Es uno de los puentes más fotografiados del mundo y uno de los símbolos de Nueva York: El Puente de Brooklyn, uniendo la zona inferior de Manhattan y el barrio de Brooklyn. Cientos de personas cruzan cada día su kilómetro y 825 metros de longitud paseando, sacando fotos y disfrutando de sus espectaculares vistas. Cuando se terminó de construir en 1883 tras 14 años se convirtió en el primer puente con cables de suspensión de acero.
Muchas personas conocen estos datos, pero lo que es posible que desconozcan es el nombre de una gran mujer, Emily Warren Roebling, y su importantísimo papel en la construcción del puente, y es que es posible que sin ella no existiera.
El puente fué diseñado por un ingeniero experto en este tipo de obras, un emigrante alemán llamado John Augustus Roebling. La construcción comenzó en 1869, dos años después de que el senado de Nueva York aprobara una ley para que se edificara un puente y así unir Manhattan con Brooklyn. Roebling sufrió un accidente un poco tonto mientras estaba examinando la obra: su pié fue aplastado por un barco contra el embarcadero en el que se encontraba, contrajo tétanus y un mes más tarde falleció. Inmediatamente se colocó a su hijo Washington Roebling, otro ingeniero, a cargo del proyecto con la mala suerte de caer enfermo él también. Sufrió de un trastorno llamado “síndrome de descompresión” el cual hoy en día tiene remedio, pero que en aquella época le causó parálisis e imposibilitó que pudiera inspeccionar la obra en persona.
Se tuvo que limitar a supervisar el trabajo desde una ventana de su apartamento, y contó con la labor de su mujer, Emily Warren Roebling, quién sirvió como sus “ojos y oídos” en el puente a medida que éste se iba levantando. Pero Emily hizo mucho más. Tomaba e intercambiaba notas entre su marido y el personal de la obra, aprobaba contratos, estaba a cargo de pedir materiales necesarios para la construcción, e hizo una gran labor como diplomática con comisarios y otro personal responsable de la ejecución del plan y el alcalde de Nueva York de la época, quien quiso quitar a su marido del proyecto.
Cuando el puente por fin se inauguró en 1883, Emily Warren Roebling fué la primera persona en cruzarlo. En su momento, el Puente de Brooklyn causó sensación y no es para menos: si incluso ahora es una construcción formidable, en aquellos tiempos en los que los edificios eran mucho más pequeños, tuvo que ser una experiencia casi de otro mundo el cruzar un puente tan alto que hasta los pajaros pasaban por debajo. No en vano se consideró como la “octava maravilla del mundo” por aquel entonces.
Hoy en día, una placa en el puente reconoce la valiosísima labor de Emily. Su texto dice: “Detrás de cada gran trabajo, podemos encontrar el sacrificio de una mujer”.
Años más tarde, Emily estudió derecho en la Universidad de Nueva York y hasta llegó a escribir un artículo apoyando la igualdad entre hombres y mujeres en el matrimonio. Murió en 1903 de cáncer de estómago.
Imágenes: El Puente de Brooklyn y la placa en honor de Emily Warren Roebling. Las dos fotos ©Maria Luisa Latorre