Fuera de contexto

Carolina Vásquez Araya
Carolina Vásquez Arayahttps://carolinavasquezaraya.com
Periodista chilena radicada en Guatemala y editora. Ha trabajado en proyectos orientados al desarrollo social, cultural y económico, en especial en el sector de cultura y educación, derechos humanos, justicia, mujeres y niñez.
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Cuando una autoridad naturaliza la violencia de género, dispara las alarmas.

El vicepresidente de Guatemala dijo textualmente durante una entrevista: “La historia juzgará a cada quien en el quehacer de su vida. Hasta cómo nos comportamos en el hogar. Cuántas veces dejamos el ojo morado a la esposa o la esposa al esposo. Porque todos atacan a los hombres, pero las mujeres a veces son agresivas y no se quedan calladitas”.

Su afirmación corrió de inmediato por las redes sociales, en donde fue objeto de fuertes críticas. Sin embargo no faltó quien defendiera al funcionario aduciendo que su malhadada frase había sido sacada de contexto. Para aclarar las cosas, démosle el entorno que merece.

“La violencia contra las mujeres se ha manifestado como un continuo en la historia de Guatemala y la violencia de género ha sido perpetuada como una herramienta de subordinación y control de la vida y cuerpo de las mujeres, sustentada por una cultura patriarcal y conservadora y un sistema frágil de seguridad y respuestas judiciales que genera impunidad.”

(ONU Mujeres). Siguiendo en esa línea y de acuerdo con datos recabados por la misma organización en Guatemala, durante el último semestre de 2018 se registraron más de 50 mil embarazos en niñas y adolescentes como reflejo de la violencia a la cual se ven expuestas, la mayoría de veces dentro del hogar y por incesto cometido por sus padres, hermanos, tíos o personas allegadas a la familia.

La violencia de género y la ejercida en el hogar, eso que al vicepresidente de Guatemala le parece la cosa más natural del mundo, se produce sobre más del 51 por ciento de la población y la pobre respuesta del Estado ante las violaciones, el abuso económico, social y laboral, así como el femicidio que alcanza cifras de espanto, han convertido a Guatemala en uno de los países de mayor riesgo para la vida y la integridad física y psicológica de las mujeres. Por ello, naturalizar la violencia doméstica, como pretendió esa alta autoridad del gobierno, posee implicaciones de enorme alcance moral.

El problema con las expresiones vertidas por representantes de la máxima autoridad es cómo impactan en amplios sectores de la ciudadanía. El acoso y la violencia en el entorno doméstico son taras sociales que es preciso erradicar a través de educación, una legislación capaz de sancionarla y una administración de justicia con enfoque de género y capacidad para condenar a los agresores y proteger a las víctimas.

En ese mismo sentido, la aberrante decisión de utilizar una ley como la Ley contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia contra la Mujer, diseñada para amparar a las mujeres víctimas de violencia, como parapeto contra investigaciones por supuestos delitos cometidos por Sandra Torres, candidata a presidente, viene a horadar la solidez de un sistema que, bien utilizado, es capaz de salvar la vida de tantas mujeres amenazadas por un sistema patriarcal que las margina.

No hay frase inocente cuando viene de una autoridad, dado que refleja una postura y una línea de pensamiento; por eso la necesidad imperiosa de analizar cuidadosamente a quién o quiénes se les concederá un voto de confianza en las próximas elecciones.

Guatemala no merece la pobre calidad de funcionarios como aquellos que la han sometido durante tantas décadas al saqueo, a la miseria y a la desnutrición de sus nuevas generaciones con un cinismo cruel; pero, sobre todo, a la perpetuación de una violencia cuyos niveles solo se comparan con aquellos de las naciones africanas sumidas en conflictos bélicos.

El país se enfrenta como nunca a una necesidad imperiosa de cambio y depuración de sus más importantes instituciones y la ciudadanía tiene en sus manos el voto, con el poder de generar el salto hacia el futuro.

 

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Comentarios

  1. “La violencia contra las mujeres se ha manifestado como un continuo en la historia de Guatemala y la violencia de género ha sido perpetuada como una herramienta de subordinación y control de la vida y cuerpo de las mujeres, sustentada por una cultura patriarcal y conservadora y un sistema frágil de seguridad y respuestas judiciales que genera impunidad.” (ONU Mujeres). Siguiendo en esa línea y de acuerdo con datos recabados por la misma organización en Guatemala, durante el último semestre de 2018 se registraron más de 50 mil embarazos en niñas y adolescentes como reflejo de la violencia a la cual se ven expuestas, la mayoría de veces dentro del hogar y por incesto cometido por sus padres, hermanos, tíos o personas allegadas a la familia”, porque en el trazado de su morfo psicología apreciamos la común psicopatología peligrosa, que presenta nuestro transexual ecuménico perverso patriarcado. Se sabe cómo suma y compendio de toda potencia; es decir, desenfrenado patológico que se “sabe” como un Dios, un desmedido frenesí y así es la violencia destructiva, que ejerce contra el feminismo enfrentado a él.
    La violencia de género y la ejercida en el hogar, eso que al vicepresidente de Guatemala le parece la cosa más natural del mundo, se produce sobre más del 51 por ciento de la población y la pobre respuesta del Estado ante las violaciones, el abuso económico, social y laboral, así como el femicidio que alcanza cifras de espanto, han convertido a Guatemala en uno de los países de mayor riesgo para la vida y la integridad física y psicológica de las mujeres. Por ello, naturalizar la violencia doméstica, como pretendió esa alta autoridad del gobierno, posee implicaciones de enorme alcance moral, porque poseen una esencia hostil contra lo jurídico utilizando un socavamiento destructor con su omnipotencia devastadora. Así, está constituido el lado en que es real el absolutismo del transexual ecuménico perverso patriarcado, que tiene su respeto en virtud de sí mismo, y no el sí mismo en virtud del respeto a la mujer.
    Por eso el sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es absolutamente la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
    Mi Femeninologia Ciencia de lo femenino es la serie de configuraciones que con mi conciencia voy recorriendo constituyendo, más bien, la historia que desarrollo en la formación de mi conceptualización. Es decir, una suerte de escepticismo consumado, que en realidad sería, el propósito de no rendirme, a la autoridad de los pensamientos de otro, sino de examinarlo todo por mí mismo ajustándome a mi propia convicción; o mejor aún, producirlo todo por mí mismo y considerar como verdadero tan solo lo que yo hago.
    Hoy, como ese infante entre los 4 a 5 años adaptando mi pensar en la realidad, interpretando mi actividad onírica.
    Por Osvaldo Buscaya (Bya)
    (Psicoanalítico)
    Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
    Lo femenino es el camino
    Buenos Aires
    Argentina
    08/04/2019

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