Hace unos días, la plataforma Afroféminas -una revista digital que tiene como objetivo dar voz a las mujeres africanas y “afrodescendientes” en España-, publicó un artículo llamado: “Transracial no es el nuevo transgénero: por qué la raza y el género no son sinónimos”. En dicha publicación se pretende establecer las supuestas diferencias entre los «transraciales», personas de una determina procedencia étnico- ‘racial’ que afirman pertenecer a otra distinta; con respecto a los transgéneros, personas a las cuales la sociedad les ha asignado un género al nacer, pero que sin embargo, se encuentran disconformes con él, y por esta razón pretenden “transitar” al género contrario.
Dicotomía Sexo-Género según la Teoría Queer
Hasta ahora podríamos pensar que la diferencia entre estos dos términos, «transracial» y «transgénero», se halla en el componente tangible del concepto «étnico-racial», en donde es evidente que una persona blanca-española jamás podrá ser negra-igbo-nigeriana, porque su propia condición material se lo impide. Según Afroféminas, con el género no sucedería lo mismo ya que entienden que este: “es una identidad o percepción subjetiva que posee un individuo sobre su posición dentro de un espectro entre lo masculino y lo femenino. Atendiendo a esta percepción, cada persona tendría una identidad de género elegible que sería independiente al sexo biológico, ya que estos dos no estarían necesariamente conectados. La identidad de género puede o no coincidir con el género asignado al nacer, siendo el género escogido por el individuo/a, -y no su sexo ni tampoco el género adjudicado-, lo decisivo para que una persona se pueda determinar como hombre, mujer ‘u otra cosa’. Se entiende también, que el género se presentaría a través de la elección de marcadores o símbolos como: ciertas actitudes, el lenguaje corporal, elecciones estéticas, el pronombre, etc., a lo que la teoría queer llamará: performatividad”.
Es de dicha ideología de la que parte la postura de Afroféminas. Es por ello por lo que aseguran que mientras “la raza y el origen étnico arraigados en la ascendencia, no se pueden elegir”, el género, en cambio, sí que sería una percepción personal elegible.
Dicotomía Sexo-Género según el Feminismo
Ahora bien, desde la postura feminista se rechaza el análisis neoliberal de la teoría queer, la cual sostiene que cada persona puede autodeterminar su propia posición individual en el mundo. El feminismo parte desde otra perspectiva muy diferente a la ya nombra, y una de sus principales funciones será explicar la dicotomía sexo-género. Para el feminismo, las mujeres somos una realidad material inmutable, puesto que nosotras somos nuestro sexo, no nuestro género. Ser mujer es nacer hembra humana, no la feminidad. Por esta razón, nuestro ser mujer (sexo) no se nos puede imponer, ya que realmente atiende a una naturaleza biológica. Lo que sí se nos impone socialmente es el género, pero este no es nada performativo -como aseguran los queers- sino más bien, es el instrumento creado para por el patriarcado para sustentar dominación de los hombres sobre nosotras: las mujeres.
El análisis feminista establece que la sociedad se encuentra dividida en dos castas sexuales, cuyo sostén de esta desigualdad estructural se mantiene gracias al género. Este se compone por medio de todos los roles y estereotipos dictados por el patriarcado, utilizados con el único fin de encarcelar a las mujeres en la feminidad para su consecutiva sumisión, y a los hombres en la masculinidad, entendiendo que esta última está hecha con el propósito de situarlos a ellos en la casta dominante.
Género femenino es que por ejemplo, a las mujeres sudanesas se les enseñe a temer utilizar determinadas prendas -como los pantalones cortos- porque de ser así, sufrirían en el mejor de los casos, el castigo de ser condenadas a cuarenta latigazos
Género femenino es que por ejemplo, a las mujeres sudanesas se les enseñe a temer utilizar determinadas prendas -como los pantalones cortos- porque de ser así, sufrirían en el mejor de los casos, el castigo de ser condenadas a cuarenta latigazos; género femenino es también que en gran parte de las diferentes culturas africanas, las mujeres crean que si algún miembro masculino de su familia o su marido les maltrata, es porque las ama y porque quieren lo mejor para ellas; género femenino es que en los países africanos y asiáticos de contextos islámicos, se les diga a las mujeres que si un hombre tiene hasta cuatro esposa, es para protegerlas; también, es que en países como Argelia o Marruecos existan «códigos de familia», en donde las mujeres son tratadas como si fueran menores de edad; género femenino, es que en muchas zonas de África las mujeres solteras no puedan vivir solas, porque tienen que enfrentarse al estigma aberrante de su comunidad y al repudio de su familia; también es que en el Sáhara las mujeres que dan a luz a hijos extramatrimoniales, tengan que ser encarceladas durante dos años y se les asegure que es por su “protección”, para salvaguardarlas de la crueldad de su pueblo y controlar su sexualidad para que no terminen siendo un «juguete roto» o yendo al infierno; es también que por ejemplo, en el Congo, en donde se comete hasta 400.000 violaciones al año, se les inculque a las mujeres que deben guardar silencio, porque si alguien se entera de que han sido violadas, deshonrarán a sus familias y maridos.
Y por supuesto, género femenino es que muchas niñas a las cuales van a mutilar, o ya han mutilado, piensen -porque así se lo ha dicho sus étnicas- que la mutilación genital femenina es la demostración de su pureza y el paso a convertirse en mujeres adultas, por este motivo, muchas se alegran o consideran algo positivo experimentar tal violencia hacia sus personas.
¿Se puede cambiar de género?
Como hemos señalado, el género no es tan solo cómo nos vestimos, eso nada más correspondería a una pequeña parte de su complejidad. Lo importante es entender todos los elementos simbólicos, mitos y pautas culturales creados en torno a esta feminidad opresiva. Es fundamental señalar, y he aquí el quid de la cuestión, que el género, al tener ese carácter educacional -que se ordena desde el nacimiento de las niñas y de los niños, y se prologa durante el resto de nuestra vida hasta la muerte misma-, no se puede cambiar como tal. Dicho de otra forma, aunque sí que podamos modificar ciertos aspectos en los que contribuimos activamente con el género, como por ejemplo, dejar de utilizar hiyab o de depilarnos, entendiendo que estos símbolos y prácticas se fundamentan en base a la noción patriarcal de que las mujeres debemos atenuarnos a la idea de pureza para poder ganarnos el “respeto” de la sociedad masculina. Por otro lado, porque una mujer deje de hacer esto, no significa que por eso
su género cambie. Con esto pretendo decir que no quita por ejemplo, que las mujeres sigamos inconscientemente anteponiendo las necesidades de los demás a las de nosotras mismas; que continuemos cuestionando nuestro propio criterio y que por ello hablando menos -en torno a un 40%- en los espacios públicos; no quita tampoco que todavía nos pueda el reparo a decir que “no” ante una relación sexual o que tengamos que pensárnoslo varias veces antes de hacerlo; tampoco nos exime de seguir reproduciendo la idea de amor romántico como fin prioritario de nuestra vida, siendo “el miedo a no tener pareja un mecanismo de reproducción de la subordinación de las mujeres a los varones” (Ana de Miguel, 2015), etc. (2)
Si vemos, además podríamos decir que el género también se construye con frases como: “calladita estás más guapa”, “compórtate como una señorita”, “como sigas así nunca vas a conseguir pareja”, “como no te des prisa se te pasará el arroz”, etc., todas estas frases están hechas para mantenernos atrapadas en el género femenino.
También debemos señalar los tratos distintivos que se nos da a las mujeres por la falsa creencia de que nosotras somos mucho más frágiles y necesitamos cierta atención que los hombres no necesitarían. Esto no tiene nada que ver con la discriminación positiva que se utiliza para aminorar la desigualdad estructural, sino más bien, me refiero a aspectos que tan solo atienden a concepciones estereotipadas de las mujeres, como por ejemplo, el hecho de que los hombres piensen que deben dejarnos pasar antes a los sitios o “defendernos” cuando ni siquiera se lo hemos pedido. Todas estas dimensiones del género femenino y masculino, es lo que da lugar al funcionamiento del patriarcado. Por ello, el feminismo considera problemáticos los términos como “transgénero”, porque afirma erróneamente que podemos cambiar nuestro género de forma individual, cuando ya hemos visto que esto no es así; y “cisgénero”, ya que avala la idea de que las mujeres nos sentimos a gusto con aquello con lo que se nos oprime, es decir, que nos gusta el corsé de la feminidad.
Desde la teoría feminista, la solución real sería abolir el género, no perpetuar las cajas de color ‘rosa y azul’ en las que se nos introduce desde nuestro nacimiento según nuestro sexo, y mucho menos pretender crear más cajas. Lo que debemos hacer es luchar por su erradicación, lo cual significaría acabar con la columna vertebral que sostiene al patriarcado.
Transraciales y transgénero: exponiendo sus similitudes
En el artículo dicen lo siguiente sobre los transraciales:
El hecho de que estas personas crean que pueden elegir partes de la etnia que desean y luego decidan volver a su blancura es un privilegio blanco en el peor de los casos. Tienen la opción de decidir cuándo llevar las cargas y la discriminación que sienten otras razas y al mismo tiempo cosechar los ‘beneficios’ al tomar dinero de organizaciones creadas para empoderar y ayudar a las comunidades negras (3) .
Si entienden esto, también entenderían que es igual de deleznable que ciertos hombres por el hecho de elegir las partes convenientes del género femenino, como la vestimenta, el maquillaje y las extensiones, piensen que mágicamente todo su género -es decir, toda su socialización- cambia. Y lo peor, es que desde la concepción queer, por adoptar determinados aspectos de la feminidad, unido con un mero sentimiento abstracto de ser mujer, es lo que bastaría para llegar a serlo, cuando realmente jamás sabrán lo que conlleva haber nacido mujer y que luego todo un sistema te eduque bajo las directrices del género femenino. Estos hombres pueden abandonar siempre que quieran los elementos superficiales del género, ellos tienen la opción de decidir qué cargas arrastrar y cuales no, y además, beneficiarse de las organizaciones y espacios creados por y para las mujeres con el fin de protegernos de la violencia específica que sufrimos: leyes de violencia machista, organizaciones e instituciones para la mujer, estudios y datos estadísticos, cuotas, paridad, espacios no mixtos, deporte, etc.
Es como si una mujer blanca-europea por decidir trenzarse el pelo, ya por ello significase que es negras-africana, con la única excepción de que, aunque las trenzas formen parte del simbolismo de la comunidad negra-africana, este peinado jamás fue creado por nuestros opresores para sostener nuestra opresión, el velo, los tacones y el maquillaje sí. A sus mismas palabras me remito: “El negro no es algo que puedas decidir ser. No puedes darte la vuelta, maquillarte, peinarte y asumir que ahora estás navegando por el mundo como una persona negra”4, si cambiamos «negro» por «mujer», daremos con lo dicho.
Más adelante, en el artículo dicen algo que se desmonta fácilmente: “las personas trans no eligen ser trans, nacen así”( 5). Esto es totalmente contradictorio con lo que ustedes mismas aseguraron en el mismo artículo cuando dijeron que el “el género se asigna al nacer”6. El caso, es que pensar que el género viene innato en nuestro ser, es extremadamente problemático, puesto que se afianza la falsa creencia de que existen cerebros femeninos y masculinos que se formarían durante el proceso gestación. O sea, justamente lo que proclama el patriarcado. Es precisamente de este sistema, de donde surge la idea de que, si las mujeres desean casarse y cambiar pañales para toda su vida, es porque viene innato en su condición de mujer, y que por el contrario, si los hombres son los idóneos para liderar el mundo, es porque así lo indica su masculinidad “innata”. No obstante, todo esto se ha desmentido ya, y no solamente desde el feminismo, sino también desde la ciencia: “Si nos fijamos en los cerebros (…) no hay diferencias claras entre hombres y mujeres, a excepción del tamaño, que es proporcional al cuerpo” (Gina Rippon, 1990s).
Por tanto, si nadie nace con un género innato en su psique, tampoco se puede ser transgénero por naturaleza.
Tal y como comentan: “la transición como una persona trans es un proceso violento, doloroso, largo y difícil que puede provocar la pérdida del trabajo, el aislamiento y el rechazo” (7). Aquí sin darse cuenta, me temo que confunden “cambio de género” con “cambio de sexo”, aunque realmente ni se puede cambiar uno, ni tampoco lo otro. Es decir, no se puede cambiar nuestro género impuesto de forma individual, como ya expliqué anteriormente, ni tampoco se puede cambiar la condición orgánica que distingue a las mujeres de los hombres, esto es, nuestro sexo. Aunque puedan existir operaciones estéticas que modifican nuestros genitales, no quiere decir que por eso nuestra biología cambie. Puesto que el factor principal que determina todo nuestro desarrollo biológico, son nuestros cromosomas sexuales -junto con ciertos genes y hormonas intrínsecas a ellos, que ayudan a que funcionen como deben-. Por esta razón, es necesario señalar que el sexo no se puede cambiar ni con operaciones estéticas ni tampoco con bloqueadores hormonales.
Aun sin estar de acuerdo con el análisis que hacen en el artículo, en lo único que coincidimos las feministas es en lo que dicen sobre que las personas trans son extremadamente discriminadas y sufren bastante. Desde nuestra perspectiva, esto sucede debido al semiabandono de ciertos dictámenes (sobre todo físicos) del género impuesto y la semi-adopción del contrario, refiriéndome tan solo a la parte en la que contribuimos activamente en su perpetuación. Es por es por esto, por lo que hace que al sistema patriarcal no les interese la existencia de dichas personas, y de ahí, su discriminación en la sociedad. En cierta forma, hacen tambalear la dicotomía sexo-género, aunque eso también lo hacemos todas las feministas críticas con dichos roles y estereotipos construidos socialmente, sin la necesidad de creer que, por estar en contra de ellos, significa entonces, que somos otra cosa diferente a la que somos.
De todas maneras, también podríamos decir que la disforia de los transraciales también les genera sufrimiento, si no el mismo, uno bastante parecido. Y sin embargo, como su mismo tormento no implica que debamos engañar a estas personas, tampoco debemos hacerlo con los transgéneros. Ya que al final, ellos también terminan viviendo “una mentira en detrimento de otras personas que forman el grupo oprimido del que están desesperados por formar parte”8.
Como conclusión, me gustaría finalizar con una cita de Contra el Borrado de las Mujeres, en la que hacen también alusión al reciente artículo de Afroféminas:
“La disonancia cognitiva hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de idea, creencias y emociones que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un pensamiento que entra en conflicto con sus creencias.
Estos son ejemplos de ‘feminismo’, que en realidad es lucha de clase o antirracismo, porque comprenden lo perjudicial que es que el sujeto privilegiado se apropie del sujeto oprimido, como algo que se puede sentir o transicionar, pero que cuando se trata del sujeto mujeres sí que se puede sentir, identificar, o transicionar cualquier sujeto privilegiado y encima ser más oprimidos (…) que las mujeres que llevan toda su vida sufriendo la opresión por sexo”.
1 Artículo escrito originalmente por VERVE Operative & Blogger Chanju Mwanza. (2019, 11 enero). «Transracial» no es el nuevo «Transgénero»: por qué la raza y el género no son sinónimos. Recuperado de Afroféminas disponible en https://afrofeminas.com.
2 De Miguel, A. (2016). Neoliberalismo sexual (12.a ed.). Madrid, España: Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.). Pag 39.
3 Artículo escrito originalmente por VERVE Operative & Blogger Chanju Mwanza. (2019, 11 enero). «Transracial» no es el nuevo «Transgénero»: por qué la raza y el género no son sinónimos. Recuperado de Afroféminas.
4 Op. cit.
5 Op. cit.
6 Op. cit.
7 Op. cit.
8 Op. cit.