Os confieso que he pensado bastante en cómo titular este artículo. Al principio, pensé en “el gobierno que no ama a las mujeres”, pues el día 22 se aprobó en el Congreso una ley que borra el sexo jurídico como variable objetiva, anulando en consecuencia la lucha por la igualdad entre sexos. Lo que es una ignominia propia de los gobiernos más conservadores. Es más, ni gobiernos más conservadores se han atrevido a tanto. Una traición a las feministas, a las mujeres, a la infancia, y a la propia trayectoria del partido socialista derivando al neoliberalismo más feroz. Algo que ha sido sin duda un hito histórico a recordar.
el día 22 se aprobó en el Congreso una ley que borra el sexo jurídico como variable objetiva
Pero después, mientras el duelo iba avanzando, cambié de idea. Como tantas veces que la razón acalla al legítimo pataleo. Y es que en el día de ayer estuve hablando con varias compañeras que el feminismo me ha regalado. Entre ellas, una de las autoras de “La guerra más larga de la historia: 4000 años de violencia contra las mujeres”. Y entonces, cogí una necesaria perspectiva de que efectivamente en esa guerra estamos, y me di cuenta de que pese a lo pequeñas que somos en medios, que no en fuerzas ni compromiso, habíamos librada una ardua batalla sin cuartel como dignas guerreras.
Además, si lo pensamos en frío, no merecen que les demos un protagonismo que no tienen, cuando son los mismos que antaño dieron la espalda a Clara Campoamor. Son la misma “izquierda” acomplejada, machista e ignorante que no sabe dar la cara por lo que verdaderamente importa. Pues los intereses les pueden, y detrás no dejan de estar simples hombres atrapados en una masculinidad necia, baldía y esclavizante que no les permite respetar, ni valorar, ni tener relaciones de igualdad con las mujeres. Mismos perros, distintos apellidos y puestos. Con especial mención a quienes deciden acunarles, en vez de luchar por sus propios derechos.
Y nosotras, también somos las mismas. Las mismas que como Olympe de Gouges acabaron en la guillotina siendo ejecutadas tras haber peleado por que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades tanto de juzgar como de acabar siendo juzgadas. Las mismas como la referente que apodaron “La amazona” y tomó la bastilla en Francia, para que después sus “colegas” varones la encerraran en un manicomio. Reconozcámoslo: somos las mismas que tienen esperanza en un mañana mejor, que pelean desde el clamor interno de dignificar los derechos de su propio sexo, reconociéndose como iguales, que confían en que sus “compañeros”, y algunas compañeras, estarán a la altura. Y, al final, son traicionadas, condenadas, eliminadas o ignoradas. Y no, no es exagerado, aunque sí es desahogo. Es, sobre todo, historia.
Y es que, efectivamente, la historia se está repitiendo, otra vez más.
Ahora bien, también podríamos hacer autocrítica. Algo que a quienes nos acecha el síndrome de la impostora, el género sexista que nos girita que cuidemos, y quienes soportan la carga de tener que siempre estar por los demás, pues por dar, no se nos da nada mal.
Y es que quizás, nos ha fallado perder la perspectiva estratégica. No estar unidas como están dese los dogmas de fe y demás chamanería social. Creernos al principio que habíamos conquistado una igualdad que resultó ser un oasis primero, un espejismo después, tras lo que vino la toma de conciencia de cómo desarticulaban “igualdad” para sustituirla por “diversidad”, ese nuevo paraguas que desactiva toda lucha al mezclarlas en un “totutm revolutum” que solo desprotege a las personas más vulnerables, que en su inmensa mayoría son mujeres.
Sí, mujeres. Esa es la variable de mayor riesgo para vivir violencia en el mundo, tan solo nacer siendo parte del sexo femenino. Es esa, y no otra, ni otras. Tanto, que en la última macroencuesta de victimización de la Delegación contra la violencia de género en España se evidenciaba que más de 6.5000.000 mujeres habían sufrido violencia por parte de su pareja o expareja en España. Es decir, ¼ de las españolas. Un 25% de nuestras amigas, madres, hermanas, primas… Y esto implica que hay, en consecuencia, millones de agresores.
Agresores que pueden planear años llevar a cabo un asesinato. Agresores que pueden acosar, violentar, maltratar, humillar y hacer la vida imposible durante décadas, incluso toda su vida, a las mujeres que les rodean. Y que ahora, si la “ley trans” se aprueba definitivamente en el Senado, cualquiera podrá falsear su sexo biológico en el registro, sin pruebas, sin cambiar la apariencia ni el nombre, y dejando sin efecto las leyes de protección en base a los sexos, y los avances en igualdad de las últimas décadas.
Es decir, ¿si pone en el dni que alguien es mujer cómo se puede aplicar a posteriori la ley de violencia de género que nos protege de esa violencia entre sexos de hombre a mujer? Esta seguirá existiendo, pero quedará neutralizada si esta treta se permite.
¿Cómo preservaremos cuotas por sexos que tanto han costado, en oposiciones como policías, bomberos, deporte, puestos políticos, etc.? De ninguna forma ahora mismo. Pues si las plazas son 8, 4 hombres y 4 transfemeninos será paridad, aunque todos pertenezcan al sexo históricamente privilegiado.
Podría seguir, pero ya es tarde. No es que deje de importar defender la verdad. Es que. nuestros argumentos han sido desoídos por los mismos que muchas hemos votado. Dándonos la espalda, otra vez más. Ya el hecho de que profesionales expertas en violencia contra la mujer como es mi caso expusiéramos durante años estas cuestiones ha sido ignorado. Ni ha valido que, después de nosotras, hombres también dijeran lo mismo. Eso sí, más ovaciones y méritos se han llevado. Como tampoco han valido todos los informes y enmiendas realizadas desde la plataforma feminista contra el borrado de las mujeres, creada en 2019 como plataforma pionera en contrarrestar toda esta ola misógina y acientífica. A la que se unirían cientos más, miles de mujeres más, para hacer un frente de resistencia del que siempre deberemos estar orgullosas.
Ahora, solo nos queda esperar a que los casos se den, como en otros países. Pese a que hemos tratado de evitar el daño, y en no pocos casos lo hemos logrado sensibilizando, lo cierto es que esta ola de desinformación, manipulación mediática, desnortamiento social, ceguera partidista, e incluso negligencia institucional, ha ganado esta partida. Y aunque nos duela no haber podido ayudar a evitar las víctimas que llegarán, no cambiaría nunca este lugar donde nos encontramos por estar del lado de la complicidad social. Porque eso son, cómplices de todo lo malo que vendrá. Y así se lo recordaremos cuando en nuestro país pase lo que ha pasado ya en otros como Reino Unido. Esta es una desgracia social anunciada.
Así que, al final, con lo que nos tenemos que quedar es con que nos tenemos. Con que deberemos reagrupar nuestras fuerzas y esfuerzos, pero, sobre todo, con que si alguien ha fallado aquí es un gobierno que de asaltar los cielos ha hecho de nuestro país un infierno para las mujeres y la infancia. Cuestión que queda clara solo viendo las redes sociales y la violencia que vivimos las mujeres, especialmente feministas, avalada y patrocinada por ellos y especialmente el Ministerio de la igual-da. Sin ir más lejos, ayer yo misma recibía la amenaza de merecerme un tiro en la nuca por tan solo divulgar. Es ese el precio actual por tener voz, por ser crítica, por ser mujer: una violencia social sin precedentes en las últimas décadas de la democracia española.
El golpe es duro, aun siendo una traición cocida a fuego lento. Pero hemos de recordar, precisamente, que formamos parte de algo mucho más grande que nosotras, de una resistencia y academia feminista que combate al viejo enemigo patriarcal desde hace más de 4000 años. Y semejante adversario no se destruye en unos pocos cientos de años.
Como decía Simone de Beauviour:
“No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Así que no nos dejemos contagiar por la líquida y misógina ignorancia actual, unámonos más que nunca, pues nos queda mucho por lo que luchar y nada merece más la pena que apostar por un mañana mejor, y eso solo lo lograremos juntas. Compañeras, pese al desolador panorama, seguimos.
Es Delito de Lesa Humanidad el enriquecimiento en la gestión gubernativa de los “representantes”, el fraude sobre el Estado, el abuso sobre la niñez, la trata, el proxenetismo, el travestismo y sus consecuencias, como toda violencia de género.
“Las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema, donde lo masculino sigue siendo la ley”. Osvaldo Buscaya
a) {Os confieso que he pensado bastante en cómo titular este artículo. Al principio, pensé en “el gobierno que no ama a las mujeres”, pues el día 22 se aprobó en el Congreso una ley que borra el sexo jurídico como variable objetiva, anulando en consecuencia la lucha por la igualdad entre sexos. Lo que es una ignominia propia de los gobiernos más conservadores. Es más, ni gobiernos más conservadores se han atrevido a tanto. Una traición a las feministas, a las mujeres, a la infancia, y a la propia trayectoria del partido socialista derivando al neoliberalismo más feroz. Algo que ha sido sin duda un hito histórico a recordar.}
Pues, las sucesivas conquistas “culturales” del transexual ecuménico perverso patriarcado a través de la etapa animista, religiosa y científica no dejaron ni deja de tener como primordial premisa, la inferioridad de lo femenino y reposa en la ampliación del sometimiento en todas las áreas, que “permite” a la mujer ocupar lugares en el ordenamiento del poder, pero cumpliendo el transexual ecuménico perverso mandato patriarcal.
b) {Es decir, ¿si pone en el dni que alguien es mujer cómo se puede aplicar a posteriori la ley de violencia de género que nos protege de esa violencia entre sexos de hombre a mujer? Esta seguirá existiendo, pero quedará neutralizada si esta treta se permite.}
Pues, es la tendencia del transexual ecuménico perverso patriarcado a la supresión del carácter feminista, retrotrayéndolo al estado psíquico en el cual habrá surgido el horror a la castración, y su repugnancia y su desprecio a la mujer no poseedora del falo; es decir del “poder”.
c) {Como decía Simone de Beauviour: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.}
Pues, la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del transexual ecuménico perverso varón integra simultáneamente varios sentidos en oriente y occidente; en el jeque, en la favela, en la villa miseria, etc., expresando sucesivamente varias significaciones. Puede cambiar por otro, en el transcurso de los años, uno de sus sentidos, incluso el fundamental de su «ciencia» que consideraba inferior a la mujer fundamentándolo en una menor masa cerebral, a un “reconocimiento” actual de no considerarla idiota, haciendo una transferencia de un sentido al otro.
Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.
“Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción.” (Freud)
El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
Un travesti no es una mujer
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
28 de diciembre de 2022
Osvaldo V. Buscaya (OBya)
Psicoanalítico (Freud)
*Femeninologia
*Ciencia de lo femenino