Al principio de este año, me encontraba sentada en lo alto de un anfiteatro en mi universidad. El centro del que formo parte estaba presentando los resultados de una de nuestras investigaciones a organizaciones de mujeres y proveedoras de servicios para las mujeres. El proyecto centraba las voces de víctimas y sobrevivientes de violencia contra la mujer que deambulaban por el sistema judicial. Yo me uní al proyecto al final, y mi trabajo consistía en leer y clasificar lo que decían las mujeres.
Durante la sesión final, las proveedoras de servicios y ejecutivas de organizaciones de mujeres hicieron muchas preguntas, ofrecieron sus opiniones y contrastaron los resultados con algunas experiencias profesionales. Casi concluyendo el evento, una joven levanta la mano y realiza otra pregunta: “Me gustaría saber si el estudio incluía la opción de identificarse como persona no binaria”. Las investigadoras principales explicaron que no y el porqué: gran parte de la investigación venía de resultados recogidos por la policía o el sistema judicial, quienes no ofrecían esa categoría. Usted ya sabe lo que pasó a continuación: “Pero es que esto es grave porque se ha invisibilizado un segmento importante de la población”, explicó la joven, dando apertura a un pequeño monólogo sobre el tema.
No sé si se ha dado cuenta, pero en Inglaterra un conjunto de activistas feministas desacatadas ha conseguido, a base de un inmenso esfuerzo, colocar el tema de sexo y género sobre la palestra pública. La propuesta de modificación a la Ley de Reconocimiento de Género del 2004, que el gobierno pretendía que pasara desapercibida, se ha convertido en tema de conversación ineludible. Cada vez que sale a colación en alguna reunión, conferencia o taller, la gente se acomoda la ropa y cambia de posición en sus asientos, pudiéndose percibir la tensión en el aire como cuando una piedra cae en medio de un lago tranquilo.
Yo obviamente no dije nada, pero una voz potente en mi interior increpó ¿cómo así? ¿qué significa argumentar que, en los casos de violencia machista, las mujeres agredidas deberían tener la opción de “identificarse” a sí mismas como mujeres o como personas no binarias?
Echémonos para atrás que ya nos metimos para lo hondo… sigamos el consejo de proponentes de las políticas de identidad de género: aquí todo el mundo tiene que reeducarse, y analicemos lo que organizaciones financiadas por el Estado británico le están enseñando a niñas y niños en las escuelas públicas respecto a este tema.
Empecemos con la definición de no binario de Mermaids, una famosa organización sin fines de lucro para “apoyar la niñez y juventud transgénero y diversa de género y a sus familias”:
“No binario es un término que se refiere a personas cuyo género no es ni varón ni hembra. Elles se pueden identificar con no tener ningún género en absoluto, tener ambos géneros, tener una tercera identidad, o una identidad que cambia con el tiempo. Les persones no binarias caben dentro del paraguas transgénero, y no binario es a su vez un término paragua, aunque algunas personas lo utilizan para describir una identidad de género en específico”.
¿Qué quiere decir eso? Lea esa definición otra vez, tomando en cuenta que esta organización recibe financiamiento público para dar charlas y talleres a niños y niñas en las escuelas públicas. También dan entrenamientos a los municipios en todo el país, a las fuerzas armadas, a la policía, al personal que trabaja en el sistema de salud, organizaciones que trabajan con infantes y demás ONGs.
Mermaids tiene como directora a Susie Green. Green es una reconocida personalidad en los medios de comunicación británicos quien frecuentemente habla sobre su experiencia como mamá, y el sentimiento de perplejidad que la agobió al darse cuenta de que su hijo varón prefería “vestidos femeninos y muñecas”, en vez de “carros y futbol”. Una feminista diría que eso es excelente, porque significa que el niño está rechazando las imposiciones de la masculinidad. Pero no, estamos mal. Susie Green entendió que esto solo podía significar que su hijo no era un hijo, sino que su hijo tenía que ser una hembra atrapada en el cuerpo de un varón.
Es por eso que, con 12 años, Green llevó a su hijo a los Estados Unidos para ponerlo en bloqueadores de la pubertad, a los 13 en un tratamiento de estrógeno (que combinado con bloqueadores de pubertad significan, entre otras cosas, esterilidad irreversible) y como regalo por cumplir 16 años, lo llevó a Tailandia para castrarlo. Los tres procedimientos estaban prohibidos en el Reino Unido y cabe resaltar que poco después del caso de la hija de Susie Green, Tailandia prohibió la cirugía genital, a personas menores de 18 años.
Mermaids fue una de las pocas organizaciones que fueron consultadas durante la Investigación sobre la Igualdad Transgénero por el Comité de la Mujer e Igualdades del parlamento británico respecto a las propuestas para modificar aquella Ley de Reconocimiento de Género del 2004. Tal como está ocurriendo en muchos países del mundo, el comité no consultó a ninguna organización de mujeres ni a ninguna feminista, a la hora de revisar una política pública sobre sexo y género.
¿Qué quiere decir que Mermaids y organizaciones similares vayan tanto a escuelas como a instituciones del Estado a enseñar que ser no binario significa no ser ni hembra ni varón? Ser hembra o varón responde a nuestro sexo biológico, el cual es inmutable. Un número reducido de personas que nacen intersexuales (una condición genética, no un género ni una identidad), no niegan que la especie humana sea una especie dismórfica, de la misma manera que el hecho de que algunas personas nazcan con seis o siete dedos, no “deconstruye” el hecho de que los seres humanos somos animales que tienen diez dedos en nuestras extremidades.
Hay gente que nace sin manos ni brazos, ¿significa eso que las extremidades humanas son “un espectro”? De igual manera, las variaciones en los patrones de los cariotipos representan mutaciones cromosómicas que usualmente están asociadas a un sexo en particular o a otro, por lo tanto tampoco “deconstruyen” la base biológica en que se sustenta nuestra especie.
Mermaids fue una de las pocas organizaciones que fueron consultadas durante la Investigación sobre la Igualdad Transgénero por el Comité de la Mujer e Igualdades del parlamento británico respecto a las propuestas para modificar aquella Ley de Reconocimiento de Género del 2004. Tal como está ocurriendo en muchos países del mundo, el comité no consultó a ninguna organización de mujeres ni a ninguna feminista, a la hora de revisar una política pública sobre sexo y género.
Somos animales mamarios. Nuestro reino es el Animalia y somos del orden de los primates. Nuestro intestino tiene sexo y el esófago también. Los tejidos epiteliales que se nos desprenden de los labios todos los días, también pueden revelar nuestro sexo. Ignorar la relevancia del sexo en temas de salud, ha sido la norma del sistema médico patriarcal y esa ignorancia respecto al cuerpo de mujeres y niñas, es un asunto de vida o muerte para ellas.
¿Qué significa que justo cuando hemos creado concientización sobre eso, millones de niñas y adolescentes están siendo adoctrinadas para pensar que su cuerpo y su biología es irrelevante?
No es que quiera pretender ser científica pero este punto es fundamental. No nos podemos quejar de la “posverdad” y los “fakenews” de fomentan desinformación, si permitimos que se propaguen mentiras, peligrosísimas para la salud de mujeres y niñas, supuestamente para proteger sentimientos sustentados en ideas distorsionadas. Cuando la administración de Trump dice que “el sexo determina que una persona sea varón o hembra, basado en características biológicas identificables al nacer y antes de nacer”, tienen absolutamente toda la razón. Aunque a usted no le guste, pero un hecho (en este caso científico) no deja de ser un hecho, sólo porque a usted no le guste quien lo diga.
Ahora, el género podrá ser otra cosa. Vamos a conceder que, como escribe mi autora favorita, Judith Butler, el género se encuentra actualmente “en disputa”. Cuando Mermaids enseña en las escuelas que “no binario es un término que se refiere a personas cuyo género no es ni varón ni hembra. Elles se pueden identificar con no tener ningún género en absoluto, tener ambos géneros, tener una tercera identidad, o una identidad que cambia con el tiempo”, está expandiendo varias confusiones deliberadamente, al utilizar tres conceptos de manera intercambiable: sexo, género e identidad. Esa confusión no es una mala redacción, es un barullo promovido y fomentado intencionalmente con fines políticos. Y esto es crucial.
¿Puede una persona tener dos géneros a la vez? ¿Tres o ninguno? Quizás. Yo supongo que si despojamos el concepto de género de análisis político y dejamos de utilizarlo como herramienta para analizar relaciones de poder en un sistema patriarcal, usted puede hacer con esa palabra lo que le dé la gana. Como estamos reeducándonos, yo investigué cual es mi género. El primer enlace que me sale en el internet me pregunta “¿qué género es tu cerebro?” y el segundo dice que con 20 preguntas simples me pueden diagnosticar “mi género mental”. Otro de los artículos se titulaba “¿Qué género debería ser?” y explica: “Naciste hembra, pero ¿deberías serlo? Seas una cosa o la otra, niña o niño, gay o hetero, ¡haz este test para averiguar quién estás destinado a ser!” La primera pregunta que me hacen es “¿cuál es uno de tus hobbies?” Las opciones son “ir de comprar, jugar deportes o navegar en el internet”. A ninguna de ustedes le va a sorprender que el test termino revelando que yo soy un varón, posiblemente porque puse que me gusta jugar deportes y leer, pero no me gustan las películas sangrientas.
Miren, yo tengo que llamar a mi mamá para darle la noticia, pero ya que estamos metidas en el lio, sigamos con el análisis. Volvamos a examinar lo que le están enseñando a niñas y niños sobre género.
En Gales, una guía educativa de la organización Agenda que busca enseñar sobre las relaciones afectivas saludables y la discriminación, incluye un ejercicio para enseñarles a las personas jóvenes sobre género. El “desafío de los Pastelitos de moras”, explica que hay que distribuir pasteles de arándanos y frambuesa entre niños y niñas. En un extremo del salón se colocan vejigas azules simbolizando la masculinidad y en el otro extremo se colocan vejigas rosadas para simbolizar la feminidad. Quienes tengan un pastelito que dentro contenga frambuesas se colocan junto a las vejigas rosadas, en el rincón de la feminidad y quienes tengan pastelitos que contengan arándanos van al extremo de la masculinidad. Algunos pastelitos tenían tanto frambuesas como arándanos mientras que otros pastelitos no tenían nada.
Quienes tenían pastelitos con ambas moras vieron que no tenían donde colocarse. La guía explica que “luego de esta actividad, les preguntamos cómo se sentían siendo categorizados según un pastelito que no escogieron y ser colocados en una esquina de un género que no escogieron y con el cual no se identifican”. No sé si ustedes se han dado cuenta, pero existe todo un movimiento político cuyo propósito es abogar por los derechos de personas que se rehúsan a vivir bajo los parámetros de la feminidad…
Pero bueno, lo importante es que este ejercicio es perfecto para demostrar el aspecto neoliberal de las políticas de identidad de género. En vez de cuestionar la feminidad y la masculinidad, los naturalizan. Si alguien rechaza estas constricciones, no es porque los estereotipos son opresivos ni sexistas, sino porque esa persona pertenece al contrario. Quien quiera escapar de toda esta dinámica no tiene que desmantelarla, solo removerse individualmente y dejar a las demás personas encerradas dentro.
Nadie es binario en el sentido que las políticas de identidad de género pretenden universalizar porque estas asumen que mujer= feminidad y hombre=masculinidad. Cuando un gobierno propone que, legalmente, la mujer es cualquier persona que diga ser mujer, no en base a una realidad biológica sino a estereotipos sexistas, como propone en estos momentos el gobierno inglés, está codificando que ser mujer es adherirse a patrones de feminidad. Quien no sea un estereotipo ambulante de feminidad (todas las mujeres sobre la faz de la tierra), quedan codificadas como “otro tipo de persona”. La mujer se convierte, pues, en lo que el patriarcado siempre ha dicho que la mujer debe ser.
Este gráfico también es común en talleres (dirigidos a escuelas, a la policía, organizaciones estatales, a universidades…) sobre las políticas de identidad de género. La mujer es interpretada como feminidad: una Barbie. El hombre es interpretado como masculinidad: un muñeco G.I. Joe. El sexo es biología mientras que el género es sociología, pero las políticas de identidad de género convierten el género en una esencia innata, al tiempo que pulverizan una realidad biológica material. Nadie se adhiere en un 100% a estereotipos de masculinidad o feminidad.
Todo hombre que sienta inseguridades, que no sea proveedor de sus familias, que se preocupe por su apariencia, que no sea agresivo ni busquen dominar las mujeres o que llore, está rompiendo las expectativas de masculinidad. Ningún hombre es simplemente un G.I. Joe. Toda mujer que trabaja fuera del hogar, que es asertiva, o que no tenga el más mínimo interés en ser madre ni sea delicada, está rompiendo con los patrones de feminidad. Ninguna mujer es simplemente una Barbie.
No querer ser ni Barbie ni G.I. Joe no te hace una persona no binaria, te hace un ser humano. Los seres humanos somos biológicamente hembras o varones, pero no somos biológicamente femeninas ni masculinos. Para justificar esta creencia, es común leer mujeres decir “supe que era no binaria porque nunca me gustó tener el pelo largo” y hombres que dicen “siempre he sido muy afectivo y cariñoso”… Le polítique liberal londinense Edward Lord explica “soy no binario porque soy feministe, porque odio la masculinidad tóxica y porque quiero acabar con el patriarcado y la misoginia”. Pero, ¿un varón que rechace el patriarcado y la misoginia deja de ser hombre? ¿No pueden los hombres desmantelar los estereotipos de masculinidad, el patriarcado y la misoginia como lo que son?
Hay algo bastante retrógrado y conservador en promover la idea de que si a un varón le gusta el rosado es porque no es un niño y si a una niña le gusta jugar con carritos, es porque ella no es una niña. Especialmente cuando consideramos el hecho de que niños y niñas, por definición, presentan una “fluidez de género”, para utilizar el lenguaje posmoderno. ¿Cómo asi? Hasta que usted no le grite treinta veces a una niña “¡deja de encaramarte en ese árbol que eso es de niños!”, ella va a seguir encaramándose. Es ese proceso de repetición lo que le va a enseñar a esa niña que, por ser niña, tiene que estar tranquilita, no ensuciarse, preocuparse constantemente por ser considerada bonita, agradable, sumisa, entre tantas otras demandas cada vez más opresivas. Igual con los niños. En el proceso de socialización, a los niños se les amonesta constantemente para recordarle que no pueden llorar, jugar a la cocinita y con muñecas.
Liberación sería dejar de regañarles a ambos, no enseñarles que la feminidad y la masculinidad son fundamentales para su conceptualización como seres humanos. Las políticas de identidad de género son una receta para fomentar confusiones y angustia en niñas y niños. Lo cual es muy útil porque luego “especialistas de género”, que trabajan en “clínicas de género”, pueden diagnosticar que menores de edad presentan “problemas de género” y encaminarles en una ruta que empieza con bloqueadores de la pubertad y termina con la esterilización irreversible de niños y niñas perfectamente saludables.
Medicalizar niños y niñas que no se conforman con su género, luego de llenarles las cabezas de ideas contradictorias que incluso las personas adultas no sabemos bien ni como desenredar, es un escándalo de abuso y explotación contra los derechos de la infancia y cuando todo esto estalle, yo quiero saber a quien es que hay que demandar primero.
Medicalizar niños y niñas para que se adhieran a patrones de feminidad y masculinidad no tiene nada ni de progresista ni de revolucionario. Como explica la periodista Meghan Murphy, las políticas de identidad de género “existen para reforzar la dominación masculina y la subordinación femenina al naturalizar el género, uniendo esas características sexistas a los humanos que nacen varones y hembras”.
Hablando de la dominación masculina, hablemos otra vez de nuestre amigue Edward Lord, la persona no binaria que quiere acabar con el patriarcado y la misoginia. Lord es directore del comité de la ciudad de Londres y durante el verano propuso una iniciativa para eliminar la segregación sexual de todos los establecimientos públicos bajo su jurisprudencia. Explica el periodista Andrew Gilligan en The Times: “La ciudad de Londres, que contiene varios de los centros turísticos y edificios más emblemáticos de la capital, esta proponiendo abrir todos los espacios y servicios para las mujeres a cualquier persona “que se identifique” como mujer o niña”. Es decir: espacios mixtos. La propuesta no solo afectaría los baños, sino también espacios públicos como balnearios y centros de recreación.
Esta propuesta representa problemas no solo porque las mujeres tienen siempre menos baños que los hombres, sino también porque todo espacio mixto presenta un incremento de violencia contra la mujer en comparación con los espacios segregados. Aparte, esta propuesta no solo atenta contra los derechos a la privacidad, la seguridad y la dignidad de mujeres y niñas (algo fundamental para garantizar su acceso a la educación) sino también contra los derechos de minorías religiosas, quienes precisan de espacios segregados para disfrutar de áreas públicos. Usted puede estar en desacuerdo con las razones por las cuales algunas religiones segregan espacios en base al sexo, pero esas mujeres y niñas orinan, defecan y en su mayoría menstrúan. Y mientras lo hagan, sus derechos tienen que ser tomados en cuenta en toda discusión sobre este tema.
Abrir los espacios destinados para mujeres a todo el mundo, en nombre de la inclusión, es excluir a las mujeres que, poco a poco, dejan de utilizar o son expulsadas de espacios que fueron creados para ellas. En temas delicados, como las casas de acogida, esto es grave.
Edward Lord, nuestre valiente feministe no binario, dice que no. “Esto no es debatible ni debería ser controversial”, expresa le politique, quien por cierto, es miembro de la sociedad masónica: una sociedad para hombres ricos donde no se admiten mujeres. Dominación masculina es que un hombre blanco y burgués quiera abolir los espacios segregados para mujeres y niñas, exponiéndolas a situaciones de violencia y vulnerabilidad, para exaltar sus credenciales como defensor de la diversidad.
Dominación masculina también es obligar a gente que trabaja en instituciones públicas a utilizar pronombres neutros, sí o sí. El pasado agosto, el Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de Victoria, en Australia, ha decretado que los primeros miércoles de todo mes deben ser considerados “Día de Elles”, y cada servidor público o servidora pública tiene que utilizar pronombres no binarios y deben referirse a las personas como “elles”. El correo institucional, dirigido a los y las 10,000 personas que emplea esta institución del Estado expresa: “Las identidades no binarias son igual de validas que las identidades de género binarias. Los nombres no siempre corresponden con el género de una persona”. Al ser cuestionado, un representante de la institución explicó que “nos sentimos orgullosos de ser un lugar de trabajo incluyente”. ¿Por qué las feministas nunca hemos obligado a instituciones públicas a adoptar lenguaje no sexista? Miren lo fácil que es, ¿qué estamos esperando?
Imponer una creencia religiosa a través del estado es una manera muy rara de promover derechos humanos. Parecería que estamos sacando la Biblia de las escuelas para sustituirla por el credo de los Principios de Yogyakarta.
Algunas personas dirán: “pero ¿esto no es bueno? Algunas culturas reconocen una tercera categoría de género, ¿qué tiene de malo reconocer el concepto de personas no binarias como una tercera categoría?” En efecto, la creación de nuevas categorías de género en un sistema patriarcal es lo que me parece mas fascinante de esta coyuntura político-cultural. Tal como dicen los promotores de las políticas de identidad de género, a través de la historia podemos encontrar “terceros géneros” reconocidos socialmente y en muchos casos respetados… pero lo que siempre se les olvida mencionar, es que estos terceros géneros casi siempre surgen precisamente para fortalecer los cimientos los estereotipos asignados a las mujeres y a los hombres.
Analiza la escritora francesa Cécilia Lépine que en algunos contextos nacionales como la India y Pakistán, las personas que son consideradas “terceros géneros” son en su mayoría varones que no se conforman con estereotipos de masculinidad. Explica la investigadora:
“Hijra, como se conocen en la India, son hombres y niños quienes son presionados para que se conviertan en mujeres bajo alegatos misóginos: son varones que les gusta estar rodeados de mujeres, ayudan a las mujeres con el trabajo doméstico, tienen rastros faciales que son considerados “femeninos” o se sospecha que pueden ser homosexuales. A menudo son castrados y no se les permite ni casarse ni ser dueños de propiedad propia”.
Y aquí es importante que recordemos el contexto patriarcal: tanto Irán como Pakistán tienen leyes inclementes contra la homosexualidad. Conecte, por favor, una idea con la otra.
El investigador y académico experto en cultura Navajo, Wesley Thomas, explica en su ensayo sobre la construcción de género y sexualidad que, “desde el punto de vista de la cultura Navajo, hasta principio de siglo, los varones que demostraban características del género opuesto ocupaban el rol como nadleeh”. Cuando hablamos de nadleeh, estamos hablando de varones que demostraban afinidad por tejer, cocinar y criar hijos e hijas. Es decir, actividades asociadas tradicionalmente con las mujeres.
Esto es exactamente lo que estamos viendo en estos momentos. En vez de tratar de comprender teorías masturbatorias y de ahogarnos en palabrerío sobre las subjetividades de identidades transformadoras, observe las dinámicas que reproducen las políticas de identidad de género: estamos viendo el fortalecimiento de la masculinidad más implacable. La agresividad y el autoritarismo con que las políticas de identidad de género colonizan no son más que la masculinidad más tóxica que ha encontrado una manera bastante ingeniosa de desmantelar todo lo que hemos construido como mujeres, para las demás mujeres. Desde nuestros espacios hasta las palabras que existen para nombrarnos.
Si todo esto fuese un tema de derechos humanos, ¿por qué tienen las mujeres en Inglaterra que contratar seguridad y reunirse en secreto, bajo amenazas e intimidación de supuestos aliados progresistas, para debatir una política pública sobre sexo y género? ¿Por qué han impuesto una querella formal contra el Partido Feminista de España cuando ha expresado una opinión, en el mejor de los casos, disidente a la postura de un colectivo? ¿Por qué en el 2018 escribir algo crítico sobre género, el concepto mediante el cual hemos podido teorizar sobre nuestra opresión, significa que una escritora estadounidense está arriesgándose a perder su carrera? E igual pasa con escritoras en Suecia, Brasil, Noruega, Bolivia, Canadá y Nueva Zelandia.
Sabiendo todo esto, vuelvo y cuestiono: ¿qué quiere decir que, en el contexto de la violencia machista, a las mujeres les deberíamos preguntar si se quieren “identificar” como mujeres o como personas no binarias? La feminidad indica que las mujeres tienen que ser obedientes, abnegadas, sumisas, complacientes, tolerantes y que deben evadir los conflictos a toda costa. Yo pongo mi mano en el fuego: toda mujer que escapa de la violencia machista está rompiendo tajantemente con los patrones de feminidad. Recuerdo claramente lo que decían esas mujeres que formaron parte del proyecto de mi centro de investigación. Pocas tuvieron experiencias positivas en el sistema judicial. A todas les cambio la vida. Al decirle ‘no’ y ‘basta’ a su agresor, muchas lo perdieron todo: su hogar, su estabilidad, su salud mental y hasta su vida. Algunas no volvieron a ver jamás a sus hijos ni a sus hijas.
Rechazar la feminidad no las hace ni menos mujer ni no-mujeres. Las hace seres humanos. Si ser no binario es sinónimo de un ser humano complejo, libre de imposiciones de género y estereotipos, ¿qué significa ser mujer?
¿Quién querría serlo?
Agradezco muchísimo compartirnos tu opinión, pienso que organizó un poco mejor mi inconformidad con la explicación de «no binario», pues sentía que tal como lo dices refuerza esos patrones de feminidad y masculinidad. Creo que lo supiste abordar increíblemente y te felicito mucho. Saludos desde Colombia.