Karen Petrie, la programadora que creó un modelo matemático del sexismo

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Karen Petrie. Imagen: Universidad de Dundee.

Karen Petrie nació en los 80 (en 1980, de hecho), un momento en el que, en Occidente, parecía que las mujeres ya no tenían más barreras que derribar, que la igualdad era un hecho y que quizá el feminismo ya no hacía falta. Resultó no ser así. Su carrera profesional en el campo de las ciencias de la computación le sirvió para comprobarlo de forma constante. Por eso ha dedicado su vida a combatir el sexismo y su mayor aportación hasta la fecha no solo a su rama científica sino a la cultura popular es un modelo que lleva su nombre y que describe matemáticamente el sexismo que se da en un grupo en el que hay desequilibrio de género.
Pero volvamos un segundo hacia atrás, porque todo empezó mucho antes, en el momento en el que a los 8 años, Petrie aprendió a programar en un Commodore 64. “Decidí profundizar en mi conocimiento sobre la computación obteniendo una licenciatura en Ciencias de la Computación y luego un doctorado en programación con restricciones, una rama de la inteligencia artificial”, cuenta.
La programación es creatividad
De todo lo que le ofrecía la computación, su principal atractivo para ella era la creatividad: “no solo puedo usar contenido digital en un ordenador, sino que puedo crearlo. Si decido que necesito una interfaz mejor en mi calendario, puedo diseñarla e implementarla. Incluso escribo mis propios juegos”.
La programación con restricciones es una rama de la computación que trata de ayudar a los ordenadores a elegir las mejores soluciones para un problema dentro de todas las posibles. Karen utilizó sus conocimientos de programación con restricciones durante el tiempo que pasó trabajando para la NASA, haciendo así más eficiente la toma y procesado de imágenes por satélite, y esa labor y los algoritmos que desarrolló allí le valieron el premio Young IT Practitioner de 2004 otorgado por la British Computer Society.
“Me dijo que podía pasar la noche con él”
Fue también en esta época, durante su doctorado, cuando le ocurrió el que asegura que es el único incidente que le hizo replantearse si quería seguir su carrera en computación: “Era una joven estudiante de doctorado en mi primera conferencia, tratando de hablar con todos los académicos para aprender todo lo posible. Me quedé helada cuando uno de ellos me dio la llave de su habitación y me dijo que podía pasar la noche con él”, recordaba años después.
La semilla del que sería su activismo feminista ya estaba plantada. Desde entonces ha trabajado en el Laboratorio de Computación de la Universidad de Oxford y después en la Universidad de Dundee, en Escocia, “y allí he adquirido un gran interés por el lado docente de las cosas”, ocupando uno de los puestos de jefa de estudios.
En esos puestos ha desarrollado una gran actividad promoviendo la presencia de mujeres en el campo de la computación y señalando el sexismo habitual en esta y otras ramas de la ciencia. Entre 2008 y 2011 fue la presidenta de BCSWomen, la rama de la British Computer Society que dedica su atención a las programadoras y científicas en especial. De su labor como presidenta, algunas de sus compañeras destacaban su energía, entusiasmo e inteligencia: “maneja la política inevitable del puesto con honestidad y consideración”, aseguraba Hannah Dee, profesora de la Universidad de Aberystwyth.
El multiplicador de Petrie
Como decíamos al inicio de este artículo, probablemente su mayor aportación es un modelo matemático que precisamente describe el sexismo que se produce en un grupo cuando el equilibrio de género es desigual. Se bautizó como el multiplicador de Petrie y demostraba, en definitiva, que no hace falta una mayoría opresora malvada para que haya una minoría oprimida. Es todo mucho más sencillo y sutil.
La base de este modelo está en que las mayorías tienden a fijar normas estándares de comportamiento que no tienen por qué ser igual de naturales o cómodas para el resto de los individuos que no pertenecen a esa mayoría; que no todos nos comportamos de forma irreprochable todo el tiempo y que, cuando nos comportamos de forma reprochable, a menudo utilizamos características como el género (o la etnia, o la sexualidad) de los demás como vía de expresión de nuestro comportamiento reprochable. El caso es que, asumiendo que todos seamos igual de reprochables en igual número de ocasiones, si un grupo es asimétrico, la vivencia resultante también es asimétrica.
Ilustración del multiplicador de Petrie. Imagen: Wikimedia Commons

Eso se traduce en lo siguiente: asumiendo que hombres y mujeres pudiesen ser igual de sexistas, en un grupo en el que hay cuatro hombres por cada mujer, muchos de ellos no sufrirán nunca un comportamiento o comentario sexista, mientras que ellas tendrán cuatro veces más probabilidades de experimentarlos. La moraleja final es que en los ambientes en que las mujeres se encuentran en minoría, como por ejemplo la investigación en ciencias de la computación, el sexismo que experimentan es mucho mayor, y por lo tanto es necesario equilibrar los números y que los hombres (la mayoría) hagan un esfuerzo consciente por evitarlo.
El multiplicador de Petrie fue celebrado como un intento de solucionar el problema del sexismo en el sector de la computación sin atacar a los hombres, ya que en ese modelo no se carga a los hombres con la culpa de ser más sexistas que las mujeres, sino que se centraba el problema en el desequilibrio de género. Sin embargo, tiene sus limitaciones. Por un lado, porque nunca se ha sometido a experimentación empírica. Por otro, porque tampoco está claro que hombres y mujeres sean igual de sexistas en todos los casos.
La propia Petrie es consciente de las limitaciones de su propuesta, pero también consideraba que solo proponerlo había tenido ya un efecto positivo: “al menos ha servido para que empecemos a hablar sobre género en la computación”.
Referencias
Karen Petrie, Attack on sexism not an attack on men, The Scotsman, 23 noviembre 2013
Jon Butterworth, A mathematical model of oppression: the Petrie Multiplier, The Guardian, 8 marzo 2015
Sobre la autora
Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista.

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Comentarios

  1. Se puede llevar el estudio un paso mas alla, mediante la aplicacion de algebra al estudio de anatomia y metabolismo de cada organo y combinado, con el fin de descomponer la conducta humana en aquellas componentes fisicas, quimicas y ondulatorias que la forman, asi como estudiar las relaciones entre componentes. Como punto de partida cable plantear que cada organo aporte al menos un plano de fisiologia, otro de inteligencia y un rango de frecuencias de vibracion (que se puede tomar dentro de las longitudes de onda de luz visible, o dentro del rango de frecuencias de audio perceptibles). Cabe ademas plantear que el sistema nervioso central representa un mapa, de la inteligencia de los organos en las capas mas lejanas al cortex, transicionando gradualmente, incrementando el nivel de abstraccion, hasta representar un mapa de las inteligencias funcionales posibles de un ser vivo, en las capas mas externas del cortex.
    El sexismo nunca han dejado de ser conexiones neuronales, pero mas util puede ser analizar que condicionamiento crea esas conexiones, o que condicionamiento conduce a su anulacion. Pero el cerebro siempre es un mapa del mundo fisico, los condicionamientos se hicieron asociados a deudas materiales o funcionales de algun tipo, por lo que quitarlos requiere cancelar deudas de algun tipo.
    «No mas pensamiento izquierdo impuesto sobre mi lado derecho.»
    «No mas pensamiento derecho impuesto sobre mi lado izquierdo.»
    «No mas pensamiento de abajo impuesto sobre arriba.»
    «No mas pensamiento de arriba impuesto sobre abajo.»

  2. Faltan otras dos:
    «No mas pensamiento hacia delante impuesto sobre mi retrospeccion.»
    «No mas pensamiento retrospectivo impuesto sobre mi avance.»

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