Después de que la semana pasada llegase a la Audiencia Nacional los abusos laborales y sexuales a las trabajadoras de los campos de fresa en Huelva, el estudio “Las mujeres migrantes, la trata de seres humanos con fines de explotación y los campos de fresa de Huelva” realizado por el equipo de investigación de la Universidad de Huelva y financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional y la ONGD Mujeres en Zona de Conflicto busca facilitar el acceso a datos sobre la trata de seres humanos en los campos de cultivo de fresas de Huelva, desde una perspectiva de DDHH y de género.
Los resultados obtenidos mediante entrevistas a población migrante, asociaciones, organizaciones y administraciones públicas, y a temporeras de la fresa, reflejan que muchas desarrollan su trabajo en unas condiciones deleznables:
Proceso migratorio
Mientras que algunas mujeres llegan a España con contrato en origen tras pasar un proceso de selección previo en su país, otras llegan a Huelva mediante agencias intermediarias a las que tienen que pagar una comisión. Estas últimas afirman haber recibido poca información en cuanto a condiciones de trabajo, lugar de residencia y el viaje hasta llegar al destino se refiere.
El estudio muestra que las mujeres que llegan con contrato en origen tienen que pasar un proceso de selección en sus países, mientras que el único requisito de las agencias de intermediación es tener dinero. Los viajes de las que llegan con contrato suelen estar financiados por la empresa contratante, mientras que las que viajan mediante agencia la comisión incluye el precio del transporte.
Una vez llegadas a España con expectativas de empezar a trabajar cuanto antes, algunas aseguran tardar días o semanas en empezar. La mayoría de las entrevistadas llevan trabajando en la recogida de fresa varios años y algunas son reclamadas directamente por los empresarios que las conocen de campañas anteriores.
Burocracia
Dadas las condiciones expuestas anteriormente, cabe resaltar que algunas mujeres llegan con contrato de origen, mientras que otras no, sobre todo las que lo hacen a través de una agencia intermediaria. Las trabajadoras deben regularizar su situación antes de empezar a trabajar, aunque hay casos en los que han trabajado sin contrato durante un tiempo. Dependiendo de las fincas, las mujeres reciben copia del contrato firmado in situ, y otras no lo obtienen hasta que finaliza la campaña.
La tramitación de la documentación depende tanto del empresario como de la finca. Algunos tramitan los NIE y otros papeles sin cobrar nada extra a las trabajadoras, pero hay empresarios e intermediarios que se benefician de su posición para ganar dinero extra con dicha tramitación.
En lo que coinciden todas es en la ausencia de amparo sanitario. Nadie les habla de la tarjeta sanitaria ni de los derechos de asistencia sanitaria que tienen.
Condiciones laborales
Desde contratos respetados, hasta hora de descanso acortada y pagos atrasados. Aunque el convenio colectivo fija en 6 horas y media el número de horas trabajadas al día, con media hora de descanso, muchas de ellas aseguran trabajar más horas de las establecidas en el contrato, no recibir el salario de forma regular o sufrir amenazas de remuneración en función del número de cajas que rellenen al día.
Las que no tienen experiencia previa en el trabajo, son las más vulnerables de realizar horas extra no obligatorias, por la escasa información que los propios contratantes ofrecen a las trabajadoras.
En cuanto a las paradas para descansar, el informe deduce que la media hora de descanso a la que tienen derecho no suelen disfrutarla completa.
Por otro lado, aunque el material de trabajo ha de ser facilitado por la empresa, muchas aseguran tener que comprar ellas mismas las botas de agua para poder trabajar.
Relación con los contratantes
De las entrevistas en el informe, emerge la idea de que no hay diferencias salariales entre hombres y mujeres, aunque algunas afirman recibir trato diferente respecto a los hombres, sobre todo en comportamientos verbales, como miradas y gestos. Además, muchas de ellas mencionan el control que sus jefes tienen respecto a la vida que llevan a cabo fuera de su trabajo, como, por ejemplo, sus relaciones sentimentales o su situación familiar. Algunas relatan que no les dejan tener novio o cómo algunos de los jefes quieren tener relaciones sexuales con algunas mujeres que trabajan en la finca.
También mencionan que a veces los jefes se enfadan si alguna que conoce el idioma ayuda a otra para hacerse entender con ellos, identificando este comportamiento como un intento de control a las mujeres que desconocen el idioma, y en muchos casos afirman que fomentan el conflicto entre personas de distintas nacionalidades.
Vivienda
Las circunstancias en las que viven las trabajadoras migrantes de los campos onubenses son variadas. Como es habitual en este tipo de trabajo, la mayoría viven junto a las plantaciones de fresa, en la misma finca en la que trabajan. En los casos en los que el empresario no dispone de casas en las fincas, alquila casas para ellas en pueblos cercanos, facilitando un medio de transporte diario. Según las conclusiones del informe a raíz de las entrevistas, en las casas suelen vivir entre 8 y 20 personas en cada una, con 3 o 4 dormitorios pequeños, un baño y una cocina.
En las entrevistas, algunas mujeres búlgaras aseguran que aunque en teoría no deberían pagar alojamiento, a menudo trabajan más horas al día para pagarlo porque les hacen creer que es un “regalo”.
Relación con el exterior y transporte
La mayoría de ellas al vivir en las fincas, están alejadas de los núcleos urbanos y algunas hablan de sentirse acorraladas por la falta de comunicación con el mundo exterior al estar en mitad del campo durante días y días. Además, cuando se desplazan suelen hacerlo para comprar alimentos o realizar otros trámites y prefieren viajar en coches particulares de hombres a los que pagan 3€ ida y vuelta porque les resulta más cómodo que hacerlo en autobús, ya que el transporte público les deja lejos de las viviendas.
Relación con la población autóctona
Por lo general, las mujeres rumanas y búlgaras entrevistadas tienen poca relación con la población autóctona, aunque hay excepciones que hablan de relaciones positivas, de confianza y respecto.
Muchas creen que la población española no tiene una buena opinión sobre ellas basada en estereotipos negativos y prejuicios (países subdesarrollados o personas que vienen a quitar trabajo) y en ocasiones se defienden de estas acusaciones e incluso reprochan a sus compatriotas actitudes negativas, como la delincuencia, porque piensan que ello perjudica la imagen del grupo.
Claves para entender la situación de las temporeras de Huelva
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