Qué grande eres, Frances McDormand

Ovidio Parades
Ovidio Parades
Librero y escritor. 'Corrientes de amor', libro de relatos publicado por Ediciones Trabe.
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Hay excelentes películas que, a pesar de tratar temas complejos y durísimos, dejan por diversos motivos la sensación de que la vida, con todo, merece la pena. Es lo que me ha ocurrido después de ver ‘Tres carteles en las afueras’, de Martin McDonagh. ¿Por qué sucede esto? Por una razón sencilla. Porque el director, con la impagable compañía de Frances McDormand, nos coge la mano y nos la pone sobre la mano del personaje de McDormad para realizar juntos un viaje de casi dos horas. Nos convertimos durante ese tiempo en aliados de esta mujer que ha sido brutalmente golpeada por la vida y que, sin embargo, sigue luchando para que el culpable de su desgracia (que es la violación y asesinato de su joven hija) haga su aparición y pague por ello. Su empecinamiento es el nuestro. Su dureza es la nuestra.

Su malestar, sus ojos vidriosos, su fortaleza, también son los nuestros. Nos ponemos en su piel de manera inmediata, desde ese mismo instante en el que el director pone nuestra mano en la mano del valiente personaje de Frances (con todo lo emocional que eso conlleva). La comprendemos. La apoyamos. La seguimos hasta el final, sean cuales sean sus decisiones. No hay vuelta atrás. Su tragedia nos perturba, nos incomoda, nos desestabiliza, sí, pero la hacemos nuestra. Esto sólo ocurre muy pocas veces en el cine. Y es posible gracias a un guión extraordinario, a la magnífica dirección del señor McDonagh y a la sublime interpretación de la señora McDormand. (Justo es decir que está muy bien acompañada por Woody Harrelson y, sobre todo, por Sam Rockwell, que se llevó, como la propia Frances, el Globo de Oro hace unos días). Cada mirada (áspera, fulminante, compasiva, rencorosa, desafiante, conciliadora, devastadora, levemente tierna…) es un prodigio de talento.

Cada momento de furia y cada silencio, también. La sabiduría de esta actriz no conoce límites. Sabe caminar por el filo que la historia le exige sin tambalearse, casi sin parpadear. Espero que el Oscar vaya de nuevo a parar a sus manos. (Recordemos que el primero se lo otorgaron por su inolvidable interpretación en ‘Fargo’, de los hermanos Cohen). Cualquier otra opción sería una lamentable injusticia.

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