Otro 23 de octubre. “Estoy convirtiendo mi ira en acción” (Rebeca TRAISTER)

Victoria Sendón de León
Victoria Sendón de León
Dra. en Filosofía y escritora feminista.
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También era un sábado, soleado como este; no en Madrid, sino en New York. Dos semejantes acontecimientos protagonizados por mujeres. Aquel, un 23 de octubre de 1915; éste, otro 23 de octubre de 2021. La imagen se repite, sufragistas manifestándose por su derecho al voto; feministas radicales frente al Estado, que es el que tiene que abolir la prostitución, los vientres de alquiler y modificar una futura “ley trans” que intenta borrarnos a las mujeres del diccionario, de las leyes, de la vida social, de las encuestas, del deporte, de la protección contra la violencia y hasta del protagonismo en la reproducción, una ley, que bajo el eufemismo de los Derechos Humanos, lo que realmente pretende es eliminar el Movimiento Feminista, borrándonos a las mujeres como concepto. Muerto el perro, se acabó la rabia, porque lo que no se nombra, no existe.

La verdad es que contaba con varias disculpas para no asistir a esa manifestación, entre otras, los 600 kilómetros que me separan de Madrid, pero entendí que se trataba de una manifestación histórica. Había que estar. Había que estar porque las llamadas fuerzas políticas progresistas o de izquierdas coinciden hoy en combatir el feminismo como el único movimiento capaz de acabar con el Patriarcado que las sustenta y engloba a todas ellas. ¿La conclusión? ESTAMOS SOLAS.

Las organizadoras de este evento han tenido la intuición profunda de comprender que la fecha del 23 de octubre del 2021 supondría un antes y un después en la política feminista, es decir, en la política del feminismo autónomo desde ahora. Se acabó el feminismo supeditado o afín a partidos, a sindicatos, a organizaciones institucionales, a las nuevas masculinidades o a los penes femeninos.

Se acabó el feminismo supeditado o afín a partidos, a sindicatos, a organizaciones institucionales, a las nuevas masculinidades o a los penes femeninos.

El aire de esta manifestación, a la que me estoy refiriendo, era completamente diferente a otras muchas alas que he acudido. No había banderas ni insignias de partidos, de sindicatos ni de organismos internacionales; no había militantes varios que se “sumaban” a una manifestación de mujeres; no había lemas ni gritos ajenos; no había varones concienciados con nuestra causa; ni menos había dirigentes políticos ni sindicales, ministras con sus cortes recientes o personajes decorativos por su popularidad. Nada de eso. Era una manifestación feminista en estado puro. Mujeres de todas las edades, sobre todo jóvenes, y no sólo las “feministas clásicas”, como alguien ha querido calificarnos despectivamente a algunas de nosotras. Pude hablar con muchas amigas que vinieron de fuera. Desde luego que no estaban todas las que son, pero si eran todas las que estaban.

Esta manifestación -viva, alegre, rompedora-, nos ha liberado del proteccionismo institucional, nos ha hecho adultas como movimiento, apoyadas en nosotras mismas, autónomas y valientes frente al futuro. Hemos perdido la inocencia de creer en las promesas de los políticos, y claro que ya no tenemos a quién votar.Salvo a nosotras mismas.

las llamadas fuerzas políticas progresistas o de izquierdas coinciden hoy en combatir el feminismo como el único movimiento capaz de acabar con el Patriarcado que las sustenta y engloba a todas ellas. ¿La conclusión? ESTAMOS SOLAS.

Cuando se observa con detenimiento el vídeo grabado por la periodista de TVE, Montserrat Boix, de modo espontáneo con su propio móvil, lo que podemos percibires la fluidez, el buen rollo y la ironía en una marcha de miles de mujeres feministas que tienen muy claro quiénes son, qué quieren y cuál es su lugar en el mundo. La mayoría de sus carteles eran cartones sencillos con proclamas individuales, que son ya gritos colectivos, porque todas estamos unidas frente a las mismas amenazas, como siempre. Pero hoy es diferente: hoy está en juego el sujeto político del Movimiento, el sentido histórico del feminismo en sí y hasta nuestra existenciamisma como mujeres. Stop, patriarcado. Hasta aquí hemos llegado.  

En medio de la vorágine relativista, resultaba ineludible reivindicar lo evidente: “Mujer=hembra humana”, “Sexo no es género; género=opresión” o de identificar dos leyes que se suponen antagónicas y no lo son: “Ley trans=Ley mordaza” por lo que implican de cancelación del pensamiento crítico bajo penas administrativas inconcebibles en el siglo XXI, y más similares a las de la caza de brujas de los siglos XVI y XVII. Ahora nos llaman “terf”, como antes brujas o feminazis. El lema de “El feminismo es abolicionista” era el más repetido, para que no haya confusiones, así como “Contra la violencia machista” porque ya ninguna de nosotras menciona la “violencia de género”. Un grupo compacto de “Contra el borrado de las mujeres” avanzaba al unísono, y, al final, algunos varones nos acompañaban en silencio y con la modestia propia de quien se sabe, por una vez, no protagonista.

Sin embargo, la proclama que más revuelo ha levantado en redes ha sido un texto aparentemente inocente: “Me dan igual tus pronombres, Manolo”. ¿Por qué? Lo diré antes de que salga la ley y me pueda caer un multazo de hasta 150.000€: Porque en el fondo su autora quiso decir: la naturaleza humana es binaria: macho y hembra/ hombre y mujer. Y por muchos pronombres, sufijos o prefijos que te pongas, seguirás siendo Manolo o seguirás siendo María. Y os lo digo con todo el cariño del mundo.

No había odio en toda aquella manifestación, por más que se pidiera la dimisión de la Ministra de Igualdad, ya que su presencia misma, su antifeminismo explícito y sus leyes podrían hacer retroceder al Movimiento varias décadas. En el supuesto de que fuéramos tontas, claro. Pero no es el caso. El feminismo radical está bien despierto y todos estos ataques y traiciones no han servido más que para provocar un renacimiento imparable y para tener bien claro que los derechos conseguidos pueden desaparecer de un plumazo con políticas como las que se pretenden llevar a cabo. El grito implícito que resonaba desde todos los territorios congregados en Madrid aquel sábado 23 de octubre era, de nuevo, ¡No pasarán! Una tristeza tener que gritarlo ahora a supuestas fuerzas progresistas y de izquierdas. ¿Qué les ha pasado? ¿Por qué o por quién han sido abducidos? ¿Somos las feministas las únicas despiertas en todo el espectro político?

Fue un sábado, otro sábado luminoso, este 23 de octubre, con 106 años de diferencia con la marcha sufragista. Ambos, los dos, como momentos históricos constituyentes de algo nuevo.

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