#SeLlamaPatriarcado

Elva Tenorio
Elva Tenorio
Licenciada en Medicina y Psicología. Feminista. Grupo Barcelona
- Advertisement -

Muchas  noticias y situaciones en donde se manifiesta socialmente la opresión y victimización de las mujeres provocan un sinnúmero de análisis de todo tipo, desmenuzándose, hasta el infinito,  las particularidades del tema objeto de noticia.  Nos hemos acostumbrado a desmembrar esas “situaciones” o casos, en sus mínimos e íntimos detalles  más truculentos.

Los periodistas, educados en escuelas liberales,  y  los medios de comunicación, saben que una noticia desintegrada en sus aspectos más sensacionalistas, es más apreciada por las emociones que provoca que por su capacidad de incitar pensamiento crítico.  Mejor emoción que  reflexión, debe ser la premisa suprema de las agencias ideológicas del poder.

Las noticias sobre  violencia , asesinatos, mutilaciones, violaciones cotidianas , matrimonios forzados, prostitución y  trata, explotación o  falta  de derechos sexuales y reproductivos,  desigualdad  laboral, la desposesión y empobrecimiento de las mujeres, y un largo etcétera de abusos  de poder y usurpación evidente de derechos que padece la mitad de la población mundial, son en muy pocas ocasiones consideradas en su conjunto como el producto del orden  patriarcal  imperante,  ni  como la  consecuencia o  el resultando de una violencia  estructural  previa, preestablecida socialmente.

Rara vez se identifica el factor común que une los hechos y las violencias construidas y asociadas al hecho objetivo de nacer mujer, o incluso antes.  Una desigualdad social que se cimienta como precedente social,  atribuyendo roles y desiguales de derechos y poder, por el  hecho de nacer con genitales de hembra.

Aunque  algunas feministas entonemos en nuestras  todavía escasas  muestras de denuncia o rebelión: “patriarcado y capital alianza criminal”, y seamos capaces de ver los efectos del sistema  capitalista en la desigualdad de nuestras vidas cotidianas,  no identificamos  habitualmente al patriarcado como el orden transversalmente distribuido en todas las clases sociales, que expresa el poder ejercido de un sexo sobre el otro, de una clase sexual sobre otra, en cualquiera de  las latitudes del planeta. Y en cualquiera de las situaciones.

No siempre somos capaces de identificar la opresión  que representa el patriarcado como sistema  preexistente  en el orden mundial,  aunque ahora ese sistema sea capitalista en su expresión ideológica  y económica. No tenemos en cuenta  que el patriarcado se constituyó en épocas mucho más arcaicas que el propio sistema productivo, aunque ahora aparezcan como aliados, fundamentándose esencialmente en el control, dominio y sometimiento de nuestra capacidad reproductiva.

El patriarcado es obviado incluso por  algunas feministas, que denuncian puntualmente sus manifestaciones más extremas:  padre que  viola o secuestra a sus vástagos,  hombre que mata a su mujer y a sus hijos, liberación de esclavas,  manadas que agreden a  mujeres  o las asesinan  etc…,  Ya sea en nuestro entorno o en cualquier parte del mundo, las situaciones  se analizan como casos aislados, descritos en su forma sensacionalista . Y entonces volvemos a reaccionar ante  cada caso aislado, como si no existiera un factor común denominador que #SeLLamaPatriarcado.

Algunas personas que se autodenominan feministas, no solo no lo consideran, ni siquiera lo ven, cuando defienden instituciones tan  claramente patriarcales  como la prostitución.  Incluso el matrimonio, que, aunque haya sufrido transformaciones importantes a lo largo de la historia, siguen constituyendo ambas instituciones  un factor de riesgo de salud y de muerte, de primer orden para las mujeres.

Ni conceptual, ni estructuralmente   se identifica  el patriarcado como el origen de la opresión social  de las mujeres, sus cuerpos  y sus capacidades reproductivas. Permanece normalmente invisible e innombrado,  aunque absolutamente todas las instituciones construidas socialmente lo sean a imagen y semejanza  o para cumplir las necesidades del hombre y del sistema productivo dominante.

Sabemos  que el patriarcado es más antiguo y previo  que el propio capitalismo, responsable  del reparto desigual de roles y  de  poder,  y puede explicar por sí solo,  como un padre  cree tener el derecho de violar a sus hijas o asesinar a su mujer  o a sus hijos, simplemente porque los considera suyos. Y es así en cualquier parte del mundo.

Como máximo, se crea puntualmente  una cierta alarma social  ya que, desde hace muy poco y en algunos países, esos “sucesos” que aparecen aislados, ingresan en estadísticas, que contabilizan necrológicamente algunas de las manifestaciones extremas del  poder de un sexo, el del macho de la especie, sobre el otro, el de las  hembras.

La disponibilidad  total de los cuerpos de las mujeres al servicio de los hombres, es un fenómeno universal,        que resulta aparentemente invisible y, por tanto y a pesar del  movimiento feminista, sin poder ser combatido abiertamente.

Como todo sistema de opresión, su fortaleza no está únicamente en el grado de violencia que emplea, si no en su capacidad para invisibilizarse  y en la aceptación de la opresión de  las propias oprimidas.  La alienación de las oprimidas, junto con la invisibilización de los privilegios por parte de los privilegiados.  Algunas mujeres  incluso consideran ganar poder  o privilegios cuando imitan o emulan las actitudes de los machos, y llegan a alcanzar algunos de los restos del poder institucional masculino  hegemónico.

Es patente la ausencia de políticas antipatriarcales que puedan paliar este estado de opresión  y desigualdad ejercido desde la noche de los tiempos, con diferentes intensidades en los diferentes períodos históricos y contextos.  El patriarcado está presente   en el funcionamiento contemporáneo de todas las sociedades y países, pero no  lo identificamos  como responsable y  raramente lo nombramos  a pesar de  todas y cada una de sus múltiples manifestaciones  cotidianas.

En medicina se dice que si no piensas en una patología, difícilmente la podrás diagnosticar  y en consecuencia  difícilmente  llegarás a curarla.  Recomiendo, por tanto,  en nuestra práctica cotidiana como feministas,  un sencillísimo ejercicio reflexivo: buscad siempre el patriarcado, en las noticias, en las situaciones  ordinarias, extraordinarias o generales.  Tenedlo siempre presente en la mente, para poder  verlo, descubrirlo y denunciarlo  a tiempo. Está siempre ahí, os lo aseguro.

Pensad en el padre de todas las opresiones y   preguntaos  ¿Dónde está el patriarcado en esta situación, en esta noticia?  Y os aseguro que lo encontraréis. Cual epidemia, sembrando desgracia en el planeta  y matando,  junto con sus aliados. Todavía invicto.   Por eso, estamos obligadas a verlo y a nombrarlo si queremos acabar con él.  #SeLlamaPatriarcado

- Publicidad -
Artículo anteriorLa derrota transexual
Artículo siguienteNo es esto, no es esto

Comentarios

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Síguenos en redes

Últimos artículos

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad