Llantos plañideros neoliberales

Pilar Aguilar
Pilar Aguilarhttp://pilaraguilarcine.blogspot.com.es/
Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París. Lee el blog de cine de Pilar Aguilar: http://pilaraguilarcine.blogspot.com.es
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Tal y como leemos en Punternet.com -la web británica donde los puteros intercambian experiencias- algunos de ellos lloriquean porque las prostitutas no muestran entusiasmo mientras les chupan los genitales. Dicen, muy indignados, que otras incluso se quejan de dolor cuando son penetradas…
Deduzco que esas mujeres no han visto bastantes películas y, por lo tanto, no saben que cuando un tío «te la mete» por cualquier orificio, tú debes dar alaridos, por supuesto, pero de placer.
Ellos sí han visto cine y, sobre todo, han visto mucho porno. Creen, como el juez que disintió de la sentencia de la violación de Pamplona, que una mujer, en cuanto es penetrada sea como sea, delira de gusto y se lo pasa la mar de bien. Y si, en vez de una polla son cinco, su entusiasmo se multiplica exponencialmente…
Otros puteros (un poco más astutos) sospechan que quizá la prostituta no sienta goce alguno. No es que el hecho en sí les importe, pero ellos piensan que tienen derecho a una representación. Opinan que han pagado no solo para usar el cuerpo de una mujer sino para que, además, ella les cante sus alabanzas y los jalee. O sea, quieren oír cosas como: “¡Qué bien, qué bien! ¡dame duro, duro! ¡tu polla es divina!¡eres genial! ¡la tienes enorme, qué entusiasmo!”. O, variante para los que realmente la tienen tan pequeña que no va a tragar el último elogio: “¡Ya quisieran esos que la tienen grande tener una potencia como la tuya! ¡qué maravilla!”.
En fin, que los usuarios de mujeres se sienten estafados si ellas no manifiestan arrebato pasional al ser abusadas.
Critican la falta de profesionalidad de las prostitutas. Ellos, sin embargo, sí responden fielmente a su condición de puteros: patriarcalmente ególatras, deshumanizadores, cosificadores, incapaces de sentir empatía (digo condición de puteros porque ellos, modestamente, no se consideran profesionales, sino simples clientes, usuarios, aficionados).

En fin, que los usuarios de mujeres se sienten estafados si ellas no manifiestan arrebato pasional al ser abusadas.

Dicen que si la prostitución estuviera reglamentada, habría un libro de reclamaciones donde podrían anotar su descontento. Les frustra no tener esa posibilidad.
Lo que no entiendo es por qué no empiezan exigiendo tarifas más matizadas: “Griego sin entusiasmo: 20€”. “Griego con entusiasmo: 30€”. “Griego con aplausos y olés finales: 40€”.
Por otra parte, leo otro artículo lacrimoso en El Confidencial sobre unos y unas que han comprado bebés en Ucrania y que también se quejan y lloriquean porque el consulado no reconoce la legitimidad de su compra.
Claman: “¡Cómo! ¿no aceptan que esta criatura es mía aunque la haya gestado y parido otra mujer? ¿Y se atreven a justificar su negativa basándola solo en leyes europeas y españolas? ¿Y el dinero que yo me he gastado, qué?¿Cómo va a tener preponderancia la ley que dice que madre es la que pare sobre la ley neoliberal que dice que quien paga es quien manda?” Y siguen indignados: “O sea ¿no vamos a respetar la sabias consideraciones de Aristóteles quien dijo que la mujer era una simple vasija, un contenedor, y que el padre era quien había depositado allí su semilla?”.

Oye, que yo no me opongo a que alquiléis a la ucraniana durante periodos más largos, lo único que pediría es que se aplicaran tarifas proporcionales: Si vosotros por nueve meses, o sea, por 6.600 horas, le pagáis 10.000€, nosotros, por media hora, no deberíamos pagarle ni un euro… Y veis, eso nos parece injusto.

[Nota: a ver, esta gente no ha leído a Aristóteles, claro, porque, puestos a entretenerse, prefieren hacerlo con la tele. No lo han leído pero saben que es una figura insigne y están encantados de concordar con él].
Ante la negativa del consulado, los “padres” amantísimos de esos carísimos bebés lloran e intentan conmovernos: sus deseos de paternidad son sagrados.
Y se indignan: “O sea, os parece bien que la ucraniana esté en un burdel de carretera donde la alquilan por media hora para darle por culo, pero os parece mal que nosotros la alquilemos por nueve meses como incubadora”.
A lo que los puteros responden raudo: “Oye, que yo no me opongo a que alquiléis a la ucraniana durante periodos más largos, lo único que pediría es que se aplicaran tarifas proporcionales: Si vosotros por nueve meses, o sea, por 6.600 horas, le pagáis 10.000€, nosotros, por media hora, no deberíamos pagarle ni un euro… Y veis, eso nos parece injusto. En este aspecto también nos sentimos timados”.
Pero, tanto unos como otros -los amorosos “padres” y los viriles puteros- cuando nos oyen decir a nosotras, las personas humanas (y lo de personas humanas no es redundancia) que nos oponemos a cualquier transacción comercial sobre el cuerpo, entonces, nos reprochan indignados: “Os oponéis al sexo y a la paternidad. Sois horribles. Seguro que os parece bien que todas esas mierdas de emigrantes vengan a nuestro país a ocupar nuestro espacio, a aprovecharse de nuestros derechos, a respirar nuestro aire, pero, luego, os ponéis tiquismiquis cuando nosotros queremos obtener alguna rentabilidad de sus cuerpos…
En fin, por resumir, os pregunto: ¿Os dan penita estos puteros y esos compradores de bebés?
A mí no.
 

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