
La almeriense Carmen de Burgos Seguí, Colombine (1867-1932), es digna de reconocimiento y debe figurar con nombre propio en la Historia del Feminismo y del Republicanismo: fue una reconocida escritora y periodista, primera reportera de guerra del estado español (Melilla, 1909), sufragista en 1921 con su sociedad «Cruzada de la Mujer española», etc., y en los primeros meses de la Segunda República militaría activamente en el Partido Republicano Radical Socialista y en la Izquierda Republicana Anticlerical. Pero Carmen de Burgos, a pesar de llamar en una carta de mediados de 1905 a Rosario de Acuña «correligionaria y amiga» , no perteneció nunca al grupo de mujeres librepensadoras que lideró la propia Rosario de Acuña a través de Las Dominicales del Libre Pensamiento (Madrid, 1883-1909) y otras mujeres como Amalia Domingo Soler o Belén Sárraga, directora de la famosa revista La Conciencia Libre.
Su impresionante figura no necesitaba que se la situara también en esos senderos ideológicos por los que nunca transitó. La confusión, como veremos a continuación, ha sido mayúscula.
UNA CARTA
El primer bulo, que recoge nada menos, entre otros, un profesor de la Universidad de Burgos , afirma que Carmen de Burgos, Colombine, envió una carta de Adhesión a Rosario de Acuña que se publicó en Las Dominicales del Libre Pensamiento (Madrid) el 3 de marzo de 1888. Tenía fecha de 20 de octubre y la autora se declaraba una mujer joven pero de firmes convicciones anticlericales y defensora de los derechos de la mujer. Su nombre era «Carmen Burgos». La almeriense Carmen de Burgos Seguí tenía en ese momento veinte años de edad y podía encajar en el perfil de la carta, pero habría que analizar otros datos y no tomar tan a la ligera que ambas mujeres fueran la misma persona. En primer lugar, estaba fechada en la localidad jiennense de Andújar: ¿qué hacía Carmen de Burgos Seguí en Andújar? Y en segundo lugar, la autora de la carta decía que llevaba un tiempo colaborando en periódicos librepensadores de provincias como La Luz del Porvenir, La Luz del Alma o La Fraternidad, todas ellas revistas espiritistas. ¿Nadie se ha extrañado que Colombine fuera espiritista desde tan joven, cuando nada en su biografía puede dar pista alguna, ni remotamente, de esa afinidad o militancia?
Esta carta de 1888, de forma incomprensible, la autora Ana Rosetti la ha incluido en la «Antología» de escritos de Carmen de Burgos que recientemente ha seleccionado, titulada «Lo importante es vivir la vida», que el Centro Andaluz de las Letras publicó el año pasado (2019). Así, de forma tan reciente, se sigue dando por bueno la autoría de esta «Carta de Carmen de Burgos a Rosario de Acuña», que tanta trascendencia puede tener en su biografía pero que constituye un error considerable.
LA LUZ DEL PORVENIR
Una profesora de la Universidad de Alicante, al analizar la obra de Carmen de Burgos en la revista espiritista La Luz del Porvenir (Barcelona) parece ofrecer argumentos para mantener y reforzar tal confusión . Si Colombine era espiritista entre 1886 y 1889, la autoría de la carta sería totalmente fiable. Pero eso no es cierto.
El primer artículo apareció en el ejemplar del 15 de julio de 1886 («¡La Calumnia!») y estaba firmado por «Carmen Burgos» y fechado en Andújar a 30 de mayo. Desde ese momento, el resto de colaboraciones se firmaron de la misma forma y todas en Andújar, menos la última de noviembre de 1889. No hay duda de que es la misma persona que escribió la famosa Carta a Las Dominicales, y parece evidente que esa persona vivió esos tres años en Andújar; no estaba de paso.
Hay que recordar, para quien no lo sepa, que Carmen de Burgos Seguí se casó con el pintor y periodista almeriense Arturo Álvarez Bustos en 1884, con dieciséis años cumplidos, y que vivió en Almería junto a su marido, trabajando como cajista en la imprenta que su suegro Mariano Álvarez Robles tenia en la calle de las Tiendas. Que sus primeras colaboraciones las realizó en el semanario «satírico, humorístico e ilustrado» Almería Bufa (nada que ver con el espiritismo) que su marido fundó y dirigió desde noviembre de ese mismo año de 1884 . Que su marido ingresó en la cárcel en febrero de 1887 en la prisión de Almería por injurias a un funcionario judicial, y un año después, en marzo de 1888, en la Audiencia de Almería se le abría otra causa criminal por un delito de imprenta. Es decir, todo ello en esos meses en que una tal «Carmen Burgos» escribía desde Andújar sobre espiritismo. Parece totalmente incongruente.
Además, ese misma «Carmen Burgos» era una integrante del Centro de Espiritismo «La Esperanza» de Andújar, según se podía leer en La Luz del Porvenir, y la denominaban como «Señorita», es decir, como mujer soltera, según costumbre de la época.
Carmen de Burgos Seguí no pudo vivir esos tres años en Andújar, casi recién casada y trabajando con su marido y su suegro en Almería. La comprobación de este imposible es que en el Padrón de Habitantes de 1888 de esa localidad no existe ninguna «Carmen de Burgos Seguí».
Por otra parte, nuestra Colombine, estando casada, nunca hubiera firmado «Carmen Burgos», sino «Carmen Burgos de Álvarez», como hizo, por ejemplo, con su artículo «La Educación de la Mujer» que publicó en tres capítulos en El Popular (Granada) en noviembre de 1898, y que dedicaba a su hermana Catalina. Por cierto que ese sería el último artículo que firmó con ese nombre, pues a los pocos meses abandonó a su marido y se fue a vivir a casa de sus padres junto a su única hija, María Dolores Álvarez de Burgos, en el número 12 de la calle del Malecón.
CARMEN BURGOS VILLALBA
Si parece evidente que Carmen de Burgos Seguí, Colombine, no estuvo en Andújar y no escribió la Carta ni los artículos espiritistas, ¿quién era la «señorita» que firmaba como «Carmen Burgos»? La respuesta debía estar, nuevamente, en el Padrón municipal de habitantes de Andújar, y así fue.
En el año 1888, en el número 2 de la Plaza de Mestanza (actual Plaza Vieja) del Barrio de San Sebastián de Andújar, vivía una joven soltera de apenas 20 años que se llamaba Carmen Burgos Villalba. Era la hija mayor de una familia numerosa formada por su padre Rafael Burgos Giménez, su madrastra Juana Martos y cuatro hermanos varones, que sabían todos «leer y escribir». Su padre era de profesión «empleado», y otros hermanos muy jóvenes trabajaban ya como «comerciante» o «herrador», por lo que, por sus ingresos y el barrio donde vivían, era una familia que seguro no pasaría estrecheces económicas.
La edad de esta «señorita» Carmen Burgos de Andújar coincide con sus escritos en La Luz del Porvenir, y también con el hecho de que escribiera en la revista espiritista sobre la muerte de su madre, Carmen Villalba.
No creo que nadie tenga dudas de que estamos ante la verdadera autora que ha dado origen al error de atribuir a Colombine una naturaleza librepensadora que nunca tuvo.
LA INFERIORIDAD MENTAL DE LA MUJER
Para ilustrar que estos primeros años de la Carmen de Burgos escritora y periodista estaba aún lejos de la Carmen de Burgos feminista y republicana que todos admiramos, es preciso saber que ella fue la traductora y prologuista de la primera edición en castellano del librito del neurólogo y psiquiatra alemán P. J. Moebius «Sobre la imbecilidad fisiológica de las mujeres» que fue editado en una imprenta de Valencia en octubre de 1904 con el nombre «La inferioridad mental de la mujer». Como se comprenderá, el escándalo fue mayúsculo entre las feministas de la época, pues Moebius trataba de demostrar «científicamente» la pretendida, desde hacía siglos, inferioridad intelectual de la mujer.
Fernando Lozano, Demófilo, director de Las Dominicales y «campeón del librepensamiento» (como le llamaban) criticó la publicación en castellano de ese libro y sobre todo el hecho de que lo hubiera traducido y prologado una mujer, «una escritora española» (sin nombrarla). La crítica la hacía al contraponer este libro «de los enemigos de las mujeres» con la noticia de que en los Estados Unidos las mujeres de Colorado, Utah, Idaho y Wyoming habían votado por primera vez en unas elecciones presidenciales. Según Demófilo, la propia experiencia de las mujeres estaba contradiciendo la seudociencia de «agentes de la reacción» como Moebius .
Dos semanas después, el 16 de diciembre, la librepensadora gaditana Amalia Carvia publicaba en Las Dominicales su artículo «GRACIAS. A DEMÓFILO», donde en nombre de las mujeres emancipadas de España le daba las gracias «con toda el alma» al «querido maestro». Amalia aseguraba que solo él y su revista habían protestado por la publicación del «rancio doctor alemán» y el único que se había indignado por que la hubiera traducido «una escritora española» (tampoco mencionaba su nombre). Amalia escribía que parecía mentira que «la pluma de una mujer, reveladora fiel de las aptitudes mentales de su sexo para el desenvolvimiento de la personalidad femenina», se haya entretenido en traducir una obra que contendría las reminiscencias del célebre Concilio de Mâcon (Francia) en el siglo VI, «donde las mujeres perdimos el alma».
Por tanto, tampoco en esta fecha tan tardía como finales de 1904 se consideraba, por destacados representantes de esta corriente de pensamiento, a Carmen de Burgos como librepensadora.
Tendrían que pasar casi dos décadas para que Colombine mostrara su afinidad con las librepensadoras Amalia y Ana Carvia Bernal o Ángeles López de Ayala y su Liga Española para el Progreso de la Mujer, en el momento de la primera lucha por el voto femenino. Y mucho más aún cuando se acercó al republicanismo y supo morir de forma tan digna y emocionada dando un ¡viva! a la República en su lecho de muerte. Precisamente Amalia Carvia escribió en El Pueblo (Valencia), a los pocos días de su defunción en octubre de 1932, un sentido artículo como homenaje: «A la memoria de la gran defensora de su sexo», homenaje al que sincera y modestamente me uno.
** Agradecimientos al archivero de Andújar (Jaén) D. Vicente Maroto Aguayo.