El servicio doméstico, mayoritariamente femenino en la historia contemporánea española, ha sido el sector laboral peor tratado, sin lugar a dudas, tanto en el régimen jurídico del mismo, como en el reconocimiento de sus derechos sociales.
En realidad, como dice la historiadora María Jesús Espuny Tomás, la prestación de servicios domésticos no ha sido siempre considerada como una relación jurídica, por razones sociológicas, económicas, y de mentalidad. Por lo tanto, las mujeres que trabajaban en este sector no tenían derechos que sí comenzaban a disfrutar las trabajadoras de otros sectores, tanto en el ámbito industrial, como en el de otros servicios, ya desde fines del siglo XIX.
En España, la Segunda República fue el período en el que más se avanzó en relación con el servicio doméstico, al incluirlo en la Ley de Contrato de Trabajo, pero no en la Ley de Jornada Máxima. En todo caso, tanto el sindicalismo socialista como el anarcosindicalismo lucharon por sus derechos, y comenzaron a incluir a estas trabajadoras en sus propias sociedades obreras.
Pues bien, en esta historia nos acercamos a la denuncia pública que hizo el socialista Antonio Roma Rubies en octubre de 1930 sobre la injusticia que suponía que las criadas que sufrían accidentes no se beneficiasen de lo que disponía la legislación vigente.
Roma Rubies fue un catedrático y filólogo leridano, que terminó recalando por destino en Andalucía, primero en Huelva, y luego en Jerez de la Frontera, donde fue catedrático de su Instituto. Fue concejal y diputado provincial dentro de las filas republicanas, aunque en 1920 ingresaría en la Agrupación socialista de esta localidad. En las elecciones de abril de 1931 sería elegido diputado por el PSOE. En la guerra fue asiduo colaborador en la prensa obrera y socialista. Al acabar la guerra sería detenido en Valencia, sufriendo la cárcel. Para poder sobrevivir cuando fue puesto en libertad dio clases particulares, falleciendo en 1967.
Pues bien, nuestro protagonista escribió a El Socialista (6756) una carta en la que exponía un caso particular y aprovechaba el conocimiento del mismo para realizar la denuncia, objeto de este artículo.
Al parecer, Roma había recibido la visita de una compañera que se había fracturado la pierna cuando prestaba sus servicios como criada en una casa particular. No tenía derecho a ninguna prestación porque el artículo 147 del Código de Trabajo excluía de los mismos al servicio doméstico. Este trabajo quedaba definido en la disposición como el que se prestaba mediante jornal, sueldo, salario o remuneración de otro género o sin ella, y que fuese contratado no por un patrono sino por un “amo de casa”, y que no persiguiese un fin de lucro, con el fin de trabajar en una casa o morada particular al servicio exclusivo del contratante, de su familia, y de sus dependientes, y tanto si se albergaba en dicha casa como si no.
Roma quería expresar con su denuncia que esta legislación era injusta. Consideraba que la causa tenía que ver con una cuestión de clase, es decir, era una ley hecha por ricos. Aprovechaba para recordar la importancia de votar socialista para transformar las injusticias, argumento básico del socialismo. Terminaba su denuncia con ese alegato, advirtiendo sobre el poder que los poderosos, de las señoras de la aristocracia y del clero a la hora de influir a estas trabajadoras, otro de los argumentos socialistas.
Hemos aludido a la historiadora Mª Jesús Espuny. Pues bien, es muy interesante su trabajo “El servicio doméstico: la historia jurídica de una exclusión continuada”, y que podemos consultar, en parte, en la red. Por otro lado, es muy recomendable acudir a los trabajos de investigación de Eider de Dios Fernández, en especial el que tiene publicado en la Revista de Historia Autónoma, “Las que tienen que servir” y las servidas. La evolución del servicio doméstico en el franquismo y la construcción de la subjetividad femenina” (2013); así como su libro Sirvienta, empleada, trabajadora del hogar, publicado por la Universidad de Málaga en 2018. En la actualidad, seguramente, es una de las mejores conocedoras de la historia del servicio doméstico en el siglo XX. Sobre el denunciante es obligada la consulta del Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
La denuncia de Antonio Roma sobre los derechos sociales del servicio doméstico femenino (1930)
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