Golpea, golpea la noticia porque en nuestra adultez seguimos sintiendo la noche de Reyes como mágica, especial. Es curioso, los niños y niñas duermen y los mayores se afanan en colocar los regalos de forma que se vea su nombre, su lugar, la importancia de sentirse importante, esa importancia que después les restamos desde el día 7 de Enero y el año vuelve a empezar.
Pero este año nos golpea y fuerte la noticia de saber que un padre asesina a su hija en la noche mágica por excelencia, en la misma noche en que los adultos nos afanamos por colocar sus regalos. Contador a cero desde el día 1 porque parece que así somos menos, pero oigan, somos miles, miles las que están enterradas y otras cuantas miles las que están asesinadas en vida.
Inaguramos el calendario de asesinatos de mujeres y sus hijos e hijas con la cifra de dos, doble, como si un dos por una fuera más fácil de digerir. Tenía tres años, TRES, ¿alguien se puede poner en su piel? NADIE. Le sorprendió la muerte de la mano de su padre, asesino y sin alma, junto a ella también se fue su madre, asesinada por la misma mano que meció su cuna, si es que la meció alguna vez. Recuerdo a Sara, la niña de tres años que también fue asesinada y al resto de niños y niñas asesinados a manos de quien jamás debió llamarse padre. Detrás de esos asesinatos, madres, mujeres que también perdieron la vida asesinadas y mujeres madres que siguen vivas, respirando como pueden y que hoy, día de Reyes, su dolor será inaguantable. En el lugar de esas mujeres sí puedo ponerme porque me faltó mi hija demasiadas Noches de Reyes, sabiendo que su cuerpecito corría el mismo peligro que otros miles y miles de niños y niñas a quienes obligan a pasar la mitad de vacaciones navideñas con padres que no les quieren y que ellos temen. Sufrir, llorar y seguir, un poco más cada año, yéndose la vida y esperando que el terror termine alguna vez.
Seguimos, seguimos manteniendo la fe en el sistema, seguro que en algún momento se hará justicia, seguro. Seguro porque así queremos creerlo, algún día se nos escuchará, se entenderá que a estos individuos perversos, asesinos y sanguinarios sus hijos e hijas no les interesan nada, que son el instrumento con el que pueden seguir torturándonos mientras a nosotras, a sus madres, a las que SI NOS IMPORTAN MÁS QUE NUESTRA PROPIA VIDA nos siguen humillando, achicharrando, vejando y maltratando por todos los organismos de ese sistema que algún día lo entenderá.
Vamos a sazonar estos asesinatos con una investidura en la que pondremos tanto como podamos en que se nos oiga, vamos a hacer realidad las palabras del futuro presidente, los niños y niñas víctimas de violencia machista no tendrán contacto alguno con los maltratadores, los niños y niñas tienen que ser protegidos, no criminalizados (sic Lastra). Pues vayamos a ello, empecemos que ya vamos tarde y tenemos tajo. Ahora, frente al minuto de silencio mañana, frente a las cabezas bajas mañana y el aplauso más que merecido toca hacer algo más, ALGO MÁS Y NO POCO. Esto es terrorismo, es la peor de las violencias que existen, cuando han traspasado la frontera y su sed de venganza no se ve consolada solo con la sangre de las mujeres, cuando necesitan ver correr las de sus hijos e hijas, créanme, esto no ha hecho más que empezar, porque el placer que sienten estos sujetos asesinos, violentos, ladrones, miserables viendo correr la sangre de los inocentes les produce tal placer que no dejarán de hacerlo y, de alguna forma, como cuando empezaron a asesinarnos a nosotras, si el peso de la ley que cae sobre ellos, los maltratadores, los violentos, los asesinos, es menos y nada, si el precio de asesinar un hijo o una hija es una ínfima parte de su existencia, no sólo no dejarán de hacerlo sino que lo perfeccionarán.
Llevamos años gritándole al mundo el horror que vivimos, llevamos años intentando que nos crean, llevamos años que para nosotras, las madres, es toda una vida protegiendo a nuestros hijos e hijas como el sistema nos permite a veces y otras desobedeciendo lo injusto a pesar de poner en peligro nuestra integridad y nuestra propia vida.
Delitos de odio, estos asesinatos son delitos de odio, hablemos claro, obligar a las madres a entregar a sus hijos e hijas a maltratadores confesos la mayoría y condenados las menos de las veces es tortura, tortura en su máximo exponente y aplicar las terapias amenazantes que nos aplican, las amenazas que nos infligen día sí y día también, acusarnos de manipuladoras, perversas, vengativas es delito de lesa humanidad. No, no viene de ahora, no sucede ahora, no sirve el no se sabía. Se lleva mucho tiempo sabiendo, mucho tiempo ocultando bajo la alfombra y se lleva mucho tiempo ignorando nuestras súplicas.
Pónganse las pilas, comiencen a legislar y pronto, sin perder mucho el tiempo. Comiencen a expedientar a quien interprete la ley bajo el sesgo machista y no la aplique, dejen de señalar a las mujeres, a las madres como incapaces de distinguir el bien del mal, dejen de llamar al intrusismo, no evoquen más basura que ya tenemos bastante. Que mientras ustedes, el sistema, nos busca nuevas etiquetas nosotras seguimos luchando por nuestros hijos e hijas y así nos cueste la vida seguiremos haciéndolo. Formen gobierno, colóquense los cinturones y que comiencen los tiempos, porque venimos fuerte y venimos exigiendo.
SI FALTA UNA NO ESTAMOS TODAS
CON LOS MALTRATADORES CONTACTO CERO, UN MALTRATADOR NI SIQUIERA ES UN PADRE
Noche de reyes, noche de muerte
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