No son lo mismo ni se escribe igual, pero desde 2006 un lobby internacional de bufetes de abogados, clínicas interesadas en la transición de un sexo al otro y ciertas empresas farmacológicas, con la ayuda de importantes firmas de publicidad y manejo de las RRSS, han convencido de que sexo no sólo es idéntico a género sino que el sexo es una categoría prescindible del todo y que lo in, lo moderno, lo políticamente correcto, es sustituirla por la categoría género, que incluye no sólo a quienes todavía nos calificamos de mujeres y hombres sino a todo aquél que se “sienta”, se “perciba” como mujer u hombre, aunque –como podemos constatar en los medios– toda la campaña millonaria y masiva del lobby en los dos últimos años se ha centrado en los hombres que se “sienten” o “perciben” mujeres y, por tanto, demandan en tribunales los mismos derechos que ellas, no sólo para beneficiarse de las medidas positivas que desde la primera mitad del siglo XX favorecen a las mujeres –especialmente a las madres trabajadoras, caso Venezuela– sino para ir a las cárceles de mujeres y participar como mujeres en las competencias deportivas.
Han convencido incluso a la que, para entendernos, seguimos llamando “la izquierda” y esto ha logrado fracturar, por ejemplo, a la izquierda española, lo cual se ha reflejado, lógicamente, en el poderoso movimiento feminista de España, debido a la insistencia de la ministra Irene Montero y el Partido Podemos de meter en la agenda parlamentaria la aprobación de la llamada Ley Trans, que reitera no sólo el documento de Yogyakarta (2006) sino a los voceros del lobby.
Pocos lectores sabrán que mucho de lo que el proyecto de Montero y Podemos prevé en la Ley Trans ya está aprobado en Chile y Argentina hace tiempo en leyes de identidad de género. Pero por aquí no se hizo el ruido mediático que se ha hecho en España, donde el lobby y Podemos han tenido que oír al menos a las feministas que no sólo se oponen a la aprobación de la ley sino que han propuesto que —de aprobarse— sea con al menos 22 enmiendas. Por ahora, el proyecto está en manos de una comisión del Parlamento y las feministas que introdujeron las enmiendas siguen denunciando que Pedro Sánchez y los parlamentarios socialistas están cayendo en el chantaje de los aliados del gobierno, que ponen en jaque la alianza si los socialistas no aprueban la ley de Montero y Podemos. Las feministas forman parte de la campaña Contra el Borrado de Mujeres.
A todo esto y más se refiere la filósofa y activista Alicia Miyares en Delirio y misoginia trans. Del sujeto transgénero al transhumanimo (2022, Catarata) en el que profundiza algunas ideas de su libro anterior, Distopías patriarcales. Análisis feminista del “generismo queer” (2021, Cátedra). Responde AM a una pregunta que me hice desde que comenzó a permear en todos los discursos el significante “género” en lugar de “mujeres” o “feminista” o “feminismo”. Como nunca quise hablar en la UCV de estudios o teoría o metodología de “género” sino de estudios de la mujer, teoría feminista y metodología feminista, se me respondía que decir “género” hacía más “potables” nuestras demandas. Y bien, ahora sabemos que esta era la excusa del lobby en la ONU. El lobo llegó y nos está comiendo.
Incluso Miyares estuvo de acuerdo en usar “género” en lugar de “mujeres” o “feminismo”, como fue acordado en Beijing en 1995, porque introducía “un matiz de neutralidad (para) plantear leyes específicas para las mujeres” y niñas (2022: 86) pero pronto esa “neutralidad y polisemia del término y su uso abusivo ha dado paso a un equívoco (de género) como sexo”, hasta llegar al día de hoy, cuando “el activismo queer/trans fomenta la confusión entre sexo y género” (Ibid:87) y la sustitución de sexo por género en toda la legislación vigente. Por ello, concluye AM, “No deberíamos dar vialidad a propuestas legislativas caracterizadas por la imprecisión conceptual y terminológica que alteran sustancialmente lo relativo y al género (quiebra) los derechos ya vigentes y abre la puerta a la incorporación de las tesis transhumanistas en el ámbito jurídico” (Id).
También recomienda no seguir usando el vocablo “género” porque colaboramos a la confusión deseada por el lobby interesado en ella. Por mi parte, será fácil, jamás lo usé por “sospechoso”.