En el Museo de Arte Moderno de Nueva York, llamado MoMA, se pueden ver algunas de las fotografías de Dorothea Lange, y por internet se puede admirar la que posiblemente es su imagen más famosa, “Madre Migrante”, tomada en 1936 en Nipomo, California, en un campamento temporal de recolectores. En ella, una mujer se lleva la mano a la cara mientras su mirada pensativa y cansada se pierde a lo lejos. Dando la espalda a la cámara, en sus hombros cabezas infantiles reposan. Ella se llama Florence Owens Thompson y tiene 32 años y siete hijos/as. La familia está de camino desde Imperial Valley a Watsonville, California para trabajar recogiendo lechugas, cuando el coche en el que viajan sufre una avería y deciden unirse a unos recolectores de peras en un campamento cercano.
Esta fotografía fué hecha cuando Lange trabajaba para una agencia gubernamental estadoundense, la cual estaba estudiando la situación de grupos de personas que trabajaban o habían trabajado la tierra, quienes en general vivian en situación de pobreza y migraban en busca de trabajo. Eran tiempos turbulentos en el país, el cual se hallaba en la Gran Depresión económica que se originó en Wall Street en 1929 y afectó a millones de personas en el mundo entero durante años. Precisamente esta imagen simbolizó la devastadora pobreza a la que se enfrentaban algunos de los sectores del país en aquel momento: pequeños granjeros o gente que trabajaba la tierra para otros.
Y es que la industrialización, unida a la Gran Depresión, habían causado estragos en estos grupos; muchos empleos habían sido absorbidos por maquinaria agrícola y varios estados estaban sufriendo tormentas de arena causadas por la sequía. Este fenómeno meteorológico se ha llamado “Dust Bowl”, algo así como “cuenco de polvo”. Como resultado, millones de trabajadores y sus familias no tuvieron otro remedio que abandonar sus granjas y emigrar a estados más pudientes, como California o tan lejos como Alaska. El gobierno de Estados Unidos estaba investigando la situación, pero el público en general no tenía ni idea. Dorothea Lange había sido contratada precisamente con el fin de documentar los movimientos migratorios con sus fotografías. Cumplió ese objetivo y mucho más.
Años antes, en 1933 el presidente Frank Delano Roosevelt había lanzado un paquete de iniciativas (el famoso “New Deal”) para aliviar la pobreza generalizada causada por la Gran Depresión. Dorothea Lange estaba por aquel entonces casada con el artista Maynard Dixon y vivía en San Francisco, donde trabajaba en su propio estudio de fotografía, cuyos ingresos muy a menudo mantenían a toda la familia, que incluia dos niños de muy corta edad. Dixon abandonaba a su mujer e hijos frecuentemente para pintar en Nuevo Mexico, dejando a Dorothea como cabeza de familia en todos los sentidos, incluyendo el económico.
Asomándose a la ventana de su estudio, Dorothea veía colas de personas esperando para recibir comida y un día salió con su cámara. Fué entonces cuando su transformación de fotógrafa de estudio para clientes de dinero a fotografiar gente “de la calle” ocurrió. Para cuando la gran huelga de 1934 se organizó en San Francisco, Lange ya tenía en su portafolio una colección de imágenes de obreros puños en alto, gente desamparada en la calle, y otras fotografías que retrataban la desesperación y el caos de la epoca.
Lange había descubierto su vocación y por desgracia, ésta era incompatible con su rol de madre, así que ella y Maynard Dixon mandaron a sus hijos, de 4 y 7 años respectivamente, a familias de acogida. Lange había descubierto un dilema que tortura a muchas mujeres; como conciliar las responsabilidades de un trabajo, que era además intenso e gratificante, con el cuidado de una familia. Para Dixon no existía tal dificultad; felizmente se deshacía de su responsabilidad echándola a las espaldas de su esposa, que para eso era la madre.
Con el tiempo, Dorothea y Dixon se divorciaron, y Lange empezó una relación y luego matrimonio con el economista y activista Paul Taylor, quien precisamente la había contratado para viajar por el país documentando la pobreza de sectores de la población más afectados por la Gran Depresion; las víctimas más vulnerables de los volátiles vaivenes del progreso. Fué trabajando con Taylor que la fotografía “Madre Migrante” tuvo lugar. Una se pregunta, si, sacando fotos de madres con hijos, Lange echaba de menos los suyos. Si sentía remordimientos, o por el contrario, viendo la pobreza a la que la maternidad había condenado (en parte) a tantas mujeres, si sentía alivio. Es posible que las dos cosas.
Su matrimonio con Taylor fué muy satisfactorio a nivel personal y profesional. Era realmente una relación de dos personas que trabajaban con total complicidad por un objetivo común, el cual era el documentar la situación de pobreza y desesperación de tantos millones de familias a las que el “sueño americano” habia eludido; desde antiguos esclavos Afro-Americanos en situación de pobreza, a migrantes Mexicanos que trabajaban la tierra de sol a sol en California en plena miseria.
El duro trabajo del matrimonio produjo frutos; gracias a su labor se contruyeron casas para trabajadores migrantes en California. En otro ejemplo, el campamento donde sacó su famoso retrato “Madre Migrante” recibió donaciones gracias a la publicidad que su imagen causó. Con el tiempo, a medida que la administración del presidente Roosevelt seguía con multiples iniciativas para crear trabajo o facilitar que los y las trabajadores/as pudieran comprar tierra para construir un hogar, las fotografías de Lange fueron clave para documentar el problema y el efecto de las medidas gubernamentales hacia su resolución. Se convirtio, de hecho, en la persona responsable de ilustrar el “New Deal”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Lange fué contratada para retratar a los ciudadanos de ascendencia japonesa que el gobierno estadounidense puso en “campos de internamiento” durante la Segunda Guerra Mundial. Unas 120,000 personas de ascendencia japonesa fueron encerradas en campamentos en Texas, Idaho, Dakota del Norte, Montana, California, y otros estados. Las imágenes fueron consideradas provocativas por el gobierno y censuradas.
Las fotografías de Lange transcienden su valor gráfico para convertirse en crónica de las injusticias cometidas en Estados Unidos en nombre del crecimiento económico, pero no por ello dejan de ser bellas. Lange, quien nunca “robó” un retrato (siempre pidio permiso para fotografiar), veía su trabajo como una especie de colaboración entre ella y la persona de interés, y consideró que su misión era la de mostrar a la sociedad la humanidad y la voz de estas gentes explotadas, cosas tan frecuentemente negadas a los sectores mas desprotegidos.
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