La tolerancia tiene un límite: la estupidez

Victoria Sendón de León
Victoria Sendón de León
Dra. en Filosofía y escritora feminista.
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Lo siento, pero la tolerancia tiene un límite: la estupidez. Además de consecuencias nefastas. Cada quién puede opinar lo que quiera, pero ya no sé si se trata de opiniones sinceras o si forman parte de una ingeniería social orquestada, porque no me creo que personas informadas, profesionales y referentes en los medios, puedan emitir mensajes tan irracionales como que el feminismo está dejando atrás a otras mujeres por negarse a interpretar sexo y género con fluidez, es decir, sin criterio ni discernimiento.

La Comisión de Salud del Reino Unido ha calificado al Servicio de la Identidad de Género (GIDS) como inadecuado por su trato a los menores, haciéndose esta pregunta: “¿Cómo y por qué, durante la última década, a tantos niños se les ha negado este tratamiento (psicológico) y, en cambio, se han alterado médicamente sus cuerpos, dejándolos con cuerpos médicamente dañados de por vida?” ¿Eso es lo que va a significar aquí la identidad de género? Pues sí, eso exactamente si sale adelante la Ley que se está cociendo en el Ministerio de Igualdad sobre esta cuestión.  Y lo que pretendemos muchas feministas es marcar una serie de líneas rojas que jamás deben ser cruzadas en virtud de la ética más elemental. ¡A los menores ni tocarlos! Es precisamente el amor a niñas y niños lo que nos está obligando a luchar sin tregua por más que nos llamen retrógradas o intolerantes.

La famosa tenista Martina Navratilova ha firmado una carta, junto a otras 300 deportistas, para pedir la exclusión de las «mujeres trans» en el deporte femenino. Save Women’s Sport exige que se limiten las competiciones femeninas a las “mujeres biológicas” y no de sexo fluido, transgénero ni otras mandangas. Otra línea roja para el feminismo, ya que es de justicia competir entre iguales o semejantes, y no con personas que juegan con ventaja: mayor masa muscular, más testosterona, mayor corpulencia.

La tercera frontera inapelable sería la de mantener los espacios reservados para mujeres. Y esto no es un puritanismo, sino que, a fecha de hoy, los boletines estadísticos de criminalidad de Interior, ya incorporan como mujeres a quienes cometen cualquier tipo de agresión o delito (incluidas violaciones) perpetradas por “mujeres” según su sexo registral. Y no hay que ser un lince para saber de qué “mujeres” se trata.

Por supuesto que estamos de acuerdo con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su afirmación de que “en la UE todos deben ser libres de ser quiénes son y amar a quienes quieran”. Faltaría más. Repasen ustedes las líneas rojas y díganme en que consiste la exclusión que se nos achaca. No es exclusión, es precisión conceptual y exigencia ética.

En cuanto a la precisión conceptual, tengo que definir la identidad de género como “concepto quimérico, ya que el género no es más que una categoría de análisis, que no está capacitada para otorgar identidad a ningún sujeto. Otra cosa son las identificaciones, que pueden ser varias. La identidad de género, además de imposible, es puro nominalismo anti-realista, pues niega la base material y natural del sujeto”. O sea, que no intenten colar lo que no es esa supuesta identidad de género, nominalismo vacío donde los haya. Trampa conceptual para ingenuos.

Respecto a la exigencia ética, siempre ha sido una responsabilidad del feminismo teórico y político. Otra de las líneas rojas que no estamos dispuestas a borrar, como el borrado de las mujeres que se está llevando a cabo y que no tendrá vuelta atrás si ciertas “opiniones” se imponen a las reivindicaciones éticas que siempre han sido bandera identitaria del feminismo, que no es “una fiesta de pijamas”, sino el movimiento más revolucionario y con más futuro del último siglo.

 

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