Muchas noticias y situaciones en donde se manifiesta socialmente la opresión y victimización de las mujeres provocan un sinnúmero de análisis de todo tipo, desmenuzándose, hasta el infinito, las particularidades del tema objeto de noticia. Nos hemos acostumbrado a desmembrar esas “situaciones” o casos, en sus mínimos e íntimos detalles más truculentos.
Los periodistas, educados en escuelas liberales, y los medios de comunicación, saben que una noticia desintegrada en sus aspectos más sensacionalistas, es más apreciada por las emociones que provoca que por su capacidad de incitar pensamiento crítico. Mejor emoción que reflexión, debe ser la premisa suprema de las agencias ideológicas del poder.
Las noticias sobre violencia , asesinatos, mutilaciones, violaciones cotidianas , matrimonios forzados, prostitución y trata, explotación o falta de derechos sexuales y reproductivos, desigualdad laboral, la desposesión y empobrecimiento de las mujeres, y un largo etcétera de abusos de poder y usurpación evidente de derechos que padece la mitad de la población mundial, son en muy pocas ocasiones consideradas en su conjunto como el producto del orden patriarcal imperante, ni como la consecuencia o el resultando de una violencia estructural previa, preestablecida socialmente.
Rara vez se identifica el factor común que une los hechos y las violencias construidas y asociadas al hecho objetivo de nacer mujer, o incluso antes. Una desigualdad social que se cimienta como precedente social, atribuyendo roles y desiguales de derechos y poder, por el hecho de nacer con genitales de hembra.
Aunque algunas feministas entonemos en nuestras todavía escasas muestras de denuncia o rebelión: “patriarcado y capital alianza criminal”, y seamos capaces de ver los efectos del sistema capitalista en la desigualdad de nuestras vidas cotidianas, no identificamos habitualmente al patriarcado como el orden transversalmente distribuido en todas las clases sociales, que expresa el poder ejercido de un sexo sobre el otro, de una clase sexual sobre otra, en cualquiera de las latitudes del planeta. Y en cualquiera de las situaciones.
No siempre somos capaces de identificar la opresión que representa el patriarcado como sistema preexistente en el orden mundial, aunque ahora ese sistema sea capitalista en su expresión ideológica y económica. No tenemos en cuenta que el patriarcado se constituyó en épocas mucho más arcaicas que el propio sistema productivo, aunque ahora aparezcan como aliados, fundamentándose esencialmente en el control, dominio y sometimiento de nuestra capacidad reproductiva.
El patriarcado es obviado incluso por algunas feministas, que denuncian puntualmente sus manifestaciones más extremas: padre que viola o secuestra a sus vástagos, hombre que mata a su mujer y a sus hijos, liberación de esclavas, manadas que agreden a mujeres o las asesinan etc…, Ya sea en nuestro entorno o en cualquier parte del mundo, las situaciones se analizan como casos aislados, descritos en su forma sensacionalista . Y entonces volvemos a reaccionar ante cada caso aislado, como si no existiera un factor común denominador que #SeLLamaPatriarcado.
Algunas personas que se autodenominan feministas, no solo no lo consideran, ni siquiera lo ven, cuando defienden instituciones tan claramente patriarcales como la prostitución. Incluso el matrimonio, que, aunque haya sufrido transformaciones importantes a lo largo de la historia, siguen constituyendo ambas instituciones un factor de riesgo de salud y de muerte, de primer orden para las mujeres.
Ni conceptual, ni estructuralmente se identifica el patriarcado como el origen de la opresión social de las mujeres, sus cuerpos y sus capacidades reproductivas. Permanece normalmente invisible e innombrado, aunque absolutamente todas las instituciones construidas socialmente lo sean a imagen y semejanza o para cumplir las necesidades del hombre y del sistema productivo dominante.
Sabemos que el patriarcado es más antiguo y previo que el propio capitalismo, responsable del reparto desigual de roles y de poder, y puede explicar por sí solo, como un padre cree tener el derecho de violar a sus hijas o asesinar a su mujer o a sus hijos, simplemente porque los considera suyos. Y es así en cualquier parte del mundo.
Como máximo, se crea puntualmente una cierta alarma social ya que, desde hace muy poco y en algunos países, esos “sucesos” que aparecen aislados, ingresan en estadísticas, que contabilizan necrológicamente algunas de las manifestaciones extremas del poder de un sexo, el del macho de la especie, sobre el otro, el de las hembras.
La disponibilidad total de los cuerpos de las mujeres al servicio de los hombres, es un fenómeno universal, que resulta aparentemente invisible y, por tanto y a pesar del movimiento feminista, sin poder ser combatido abiertamente.
Como todo sistema de opresión, su fortaleza no está únicamente en el grado de violencia que emplea, si no en su capacidad para invisibilizarse y en la aceptación de la opresión de las propias oprimidas. La alienación de las oprimidas, junto con la invisibilización de los privilegios por parte de los privilegiados. Algunas mujeres incluso consideran ganar poder o privilegios cuando imitan o emulan las actitudes de los machos, y llegan a alcanzar algunos de los restos del poder institucional masculino hegemónico.
Es patente la ausencia de políticas antipatriarcales que puedan paliar este estado de opresión y desigualdad ejercido desde la noche de los tiempos, con diferentes intensidades en los diferentes períodos históricos y contextos. El patriarcado está presente en el funcionamiento contemporáneo de todas las sociedades y países, pero no lo identificamos como responsable y raramente lo nombramos a pesar de todas y cada una de sus múltiples manifestaciones cotidianas.
En medicina se dice que si no piensas en una patología, difícilmente la podrás diagnosticar y en consecuencia difícilmente llegarás a curarla. Recomiendo, por tanto, en nuestra práctica cotidiana como feministas, un sencillísimo ejercicio reflexivo: buscad siempre el patriarcado, en las noticias, en las situaciones ordinarias, extraordinarias o generales. Tenedlo siempre presente en la mente, para poder verlo, descubrirlo y denunciarlo a tiempo. Está siempre ahí, os lo aseguro.
Pensad en el padre de todas las opresiones y preguntaos ¿Dónde está el patriarcado en esta situación, en esta noticia? Y os aseguro que lo encontraréis. Cual epidemia, sembrando desgracia en el planeta y matando, junto con sus aliados. Todavía invicto. Por eso, estamos obligadas a verlo y a nombrarlo si queremos acabar con él. #SeLlamaPatriarcado