EFE/Jose Manuel Vidal
Esto no es una crónica de lo que pudo haber sido una manifestación y de lo que ha sido realmente.
Esto es realmente una llamada de emergencia, un aviso, una alerta.
Una preocupación latente, que hoy, ha vuelto a quedar refrendada de forma plausible y rotunda.
Una bofetada de realidad difícilmente digerible, en un día como hoy que, ilusos de nosotros, quizás “prometía” a priori, más de lo que finalmente nos ha deparado esta mañana calurosa de verano.
Reviso con estupor, fotos de las últimas manifestaciones feministas a las que he podido asistir (en Madrid) y me asombra y me enfurece a partes iguales, ver la presencia poco menos que masiva, de tantos hombres «comprometidos» con la causa feminista en días anteriores.
Cuando analizo, veo y comparo fotos de la manifestación de este domingo por mañana a la que sí, estábamos llamados específicamente los HOMBRES, se me cae el alma el suelo, siento un jarro de agua fría y de repente los pies parecen pegarse definitivamente al suelo, del peso que me hace sentir que hoy podía haber sido una convocatoria “diferente” (refiriéndome estrictamente al compromiso de “nosotros”).
El ánimo para evaluar el compromiso masculino por la erradicación de todas las formas de opresión y violencia que, recibe la mujer, se desvanece por instantes y lo que queda, es una muestra más, de una realidad que desgraciadamente sigue hablando por sí misma, dura y sin concesiones.
Durante los dos miércoles previos a la difusión de esta manifestación (queda un tercero posterior a ella, supongo, donde se podrá reflexionar largo y tendido del resultado de la misma) se ha forjado, vivido y preparado un grupo cercano a la cincuentena de participantes (en el espacio del Centro Social Autogestionado de La Ingobernable) que destilaba una sensación sincera y honesta de un grupo de hombres trabajando por la erradicación de las diversas formas o representaciones del machismo más latente en la sociedad (el propio y el ajeno, como rezaba la pancarta que presidía la marcha).
Trabajando sí.
Debatiendo, proponiendo y aprendiendo nuevas formas de evolucionar en nuestra conciencia tan todavía primitiva respecto al machismo, pero con una chispa o semilla ya germinada entre todos los asistentes, que hacía presumir, (a juzgar por las grandísimas ganas de querer cambiar muchas cosas y, sobre todo, con ganas de querernos cambiar a nosotros mismos y de querer contagiar a más hombres), una mayor respuesta masculina a la llamada/propuesta de hoy mismo.
Es un auténtico escándalo valorar la excesiva participación masculina en las manifestaciones femeninas (antes de ayer sin ir más lejos, a raíz de la puesta en libertad de “La Manada”), y encontrarnos esta mañana semejante panorama.
Que este pequeño desastre no funcione como un desencuentro sino como un aliciente para seguir trabajando de manera conjunta, cada uno desde su perspectiva/iniciativa y que, aunque futuras convocatorias provengan de unos o de otros, aprendamos (como lo hacen las mujeres día si día también) a echarnos a la calle cuando la situación lo merece y lo requiere.
De forma eminentemente masiva.
No recuerdo el medio de comunicación que estaba grabando en los inicios previos a la manifestación. Lo que sí me quedó meridianamente claro, es que ese pequeño equipo de televisión, vino, filmó (unos cuantos planos) y se fue. No había más noticia o desarrollo de la misma que contar. No volví a ver esa cámara en cuanto la manifestación se puso en marcha, en todo el recorrido de la misma.
La presencia de los hombres, casi testimonial, habló por sí misma.
Durante el recorrido de dos horas hasta la Plaza de España, me vino una y otra vez, el artículo de Cristina Fallarás de El Periódico que, compartió uno de mis compañeros el otro día en un grupo de Whatsapp y que leí hace apenas 24 horas.
En él, se aludía, a los dos millones y pico de mujeres, que, en tan solo dos semanas, habían narrado en primera persona los acosos, agresiones y abusos sexuales sufridos a lo largo de sus vidas, a través del hasthag #Cuéntalo.
Se preguntaba la autora del artículo, dónde estaban a su vez, esos dos millones y pico de agresores, responsables de esos actos.
El “resto”, silencio…
Y yo, hoy, no me puedo más que preguntar, dónde están esos miles de hombres que se ven y se dejan ver en las manifestaciones multitudinarias feministas. Dónde estaban hoy, cuando más precisamente se les reclamaba, para demostrar lo que están haciendo (realmente), lo que estamos haciendo para que esa situación de “injusticia patriarcal” torne, y se vuelva definitivamente más morada.
Quizás, hoy la foto era menos “chula”, es cierto, que en otras quedadas feministas mucho mejor preparadas y mucho mejor planteadas (a “ellas” les va la vida en ello, sin duda, y eso se nota).
Pero desde luego, hoy, hubiera sido sensiblemente importante, haber dado la sensación, de que lo que hacemos y de quienes lo hacemos, somos más, que esas 50 exiguas personas que hemos conseguido juntarnos a duras penas, este domingo por la mañana.
Repito.
Esto no era una crónica de ninguna manifestación. Esto era y es, una llamada de emergencia (tirón de orejas incluido) para todos aquellos hombres que sentimos que tenemos que hacer algo más (mucho más) en nuestras vidas, y que no estamos teniendo el resultado mínimamente aceptable para el momento histórico que estamos compartiendo y desde el que no dejan de interpelarnos y de llamarnos la atención una y otra vez, desde el movimiento feminista.
(los hombres) estamos perdiendo toda legitimidad (y credibilidad) en sumarnos a las luchas feministas.
Hoy, una vez más, no hemos sabido estar a la altura, y necesitamos inevitablemente, pensar y reflexionar porqué eso sigue siendo así.
Porque si esta es la representación que, desde grupos e iniciativas que trabajan (trabajamos) a diario con grupos de hombres, no quiero ni pensar cuál es el grado de implicación, de todos los que hombres que, asisten “convencidísimos” a las manifestaciones feministas y que ni siquiera se plantean o han asistido a uno de estos grupos en toda su vida para cuestionar sus privilegios (masculinos) o su grado de machismo implícito.
¿Puro postureo?
¿Verdadera y sincera conciencia feminista, pero solo, durante “esos días” de mayor demanda y visibilidad?
¿Dónde está reflejado nuestro trabajo del día a día?
¿Cuál es hoy nuestra excusa para no haber sumado?
¿De verdad seguimos convencidos de que estamos haciendo todo lo posible?
Me parece un auténtico despropósito y falta de empatía (ahora, que tan de moda está esta palabra en mucho debates y temas de conversación feminista) inundar de presencia masculina las manifestaciones feministas, y después dejar de lado, convocatorias tan necesarias como ésta para seguir contagiando, replicando e interpelando a más hombres, para que se sumen al trabajo personal e individual, que todos deberíamos haber iniciado hace ya tiempo.
Nuestra credibilidad y verdadera implicación dentro del movimiento feminista siempre ha estado en entredicho (y con todos los motivos y temores perfectamente asumibles).
Y con días como hoy, no solamente es fácil de entender, sino que va a ser difícil en un corto período de tiempo, que esa sensación cambie y se torne a un optimismo en pensar que la situación vaya a cambiar (por nuestra parte).
Toca revisar, discernir, reflexionar una vez más, en que situación nos deja actos como los de hoy, tan clarividentes y rotundos en sus resultados.
Las propuestas de los grupos de reflexión masculina no deben ser únicamente «receptoras» de hombres con inquietudes pendientes de resolver. De lo que se trata es de promover y replicar el mismo modelo que para nosotros ha servido (o está sirviendo poco a poco) y llevarlo a otros hombres. Debe(mos) ser una escuela formadora de agentes de cambio sociales.
Debemos y tenemos que aprender a sumar las diferentes iniciativas que remen hacia el mismo lugar, en vez de querer protagonizar, encabezar y liderar nuestros propios espacios o movimientos asociativos.
Solo así tendremos la sensación de pertenecer a un movimiento más amplio y tener la sensación de que somos generadores de un cambio posible. Difícil, pero posible. Nos estamos quedando muy atrás, y se nos acaba el poco margen de maniobra que teníamos. Y el tiempo apremia. Porque estamos perdiendo toda legitimidad (y credibilidad) en sumarnos a las luchas feministas.