Ya muy entrados en este Siglo XXI, nos encontramos con que hay cada vez más profesionales en el ámbito académico de todo el mundo, que con su mejor voluntad, creyendo que trabajan para la democracia, se someten a los reclamos de cancelación por parte de grupos de presión transactivistas. Colaboran con el silenciamiento de las feministas radicales críticas del género y su medicalización, menospreciando su discurso y dando por sentado que es “de odio”. Se equivocan y hierran el blanco. Alimentan a las fuerzas que temen, las de la extrema derecha, cuyo ascenso, queriendo evitarlo, favorecen.
El triunfo estrepitoso de la derecha en las recientes elecciones municipales y autonómicas de España, entre otras muchas cosas, tuvo que ver con ello.
“No quiero decir que debamos suprimir siempre la expresión de filosofías intolerantes; mientras podamos rebatirlas con argumentos racionales y mantenerlas a raya gracias a la opinión pública, la supresión sería muy poco prudente”, escribió Popper en La sociedad abierta y sus enemigos. Si como creo, en esto tiene razón, resulta en extremo alarmante que se esté cancelando la posibilidad de la discusión racional, incluso en las universidades. Porque además, es a partir de la argumentación racional que se puede distinguir qué discursos son intolerantes o “de odio”, cuáles no, y por qué.
¿Quién da y quien quita la palabra? es un texto anterior publicado por Tribuna Feminista, sobre un caso de cancelación en la universidad. https://tribunafeminista.org/author/adrianaflorez/ Resumiendo: el Colegio de Bioética de México celebra su vigésimo aniversario realizando un simposio en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, IIF, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Invita a participar a la autora de Cuando lo trans no es transgresor, Laura Lecuona. A causa de esa invitación, recibe un enérgico reclamo por parte de grupos de presión transactivistas. Generan una enorme tensión. El Colegio publica un comunicado para desmarcarse de las opiniones de la autora feminista, a quien desconociéndola muestran su rechazo. Aquí su participación: https://www.youtube.com/watch?v=WxndrVKNdX0
Pues bien, la historia continúa y continuará. Le daremos seguimiento.
Resulta que después de los acontecimientos reseñados, el IIF, en colaboración con el Colegio y otras instancias, organizó un coloquio. “¿Por una universidad que contribuya a reparar la fractura social en torno al ‘genero’?”, no, al menos en esta ocasión no, sino “Por una universidad sin transfobia”. https://www.youtube.com/watch?v=q7s8bWa411w
Se trataba de escuchar a los representantes del colectivo trans que se había manifestado agraviado. Siempre es bueno escuchar. Pero aunque cuando hay un conflicto debiera hacerse con todas las partes, la posición reivindicada sin objeción en el coloquio fue, explícitamente, cerrar esa posibilidad. En cualquier caso, ahora que contamos con su registro audiovisual, hemos de hacer lo propio, escuchar para aprender lo que haya que aprender, y así, también poder hacer un comentario crítico en condiciones.
Por ahora, se trata de reflexionar sobre la incidencia que tiene en la política practicar la cancelación. Y también sobre la función que debiera tener hoy la universidad, ante la polarización y fractura sociales, que se profundizan cada vez más en torno a las leyes trans, al concepto de “identidad de género” y todo lo que conllevan.
En el coloquio con el que se quiso desagraviar al colectivo trans, se habló con preocupación sobre lo que está ocurriendo en Florida bajo el gobierno republicano estadounidense, y en particular sobre las consecuencias que ello tiene para sus integrantes. “La mayor organización de EEUU de defensa de los derechos LGTBI declara el estado de emergencia en el país”, dio la noticia el diario Público el pasado 6 de junio. https://www.publico.es/internacional/mayor-organizacion-eeuu-defensa-derechos-lgtbi-declara-emergencia-pais.html#md=modulo-portada-bloque:2col-t1;mm=mobile-big
Pues bien, lo hemos visto. En España acaba de haber unas elecciones municipales y autonómicas en las que la derecha arrasó (28 de mayo de 2023). De hecho, el presidente de la coalición de izquierda en el gobierno, Pedro Sánchez, ha tenido que adelantar las elecciones parlamentarias para el 23 de julio. En ellas también saldrá electo el próximo presidente y hay una enorme inquietud: se teme que gobierne la derecha en coalición con la extrema derecha.
Sumar, la coalición que se postulará en las elecciones a la izquierda del PSOE, con quien podría formar gobierno, se está teniendo que conformar en muy pocos días. Y para el tema que nos ocupa, resulta significativo que esté requiriendo vetar a la cara más visible, responsable de la implantación de la Ley Trans en España: la Ministra de Igualdad, Irene Montero. Los motivos seguramente son múltiples y no todos saldrán a al luz, pero no podemos obviar que también se trata, precisamente, de la líder de Podemos a quien las feministas críticas reclaman en primer lugar, dado el Ministerio que aún preside, no haberles concedido audiencia, a pesar de su incesante, por activa y por pasiva, solicitud de diálogo a lo largo de la legislatura. Como se recordará, en España la ley trans se aprobó por la vía de urgencia y sin convocar para comparecer a ningún comité de expertos.
Ante las puertas cerradas, la comparecencia correspondiente, a pesar de la identificación política de izquierda de la mayoría de los y las comparecientes, se llevó acabo en la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados de España el viernes 16 de diciembre de 2022, en un espacio que para el efecto habilitó el PP, partido de derecha actualmente en la oposición que podría formar gobierno en coalición con la extrema derecha.
Es urgente que la izquierda tome nota y no solo en España.
Aquí una de las participaciones más destacadas de la citada comparecencia, relativa al “Informe Transit” realizado por Feministas de Cataluña: “Cambios, tendencias e interrogantes sobre la población atendida por el Servei Trànsit en Cataluña 2012-2020” de enorme relevancia por los datos que aporta: https://www.youtube.com/watch?v=qaeDrrqcuOc
Y bien, lo que está ocurriendo en ese país viene a cuento a propósito de la realización del coloquio “Por una universidad sin transfobia” en México, porque la manera en la que el Ministerio de Igualdad y el gobierno de España gestionaron las críticas feministas a la postura institucional, particularmente en relación con la ley trans, contribuyó a que la derecha arrasara en las recientes elecciones municipales. ¿En qué medida y por qué vías? es otra cuestión que será importante dirimir, pero hay datos.
Y en cualquier caso en México y en el mundo, esto debería de ser un aviso para navegantes.
Y pareciera exagerado pensar que un pequeño coloquio pudiera incidir en la política nacional a gran escala en alguna medida, pero no lo es. Es una pieza más de un escenario de silenciamiento, de censura. Y no una pieza cualquiera.
El coloquio al que dio lugar el IIF fue un acto de contrición institucional por lo que se había considerado una ofensa, dando por sentado que el discurso de la escritora feminista invitada por el Colegio a su simposio conmemorativo, afín a muchas otras feministas en el mundo, es «de odio» contra el colectivo trans.
Llegados aquí, incluso sin mencionar el profundo daño infringido con la cancelación de la que una vez más fue objeto la invitada, si asumimos que nadie puede tener el monopolio de “la ofensa”, la ética obliga a preguntarnos: ¿acaso la sentencia (ser portavoz de un presunto “discurso de odio”) cuya validez se da por sentada, no constituye a su vez una ofensa, pero ahora, en contra de la autora? Y en ese caso, ¿quién habría de repararla?
Lo cual, y esto es lo más importante, nos conduciría a un camino potencialmente infinito, llevándonos cada vez más lejos de un escenario constructivo.
Y lo decimos a pesar de que, a propósito de «el odio», dada la importancia que tiene la memoria, en ningún momento debiera relegarse al olvido el hecho de que la autora feminista, a quien se acusa de «discurso de odio», ha sufrido numerosos y muy diversos actos de cancelación, con importantes y muy concretas consecuencias, impulsados por determinados grupos transactivistas. Actos que, entre otras cosas, han incluido amenazas de muerte. Y por ahora, ninguna institución se ha sentido en la necesidad de reparar semejante agravio.
Cabe preguntar si en todo esto es la justicia o la ley del más fuerte lo que está operando.
El hecho es que, dado el contexto, el coloquio se convirtió en un acto institucional con el que de facto se dio la razón a la sentencia de un juicio consumado sin la presencia de todos los actores concernidos, y sin la consideración de todos los hechos acaecidos; no en relación con la persona directamente afectada, y menos aún con el complejo fenómeno social involucrado.
No hubo debate, ningún cuestionamiento a la posición sostenida de manera unánime, y aún así, una de las personas que disfrutó del uso de la palabra, una vez que terminó su presentación, abandonó el recinto, aduciendo que el daño infringido por haber invitado a hablar a la representante en México de la Declaración Internacional sobre los Derechos de las Mujeres Basados en el Sexo, era irreparable.
Y lo que aquí comporta mayor relevancia y gravedad, es que con este coloquio, una institución tan importante como el IIF de la UNAM, selló su compromiso de cerrar la puerta a ciertas personas, de negarles la palabra. De manera que un coloquio que se titulara: “¿Es de odio el discurso del feminismo radical crítico del género?: hablan sus representantes” hoy por hoy, está prohibido para el IIF. Ojalá me equivoque y se demuestre lo contrario.
Es preocupante que una institución tan relevante, que como ninguna otra debiera de ser garante de la libertad de expresión y pensamiento, una institución que además se debe a la sociedad en su conjunto, se someta a semejante prohibición. Sobre todo en estos momentos en los que, más que nunca, la Universidad y todas sus instancias, debieran propiciar un diálogo académico que, acogiendo pensamientos divergentes, contribuyera a desactivar la polarización y fractura sociales que se profundizan cada vez más vía redes sociales. Si no en la universidad, ¿dónde?
Pero, de hecho, yendo en un sentido inverso, en una de las participaciones del coloquio, al mismo tiempo que se desestimaron las numerosas y documentadas denuncias por cancelación a feministas, reduciéndolas a una suerte de muletilla para manipular, sorprendente y explícitamente, se habló de la necesidad de “deplataformar” a ciertas personas. “Es una decisión que hay que tomar”, “analicemos esos discursos [pero] SIN esas personas…” (3:14:27) se dijo.
La contradicción es enorme y el eufemismo muy claro, sin embargo, no hubo ningún cuestionamiento al respecto, ninguna objeción (!). La omisión es altamente significativa. Y el acatamiento, palmario.
Estamos frente a una contradicción significativa y preocupante, en sí misma, pero también porque, como ya se dijo, la cancelación del pensamiento feminista crítico del género y su medicalización fue uno de los factores que contribuyeron al descalabro sufrido en España por la izquierda en el gobierno, en las pasadas elecciones autonómicas y municipales; y nada hace pensar que ese fenómeno no pudiera repetirse o que de hecho no se esté ya repitiendo, en otras latitudes.
Quizás las mujeres que nos identificamos con los valores de la izquierda y con la postura de las feministas críticas del género y su medicalización, sin necesariamente ser militantes, somos muchas más de las que se piensa.
¿Qué función está cumpliendo en este contexto la acusación de “discurso de odio” contra las feministas?, es una pregunta obligada, y para contestarla habría que preguntarse también, ¿a qué se está llamando “odio”?
Pues bien, al menos entre otras cosas:
- Se está llamando “odio” a la percepción de peligro que tenemos sobre todo las mujeres, frente al sistema de creencias de la identidad de género que está penetrando en la sociedad, a través de los mecanismos más poderosos en todos los ámbitos de nuestras vidas.
- Se está llamando “odio” a la desconfianza que nos genera un discurso que habla de “avance en libertades y derechos”, a sabiendas de las consecuencias que el uso abstracto de estos conceptos ha tenido en la historia.
- Se está llamando “odio” a pensar que confundir la discriminación con la opresión es profundamente engañoso, y que atenta contra las aspiraciones de justicia social en general y de las mujeres en particular.
(A diferencia de la opresión, la discriminación no es estructural, no es una pieza imprescindible para el funcionamiento de la sociedad capitalista neoliberal, tal como la conocemos. La opresión es intrínseca a la lógica de la máxima ganancia motor del capital. La discriminación, en cambio, aunque pueda ser muy grave y llevar a todo tipo de atrocidades criminales, por ejemplo contra homosexuales, transexuales, judíos, etc. y de hecho llevó en su día a las cámaras de gas, no es estructural. Su objeto son colectivos que no cumplen la función de una clase social, como sí lo cumple la enorme mayoría de las mujeres.)
- Se está llamando “odio” a nuestra alarma por el desconocimiento sobrevenido de la base material de nuestra opresión: el sexo.
(La base material de nuestra opresión no es “el género”, sino la función que por nuestro sexo cumplimos las mujeres en algo tan importante como la reproducción de nuestra especie y su fuerza de trabajo. Otra cosa es que esa opresión se ejerza, en buena medida, a través de la imposición cultural de los roles sexistas en los que consiste el género. La base material de la opresión sine qua non de las mujeres es el sexo, su instrumento cultural, los roles sexistas.)
- Se está llamando “odio” a nuestro azoro, ante el hecho de que lo que es instrumento de nuestra opresión, los roles sexistas, se eleve por ley, al estatuto de identidad.
- Se está llamando “odio” a la expresión de nuestra impotencia ante la prohibición de discutir sobre estos temas. A decir lo que se está diciendo aquí en foros que tengan gran repercusión social, tales como los que ofrece la universidad.
- Se está llamando “odio” a la denuncia de la cancelación que ello implica.
- Se está llamando “odio” a la inquietud que todo esto nos genera a partir del conocimiento que nos confiere nuestra historia individual y grupal desde el origen de la humanidad.
En suma: se está llamando “odio” a los recursos más rudimentarios con los que contamos las mujeres para abolir nuestra opresión, o al menos para no retroceder profundizándola: la posibilidad de nombrarnos, la racionalidad y el sentido común más elementales.
Que eso se nos quiera escamotear, nos alarma y también nos indigna. No es de extrañar que de tanto en tanto se nos note, menos mal.
Es oportuno señalar una vez más, que el feminismo que está siendo objeto de cancelación, también es profundamente crítico con la prostitución, la pornografía y el alquiler de «vientres»/mujeres con fines de gestación. Prácticas, todas ellas, a cuya abolición aspira. A nadie se le escapa la magnitud de los intereses en contra de los cuales atenta de este modo.
Se trata de una agenda afín en sus principios éticos a los valores de la izquierda, en la medida en la que considera que el mercado debe someterse a una regulación escrupulosa, para poder poner por encima de sus intereses los derechos humanos en general y los de las mujeres en particular.
Acaso el capital, sin ser un ente capaz de pergeñar una gran conspiración, no obstante está mostrando, como siempre, el mejor de los olfatos. A la manera de una densa cortina de humo, se ha generado un aparente “conflicto entre derechos” de un colectivo, el trans y las mujeres, la mitad de la humanidad, cuyo movimiento en su versión abolicionista (del género, la prostitución, la pornografía, y el negociado de la reproducción humana) atenta junto con el ecologista comunitario de base, como ningún otro en estos momentos (por más motivos de los que se puede ver a simple vista) clara y seriamente, justa y precisamente, contra la lógica de la máxima ganancia, característica por antonomasia del capital. Mejor puntería, imposible.
Nadie está en contra de la población trans, sino de la manera en la que “lo trans” se ha venido construyendo e instrumentalizando. Creemos que no trae nada bueno para la sociedad en su conjunto, y en especial para las mujeres. Al final, tampoco para las personas que creen en la “identidad de género” como algo que va más allá de los roles sexistas y la consideran algo consustancial a su existencia.
El hecho es que las mujeres feministas que comparten la agenda abolicionista, han practicado el voto útil a lo largo de la historia en muchas ocasiones. Pero hemos de admitir que mandarlas a callar vía cancelación («deplataformacion») al mismo tiempo que se les pide el voto, rebasa límites que nunca debieron ser franqueados.
Lamentablemente, “calla-terf”, es una expresión que nació durante la gestión del primer gobierno de coalición de izquierda en España, sin que éste se haya pronunciado públicamente en contra de esta expresión ni de otras prácticas afines que se han venido sucediendo, tales como impedir la presentación de libros, entorpecer la realización de eventos, excluir la participación de ciertas pensadoras en determinados foros universitarios, etc. Eso, entre otras cosas, no parece haber jugado a su favor.
El mejor escudo contra “Florida” y la extrema derecha, no es la cancelación de nadie.
Y menos aun apelando a acusaciones que (por muchos argumentos que se esgrimieran para sustentarlas) al mandar a callar, invirtiendo la carga de la prueba y negando el derecho a réplica, incurren en un autoritarismo inadmisible que atenta seriamente contra la democracia, incurriendo en lo que se teme y se quiere evitar.
El mejor escudo contra la intransigencia y la derecha autoritaria, en pro de los derechos humanos y la democracia, es la libertad de pensamiento y expresión. Y partiendo de ahí, el diálogo. Pero…
…el diálogo con mayúsculas, ese que se desarrolla, ecuánime, científico y profesional, con escrupuloso respeto y honestidad intelectual, entre diversas posiciones y perspectivas. Un diálogo en el que no falte la memoria ni un análisis a profundidad del contexto. Sin esas condiciones, calificar a un discurso «de odio» carece de validez ética y epistemológica.
Lejos de sumarse a la llamada «cultura» de la cancelación, lo mejor que puede hacer cualquier universidad para no contribuir a la fractura social imperante, es cumplir con el cometido de universalidad que explica su nombre y ser la anfitriona de ese diálogo con mayúsculas, que para serlo, no puede excluir a nadie.
A MANERA DE CONCLUSIÓN:
El contexto en el que se desarrolló el coloquio “Por una universidad sin transfobia”, confiere al evento una significación altamente cuestionable que alimenta la polarización y la fractura sociales. No obstante, esta significación podría ser trascendida, si las reflexiones que en él se desarrollaron fueran tomadas, no como LA última palabra, sino como un punto de partida para continuar con una discusión académica sobre la cancelación, y con un análisis del concepto de «identidad de género», que incluyera perspectivas críticas del concepto, posiciones diversas, o mejor aún, contrapuestas. Una discusión y un análisis que no solo serían legítimos, sino que, dada la importancia que en nuestros días ha adquirido esa práctica (la cancelación) asociada a ese concepto («identidad de género»), son ineludibles desde un punto de vista ético.
Sin embargo, parece haber un obstáculo para el cumplimiento de tan importante cometido.
“MI EXISTENCIA NO SE DEBATE”.
… es una afirmación imperativa que se escuchó en este coloquio acogido por el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, en varias ocasiones de varias maneras.
Es una afirmación que obliga a la empatía, pero también al asombro de quien, aquejado de Filo-Sofía, no podría dejar de analizarla con detenimiento.
Y en cualquier caso, debería de hacerlo antes de obedecer a su reclamo de acallar ciertas voces, antes de cancelar el diálogo universitario ¿tal vez sin percatarse de las graves consecuencias que ello tiene? Cuesta creerlo.
Nadie quiere debatir la existencia de nadie, se trata de otra cosa. ¿Hablamos?