y las “costumbres” sociales que aceptan que las mujeres deben ser prostituidas, normalizando la prostitución para las pobres. La ambigüedad sexual de la perversa civilización patriarcal en las relaciones “sociales y personales”, para no experimentar el perder poder, está imposibilitada de crear relaciones de reciprocidad y respeto. El perverso patriarcado en la prostitución, persigue una experiencia de total dominio y control. En realidad, el patriarcado perverso e irresoluble, padece severos y graves problemas con su sexualidad. La “pretensión” del perverso patriarcado se “enanca” en los argumentos de los “movimientos” igualitarios masculinos.
El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
no mano nada de regulacion q sean libres