«Ninguna institución lograría mantener su dominio si no contase con fieles coadjutores y abnegados cómplices» Kate Millett
La violencia contra las personas transexuales nada tienen que ver con la violencia que sufren las mujeres por razón de su sexo. Sin embargo, los hombres transexuales, que jurídicamente son considerados mujeres, han sido incluidos en la Ley de Violencia de Género. Esta ley tiene en su base, como todas las leyes y normativas específicas para mujeres, paliar la desigualdad estructural histórica entre los sexos, en base a la cual se ha levantado y organizado la sociedad que conocemos. Ahora, en la ley autonómica de VG de Cataluña, también se ha incluido a hombres autoidentificados mujeres bajo el paraguas trans: transexuales, transgénero, género fluido, travestis, ...
Se desvirtúa la Ley de Violencia de Género y no es una cuestión de ignorancia, no se hace de forma inocente. Es una reacción patriarcal a los derechos conseguidos por el Feminismo, a nuestras reivindicaciones de leyes abolicionistas de la prostitución y pornografía, contra la explotación reproductiva. Es una alianza contra las mujeres, del patriarcado y el sistema neoliberal, que ha abierto un nuevo mercado de la industria farmacéutica y médica con productos y técnicas reproductivas, de estética, de hormonación, … Un juego completo, muy bien orquestado, que permite pasar una apisonadora por encima de los derechos de las mujeres, desarticular el Feminismo y dejarnos sin representación política. Mientras, miramos atónitas e incrédulas cómo hemos sido abandonadas, una vez más, por aquellos que hace nada se hacían la foto con el lacito morado.
Encontramos acólitas que no quieren perder su posición de poder aunque eso signifique traicionar a su clase sexual, falsas feministas que dicen apoyar las luchas contra la violencia hacia las mujeres pero, eso sí, sólo aquellas violencias que les interesan y cuando les interesan, para prosperar y sacar rédito. Nos dicen que repartimos carnés de feminista. No, es cuestión de sumar dos más dos. El Feminismo lucha contra TODAS las violencias hacia las mujeres, no selecciona. Si no es así no te puedes llamar feminista, sino más bien oportunista. No se puede ser feminista si se ignora que la sociedad patriarcal en la que vivimos se ha levantado sobre la esclavitud sexual y reproductiva, sobre el trabajo de cuidado doméstico de las mujeres. Este es el origen y la causa de nuestra opresión. La consecuencia es la imposición del género, para mantenernos en un lugar subordinado. El género es nuestra mordaza, no es una identidad, no es una performance, no se elige. El género es sumisión, es violencia contra las mujeres. Estas acólitas dentro de sindicatos y partidos políticos están ayudando a legislar nuestra opresión, cuando casi habíamos conseguido la igualdad formal. Participan, activamente unas, por egoísmo o ignorancia otras, en desposeernos de todos nuestras herramientas legales, duramente conseguidas, aplaudiendo y celebrando el “avance social” que supone borrarnos como mujeres para el beneficio de los hombres, el neoliberalismo y el patriarcado.
Luego están las alienadas, con esas ya cuenta el sistema. Son esas mujeres que aún no han abierto los ojos, siguen viviendo en un Matrix patriarcal y piensan que lo que les pasa es culpa suya, que los hombres las protegen, que ellos son sus iguales, que todo lo que un hombre diga hay que creerlo. Sobre todo si dice estar sufriendo, entonces hay que ayudarlo sin pensar más. Ahí hemos estado todas alguna vez, las comprendemos, pero hemos tenido que alejarnos de ellas porque nos hacían daño. Nos hemos separado de compañeras con el mismo dolor que una madre se separa del hijo yonki que le roba y le pega para mantener su adicción. Era una cuestión de supervivencia. Entramos a formar parte o incluso constituimos grupos de activismo feminista bajo el 8M o Círculos Feministas de los que nos hemos salido, no indemnes, para poder sobrevivir a la violencia que el transgenerismo queer introdujo en ellos. Grupos de Feminismo que, en sus principios, como algo incuestionable, estuvo siempre el cuidado de la otra, el crear un espacio seguro de activismo, crecimiento y debate. De pronto asistimos a la incorporación, en estos espacios, de ideas y mujeres que exigían la inclusión de aquellos de quiénes habíamos huido, de nuestros agresores, de quien ya no nos fiábamos. Hombres que se colaban en el manifiesto como sujetos de nuestra lucha, que nos obligaban a incluir sus demandas y a soportar su presencia y sus discursos, disfrazados de falsa discriminación y derechos humanos. Compañeras que prefieren abandonar a las de su propio sexo para cuidar a estos hombres.
A estas mujeres les resulta ofensivo llamar hombre a un hombre, porque si él dice ser mujer no le puedes enfadar ni disgustar. Para ellas la unión de todAs por la lucha de los derechos de las mujeres, es menos importante que contradecir o defender a un varón. En su condicionamiento como cuidadoras, la defensa de “lo trans” es para muchas mujeres algo que debe aparcar la solidaridad con las de su propia clase sexual. Para convencerse de lo adecuado de su posicionamiento algunas se declaran abolicionistas de la prostitución, falsamente, porque no quieren ser ser punitivas con los puteros, no se vayan a enfadar. No se puede ser abolicionista sin condenar a los hombres, porque son prostituidores, parte necesaria en el mantenimiento del sistema prostitucional. Estas supuestas abolicionistas de la prostitución ignoran que el lobby transgenerista, al que le están haciendo el juego, defiende abiertamente la explotación sexual y reproductiva de las mujeres. La mayoría de estas cuidadoras abnegadas se declaran también anticapitalistas, ignorando una vez más que el lobby transgenerista que están apoyando por encima de todo y de todas, ha nacido y crecido al amparo del neoliberalismo económico. El transgenerismo no lucha por cambiar las estructuras patriarcales, ni las estructuras económicas, al contrario, las perpetúa y se nutre de ellas, está de su lado, porque son la misma cosa.
Por último, las mujeres que apoyan a estos hombres transexuales, transgénero, género fluido, etc, dando por válido que son mujeres si ellos afirman serlo y estimando que su defensa está por encima que la unión con sus hermanas, dicen sentir pena porque son hombres que sufren. Explican que su malestar viene del hecho de no haber nacido mujeres. Ignoran nuestras compañeras el sufrimiento de ellas mismas y de todas nosotras, de las que sí hemos nacido mujeres en un mundo patriarcal. Ellas dirán que no, que en el Feminismo todo cabe, que no hay que ser excluyente. Pero ¿se puede luchar contra el opresor dejándole que entre en nuestras filas, haciendo nuestras sus reivindicaciones? Me parece que no. Ignoran también las mujeres transincluyentes que, la disforia o incongruencia de género en los hombres no es un sufrimiento mayor que el que padecemos las mujeres por nacer mujeres.
Ignoran que la autoginefilia, la autoexcitación erótica con el propio cuerpo con aspecto femenino, es ampliamente reconocida como causa de la transexualidad en los hombres. Defienden una vez más las supuestas necesidades y libertades sexuales de los hombres por encima de los derechos de las mujeres. Son muchas «ignorancias» para que una mujer que tiene inteligencia media pueda pasarlas por alto. Más bien cierran los ojos y se tragan la pastilla azul, porque eso es más fácil que enfrentarse a la dura realidad.
Nuestras compañeras transincluyentes están introduciendo las luchas por las libertades sexuales, que ya tenían su espacio en los movimientos LGTB, en la lucha Feminista. ¿Vamos a acabar con el patriarcado cuando todas las personas puedan decidir su identidad de género o puedan elegir qué, cómo o con quién van a tener relaciones sexuales? Me temo que no. De todo esto saldremos perjudicadas las mismas de siempre, las mujeres, que aún no hemos levantado cabeza y ya nos la están pisando, con el silencio y la complicidad de muchas de nuestras hermanas.
Esto lo escribo desde las entrañas, desde el lugar donde he nacido, crecido y vivo, desde el cual sé lo difícil que es organizar cualquier lucha, vencer la fuerza de la costumbre, el qué dirán, el miedo a pronunciarse, ir a contracorriente. Hago un llamamiento a las mujeres como las que integran el 8M, las lesbianas y mujeres bisexuales que se integran en el LGTB, las asociaciones de mujeres, mujeres de partidos políticos y sindicatos…
Hermanas, compañeras, luchadoras, todas trabajadoras, acólitas, alienadas, a todas las nacidas mujeres. ¡DESPERTAD!