Las mujeres y la transferencia del conocimiento

Maria Carreiro y Candido Lopez
Maria Carreiro y Candido Lopez
Doctores en Arquitectura y miembros del estudio Mccl arquitectos
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La conocida frase del filósofo y matemático griego Aristóteles, “la inteligencia consiste no solo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”, revela la importancia de ejercitar el saber adquirido. Transcurridos 2500 años, la búsqueda de la excelencia, tanto en la transferencia del conocimiento como en la actividad docente e investigadora, acompaña, per se, al PDI de la universidad española -acrónimo de Personal Docente e Investigador-. En lenguaje llano, el profesorado universitario de ‘toda la vida’. Un cuerpo profesional formado por 125.471 personas en el curso 2018-19* en el que nos integramos los firmantes de este artículo. Su composición por sexos cumple el índice de paridad 40-60, al componerse por un 42,41% de mujeres y un 57,59% de hombres. Eso sí, con una desigual distribución según las titulaciones, aspecto recogido en los informes sobre científicas en cifras, accesible desde la web del Ministerio de Ciencia e Innovación.**

Para comprender la magnitud del colectivo recurrimos a la Tabla 1, que lo pone en relación con otros gremios vinculados con el servicio público. El PDI es un colectivo pequeño, próximo en número de personas al de los profesionales de la medicina. Sin embargo, a diferencia de estos, su presencia en los medios es escasa. Carece de la proximidad del personal sanitario con la población de toda edad y condición, pese a que su incidencia en la sociedad es muy significativa. Esta se materializa de una manera indirecta, fundamentalmente a través de las personas en formación -millón y medio durante el curso 2018-19, de las tituladas  en las aulas –cerca de doscientas mil en el curso 2016-17-, así como de los productos y servicios que generan con su actividad, sean libros, medicamentos o tecnología.

Colectivo fuentes Nº de personas
Población española 47.007.376
Profesorado universitario, PDI Mº. de Universidades 125.471 0,26%
Profesorado no universitario INE 753.935 1,60%
Funcionariado INE 2.583.494 5,49%
Profesionales de la medicina SNS Ministerio de Sanidad 149.342 0,32%

Tabla 1. Comparativa entre diversos colectivos profesionales en relación con la población española, año 2019

 

Por este motivo, tal vez no se hayan entretenido escrutándonos. Aunque hay quienes, desde variopintas entidades, sí lo hacen y no con gran aprecio. Asumen como propia la teoría de la endogamia, a la que consideran el perenne mal de la universidad en España. La contraponen a la ‘transparencia’ en la incorporación de personas ajenas a instituciones semejantes en Estados Unidos. Allí, el profesorado sí que trabaja e investiga so pena de perder su empleo, no como en nuestro país. Saquen sus conclusiones.

Quienes plantean tal silogismo quizás olvidan un detalle… nimio: la diferencia de recursos humanos y materiales que existe entre el sistema universitario español y el estadounidense. Por ello, al escuchar que es necesario contratar a los mejores -siempre de fuera, claro- para que la ciencia avance…, sonreímos. ¿Acaso no concordamos con esta aspiración?  Sin dudarlo lo más mínimo, ¡claro que es preciso contar con los mejores, independientemente de su procedencia y/o nacionalidad!

Si tienen curiosidad e indagan un poco, verán que no existe personal laboral o funcionarial, en la administración pública o en la empresa privada, sometido a un proceso de evaluación continua similar al universitario.

¿Y quiénes son los mejores? En España, los atributos de excelencia docente, investigadora y de transferencia del profesorado se ven reconocidos tras las respectivas evaluaciones. Si tienen curiosidad e indagan un poco, verán que no existe personal laboral o funcionarial, en la administración pública o en la empresa privada, sometido a un proceso de evaluación continua similar al universitario.

Un reconocimiento que no resulta fácil de alcanzar si uno no se acomoda al patrón estándar, y a las reglas convencionales de ser ‘excelente’ y ‘transferente’. Y el patrón estándar recoge aquellas actividades desarrolladas por el género masculino habitualmente. Y hablamos de atributos de género y no de hombres y mujeres. Es decir, hablamos de perspectiva de género, un término que incide en la transformación de las estructuras sociales a partir del cuestionamiento de los roles. En términos científicos constituye una categoría analítica que va más allá de la paridad en los comités de evaluación, o del nombramiento de mujeres para presidir organismos, agencias y consejos. Si bien ambas acciones son imprescindibles para aplicar una mirada amplia e inclusiva. La perspectiva de género implica una transformación de las estructuras sociales, y entre ellas, las que dan soporte a la transferencia y la excelencia. Su  aplicación en la esfera académica implica revisar parte de los criterios científicos manejados hasta la fecha, e incorporar las necesidades y el pensamiento, las aportaciones vinculadas al género femenino.

La realidad, sin embargo, es otra. Los postulados que rigen para las palabras excelencia y transferencia están lejos aún de incorporar dicha categoría. Y mientras esto no suceda, las mujeres seguiremos confinadas bajo el techo de cristal. Nosotras, y por supuesto los hombres cuyas trayectorias difieren de lo ‘convencional’, continuaremos sujetas a una menor valoración -y participación- en convocatorias como la de los sexenios de transferencia, resuelta recientemente. Los resultados de la misma han provocado inquietud y disgusto entre las académicas, generando iniciativas de distinta índole. Si las mujeres de la Universidad de Granada han creado la plataforma ‘SonPioneras’, un grupo de socias de AMIT,*** la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, ha realizado un riguroso trabajo mediante una encuesta pública, cuyos resultados se pueden consultar su propia web <https://www.amit-es.org/>. Dicho estudio plantea, entre otras conclusiones, que con los criterios establecidos “se pone en peligro que un gran porcentaje de recursos humanos que tenemos en el país dedicados a la investigación y mejora de la ciencia decida prescindir del trabajo que supone la transferencia del conocimiento y que en un porcentaje elevadísimo no ha sido reconocido como seguramente se merecía”.

Para ahondar en ello, pondremos un ejemplo. “X”, sea hombre o mujer, participa activamente en las acciones de divulgación de la propia universidad, o en aquellas desarrolladas con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, o en… Además “X”, según su área de conocimiento, asiste a un centro de enseñanza media -o más-, a un auditorio, a un museo, etc., impartiendo conferencias encaminadas a jóvenes de distintas edades, al objeto de incentivar su vocación científica, técnica, literaria o artística. ¿Creen que hace transferencia? ¿Cómo creen que se valora? Y si en lugar de esta charla o conferencia impartida sin gratificación pecuniaria -y con el orgullo y la satisfacción de que le hayan ‘llamado’-, ¿se asesora a un consejero, director general, alcalde…?

La web de la Universidad Autónoma de Barcelona**** lo explica claramente: “El concepto de transferencia de conocimiento es diferente del de transmisión de conocimiento, puesto que mientras que en el caso de la transferencia se persigue incorporar el conocimiento a una cadena de valor para que genere un retorno económico, en el caso de la transmisión solo se busca la publicación, la divulgación o la docencia”. Es evidente que, según los estamentos universitarios establecidos, desvelar a las niñas y los niños, a adolescentes y jóvenes, el papel de la universidad y la ciencia no es transferencia. Carece de retorno económico inmediato. Pero, cuidado ¡Atención! Tampoco vale cualquier retorno económico. Un convenio de apenas unas decenas de miles de euros con una empresa no es suficiente: debemos hacer las cosas a lo grande ¿Solo transferimos cuando manejamos millones…? Las mujeres somos muy ‘domésticas’. Lo nuestro es economía casera y atender a las criaturas, fundamentalmente. Como se ve, la perspectiva dominante –parcial y no inclusiva- traslada los tópicos privados al ámbito público.

Quizás estemos en un error al considerar la transferencia académica e investigadora como la relación entre la teoría y la práctica, o al querer conectar la academia con la realidad, llevando a la sociedad el pensamiento que se genera en las aulas y los laboratorios. Creímos que la paridad bastaría. Pero no. Nos quedan dos caminos. Adaptarnos y continuar con la teoría del techo de cristal, o aplicarnos en difundir la perspectiva de género y su significado, transformando los ‘serios’ criterios que sustentan las estructuras del conocimiento y la ciencia. Es como el fútbol y los temas rosas. Leer la prensa deportiva es varonil, importante entonces; leer las revistas de sociedad es femenil, una banalidad.

Dejémoslo claro, somos capaces y excelentes.

 


* Datos tomados del informe Datos y Cifras del Sistema Universitario Español 209-2020,  publicado por el Ministerio de Universidades, disponible en el link, <https://transparencia.gob.es/servicios-buscador/contenido/estadisticas.htm?id=ETCAS_4699&lang=es&fcAct=2020-07-20T08:20:00.813Z>

**<https://www.ciencia.gob.es/stfls/MICINN/Ministerio/FICHEROS/UMYC/Cientificas_cifras_2017.pdf>

*** Las doctoras Lola Pereira Gómez y Ana Jesús López Díaz, que se encuentran entre ellas, lo han trasladado a través del artículo Transferencia del conocimiento: ¿Estamos haciendo bien las cosas las investigadoras españolas? publicado el 10 de julio en el diario El País.

****<https://www.uab.cat/web/investigar/itinerarios/innovacion-transferencia-y-empresa/transferencia-del-conocimiento-1345667266489.html>

 

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