Ser adultas. El Gran Reinicio.

Victoria Sendón de León
Victoria Sendón de León
Dra. en Filosofía y escritora feminista.
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Creo que llevo demasiado tiempo esperando a que el Movimiento Feminista tome el camino de la universalidad en el sentido de, como decía Terencio, “soy humano, nada humano me es ajeno”. Pues bien, “soy humana, soy una mujer, soy feminista y nada humano me es ajeno”. La gran mayoría de las mujeres del mundo siguen recluidas en su “oikos” particular, por mucho que sean grandes ejecutivas o académicas, pero sus preocupaciones y finalidades se centran en su mundo afectivo-familiar. Las feministas hemos salido de ese recinto porque nos hemos implicado en las desigualdades que sufrimos las mujeres, pero el Movimiento en sí ha creado su propio “hogar”, su reducto, su agujero en el que debatir, ocuparse y preocuparse por lo que había acotado como propio y que llamamos Agenda. De vez en cuando nos hacemos presentes en manifestaciones multitudinarias, pero seguimos sin estar en el mundo. No hay más que ver las leyendas de las pancartas, siempre centradas en los mismos temas, que hemos rotulado como “feministas”, así estén lloviendo piedras.

Es algo así como si el Movimiento Feminista se hubiera centrado en los “puntos ciegos” del Patriarcado como sistema.

Es algo así como si el Movimiento Feminista se hubiera centrado en los “puntos ciegos” del Patriarcado como sistema. Y los puntos ciegos son aquellos en los que las agencias del sistema los ven como reductos específicos de las mujeres tal que seres subsidiarios y subsidiados. Cuando pedimos acceder, en virtud de la “paridad”, a los puestos en los que se toman decisiones trascendentes, delegamos en el sistema esas decisiones, dándonos por satisfechas con los logros cuantitativos. Nos ponemos muy contentas cuando en el Gobierno hay incluso más mujeres que varones, pero no hacemos un seguimiento de las políticas económicas, industriales, ambientales, culturales o internacionales que agencian salvo en aquello que se refiera estrictamente a las mujeres en relación a la igualdad o desigualdad. Y el mundo sigue su curso y nosotras, paralelamente, el nuestro. Es como si estuviéramos jugando al “feminismo”.

Ignoro si el fenómeno del #MeToo supuso el inicio de la Cuarta Ola o el canto de cisne de un feminismo victimista, porque las mujeres hemos sido realmente víctimas de una barbarie patriarcal, pero siento que eso se acabó, se tiene que acabar. No somos únicamente un producto de la opresión, sino la simiente de un mundo nuevo. Todo sucede actualmente de un modo tan rápido que es difícil de digerir política y personalmente, pero la situación tendría que suponer una gran oportunidad para re-dirigir nuestras estrategias, nuestra agenda y nuestro modo de implicarnos en el mundo. Y digo esto porque en los años de pandemia, de guerras y de hundimiento económico pareciera que como movimiento no nos afecta, ya que seguimos debatiendo sólo acerca de los mismos temas de siempre, como si el resto de la realidad no nos tocara más que individualmente. Seguro que todo ello nos ha hecho sufrir de modo personal, pero nada de todo esto ha sido cuestionado desde el feminismo, ya que no afecta a la igualdad entre hombres y mujeres, por más que añadamos la coletilla de que para las mujeres ha sido mucho peor. Sin embargo, no analizamos el comportamiento y las respuestas políticas a estas cuestiones, mientras los partidos políticos, la economía corporativa, la ONU  o el Foro de Davos se preparan para el Great Reset o Gran Reinicio, ese nuevo comienzo hacia un transhumanismo que amenaza con taponar las puertas de salida hacia un humanismo nuevo, que sería lo que se espera de nosotras después de la debacle, porque nada de lo humano nos puede ser ajeno. Mientras Ursula von der Leyen proclama el nuevo globalismo dirigido hacia un programa de gobierno mundial (corporativista sin duda) me pregunto si tenemos algo que decir o dejaremos hacer como espectadoras pasmadas.

la economía corporativa, la ONU  o el Foro de Davos se preparan para el Great Reset o Gran Reinicio, ese nuevo comienzo hacia un transhumanismo que amenaza con taponar las puertas de salida hacia un humanismo nuevo, que sería lo que se espera de nosotras después de la debacle

Están en juego demasiados valores como para quedarnos ahí mirando: en primer lugar, la democracia. Cuando todos los asuntos sociales hayan entrado en crisis (salud, paz, economía, seguridad, trabajo, transaciones, transporte, abastecimiento, educación y otros ítems) se alzará como gran salvador ese gobierno mundial –que ya existe en la sombra- que nadie habrá elegido, pero que se considerará como legítimo y única solución global. La persona-individuo, ya que las soluciones globales necesitan la aquiescencia del rebaño, que ya tienen asegurada tras los experimentos recientes respecto a la pandemia, la guerra o el cambio climático.  La obediencia y el asentimiento han sido las respuestas más generalizadas. Las “disidencias” sólo se reservan para cuestiones extravagantes del género. El feminismo, porque ya seremos todos-uno en ese pandemonium de la “diversidad”, es decir, un número más con la “marca” del control universal tal como describe Shosana Zuboff en La era del capitalismo de la vigilancia.

Para hacer del Feminismo un movimiento adulto y de adultas, tendríamos que partir de un principio que hemos ignorado, ya que nos hemos incluido en el Sujeto Universal, que según Beauvoir está representado en masculino: “El es lo Absoluto; Ella es lo Otro”. Pues no, “el Sujeto Universal es dos: es Varón y es Mujer”, Irigaray dixit. “Ellos” representan lo absoluto porque han creado la Historia, la Cultura, la Política, la Economía, la Religión, un mundo en el que no estamos presentes como creadoras, sino como formalmente representadas por otras mujeres que pretenden incluirse en ese Sujeto Universal único, masculino, dominante. Y no tendría que ser así; falta por crear una Historia propia, con una agenda nuestra –y no por exclusión- que escriba un guión nuevo en todos los aspectos señalados. De lo contrario, siempre iremos detrás, tratando de corregir los errores de “ellos”, aquellos que representan la presencia, mientras nosotras nos quedamos en los “puntos ciegos” de la ausencia.

            No nos extrañemos de que ni siquiera se nos nombre como “mujeres en función de nuestro sexo” mientras sólo intentemos abrirnos un espacio en ese Sujeto Universal que, quieras que no, es y siempre será masculino. El Sujeto Universal es dos, es binario: ese concepto que quieren suprimir del lenguaje y de la realidad, aunque no hay que perder mucho tiempo apedreando a los perros que ladran en el camino.

            Frente al Gran Reinicio, la Gran Deconstrucción, que no es destrucción ni reconstrucción: es un camino propio.

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