Se celebraron las elecciones a las Cortes Generales en España, que darán inicio a la XV legislatura, y el resultado de las mismas ha sido tan desafortunado como los son las mismas candidaturas y los programas de los partidos con opción de poder. En lo que al feminismo respecta, ninguno cumplió con su deber constitucional y legal de respetar la Agenda Política de las Mujeres a las que resultan obligados por los compromisos internacionales y europeos adquiridos en la lucha contra la opresión y violencia hacia las mujeres, la mitad de la población, impuestas por la CEDAW, el Convenio de Estambul y la Conferencia de Beijing de la ONU, entre otros instrumentos jurídicos vinculantes para el Estado español y sus instituciones y autoridades.
El partido con la lista más votada está muy lejos de los 176 escaños que necesitaría para lograr la mayoría absoluta que le permitiría gobernar en solitario. Esta situación obliga a las fuerzas políticas con mayor opción de gobierno a negociar para lograr una coalición que, con la fragmentación y crispación del Parlamento, daría lugar a un nuevo ‘gobierno Frankenstein’, que podría ser tan monstruoso o peor de lo que ha sido el que ahora llegar a su fin.
Según los escrutinios, el Partido Popular ha obtenido los mejores resultados, logrando 136 escaños, y mejorando en 47 los obtenidos en las elecciones de 2019; y, sin lugar a dudas, es el partido que controla el Senado, al lograr 143 escaños, que le dan mayoría absoluta en la Cámara Alta. Pero, ni en coalición con VOX, el partido con el que a priori podría gobernar por afinidad, llega a la mayoría absoluta en el Congreso de Diputados.
Esta es una buena noticia, porque como hemos visto en las pasadas elecciones de mayo, allí donde el PP ha establecido alianzas de gobierno con VOX, ha terminado cediendo a las exigencias impuestas por sus socios, en detrimento de la calidad democrática de las instituciones, amenazando de forma específica los derechos de las mujeres y menores, de los que el PP tampoco es defensor. Igualmente, resulta positivo que la mejora de los resultados del PP haya sido a costa de VOX, que con 33 escaños, ha perdido 19 en estas elecciones. En todo caso, aunque es improbable, cabe la posibilidad de que el PP pueda pactar con otros partidos nacionalistas de la derecha que apoyen la investidura de Feijóo y le permitan lograr los 176 escaños, esto significa que tendría que hacer malabares para pactar con VOX (33 escaños) y con el PNV (5 escaños). Necesitando los votos de UPN (1 escaño) y de Coalición Canarias (1 escaño) para llegar al umbral del poder.
El PSOE, por su parte, se ha situado en la segunda posición de mejores resultados, logrando 122 escaños, que suman dos a los que logró en las pasadas elecciones. Y, aunque no ha sido la lista más votada, vuelve a ser el partido con mayores posibilidades de formar gobierno si logra pactar con el bloque de la otrora izquierda y los partidos nacionalistas que ya le dieron su apoyo en las pasadas elecciones. Para lograr la mayoría absoluta para gobernar, necesitaría pactan con SUMAR (31 escaños), ERC (7 escaños), EH BILDU (6 escaños), BNG (1 escaño), UPN (1 escaño), Coalición Canarias (1 escaño) y JxCAT-JUNTS (7 escaños). Lo anterior, sin descartar que el PNV vuelva a apoyar la investidura de Pedro Sánchez con sus 5 escaños.
Esto significa que la formación del próximo Gobierno de España dependería de partidos que pretenden obtener la independencia de España y que van a cobrar muy caro su apoyo a la investidura. ¿Ya vemos a Frankenstein?
¿Pero, qué es un ‘Gobierno Frankenstein’ y por qué deberíamos temer a estas alianzas?
Un ‘gobierno Frankenstein’ es el integrado o apoyado por fuerzas de distinta ideología, intereses y objetivos, que se unen para formar gobierno con el fin de sacar el mayor rédito político a su alianza, a expensas de la calidad democrática de las instituciones, del erario público (es decir, de la ciudadanía que paga impuestos) y del buen gobierno que se espera de las autoridades que ejercen el poder, comprometiendo y hasta socavando las bases en las que se fundamenta el Estado democrático de Derecho reconocido en la Constitución.
El resultado de esta clase de alianzas es un ente deforme y peligroso, construido con los votos en forma de retazos y jirones remendados, como el ser monstruoso de fuerza incontrolable e impredecible de la novela de Mary Shelley. Estas coaliciones constituyen un grave riesgo para la democracia, básicamente, porque al proceder de una fuerza política deforme y desequilibrada, sólo puede producir leyes de igual naturaleza, es decir, leyes que suelen ser grotescas y que pervierten la democracia y los valores y principios en los que ésta se funda.
Un ‘gobierno Frankenstein’ es el integrado o apoyado por fuerzas de distinta ideología, intereses y objetivos, que se unen para formar gobierno con el fin de sacar el mayor rédito político a su alianza, a expensas de la calidad democrática
En otras palabras, los gobiernos Frankenstein sólo producen leyes Frankenstein y configuran Estados Frankenstein, que nos conducen al caos, porque comprometen los avances políticos y sociales logrados con gran esfuerzo a lo largo de cuarenta y cinco años de democracia. En la segunda parte de este artículo veremos cómo el ‘gobierno Frankenstein’ de PSOE-UP ha pervertido el Derecho, deteriorando de forma sustancial los derechos de las mujeres y menores y criminalizando al feminismo.
Esta expresión utilizada para llamar al Gobierno presidido por Pedro Sánchez en la legislatura que termina, fue acuñada paradójicamente por el Secretario General del PSOE que le precedió, para referirse a lo que consideraba la entonces improcedente coalición de gobierno entre el PSOE, Podemos y otros partidos minoritarios de corte independentista. Alfredo Pérez Rubalcaba rechazaba esta clase de coalición por considerarla espuria y ajena al Partido Socialista, al estar integrada por fuerzas políticas que, más que unidas por el objetivo loable de procurar el bien común, estarían remendadas con fines oportunistas para beneficio particular, como un monstruo perverso e impredecible. Rubalcaba objetaba los ‘pactos Frankenstein’ entre socialistas, podemitas, comunistas, anticapitalistas e independentistas de diversa intensidad, por considerar que eran inviables en democracia, toda vez que un partido democrático como era el PSOE de la era presanchista no podía pactar con quienes “quieren romper aquello” que ellos quieren gobernar, refiriéndose a la ruptura de la unidad de la Nación española reconocida en la Constitución. Con buen criterio, Rubalcaba rechazaba los pactos y gobiernos ‘Frankenstein’ por estar viciados de inconstitucionalidad, ilegalidad e ilegitimidad, al perseguir fines espurios, ajenos a los valores democráticos previstos en la Constitución.
Considerando el resultado de las Elecciones Generales, la sucia campaña electoral que le precedió y el hambre de poder que tienen tanto los partidos mayoritarios con opción de gobierno, como los partidos minoritarios con representación en las Cámaras que les son necesarios, el Gobierno que podría formarse en uno y otro bloque del hemiciclo sería de corte ‘frankensteiniano’.
Por la experiencia que tenemos con el gobierno de Sánchez y sus socios, un ‘gobierno Frankenstein’ que revalidara el mandato de Pedro Sánchez sería catastrófico para la democracia y el Estado de Derecho español porque, según consta en su propio programa y los de sus socios, y las exigencias que éstos plantearían, tal alianza supondría per se la quiebra frontal de los fundamentos del Estado. Y como sabemos, al igual que el Dr. Frankenstein, Sánchez es un líder político que no se inhibe de emplear los medios que le hagan falta, para lograr los fines que se propone y que suele lograr, pese a las dificultades.
En todo caso, gane quien gane el trofeo de la Moncloa, con un ‘gobierno Frankenstein’ perdería el pueblo español en su conjunto, porque tanto el bloque de la otrora izquierda y los independentistas, como el bloque de la derecha, quien se hiciera con el Gobierno de la Nación, más que en defensa de los valores democráticos por los que deberían propender, se pondrían al servicio de sus propios Frankenstein, cada vez más sedientos de la cuota de poder que reclaman y que suelen comportar medidas contrarias a la Constitución.
Si el PP y el PSOE, los dos partidos con opción de poder, en verdad estuvieran al servicio de la democracia y los intereses generales de la población española, estarían dispuestos a negociar entre ellos para dejar que uno forme gobierno sin tener que recurrir a la asociación con fuerzas políticas que explotan su voto como moneda de cambio para lograr acuerdos inconstitucionales e ilegales.
De fracasar las negociaciones, se forzaría a la convocatoria de nuevas elecciones. Y aunque parece una opción más sana que la formación de un ‘gobierno Frankenstein’ ésta no es precisamente una buena noticia, porque estos comicios han costado al erario público, es decir, a la ciudadanía que paga impuestos, unos 220 millones de euros. Y no, no es porque la democracia sea cara, sino porque tenemos una clase dirigente tan mediocre, incompetente, crispada y tan poco honesta, que sólo nos queda la opción de elegir al partido o a la coalición de gobierno menos mala. Una democracia con mala salud, porque tiene pocas opciones para un buen gobierno, es problema que suele atraer a la formación de otras formas de gobierno no menos peligrosas o indeseables que los ‘gobiernos Frankenstein’. Entre todas las malas opciones que tenemos, quizás la manos mala sea la de convocar a nuevas elecciones que impidan la consolidación de la ‘frankensteinización’ de la política española.
Lo cierto es que violan la Constitución, y por tanto, carecen de legitimidad democrática, todos los partidos que pretenden la modificación sustancial del modelo de Estado social, democrático, de derecho y autonómico que tenemos, que se funda en la justicia, la libertad, el pluralismo político y la igualdad entre mujeres y hombres por la que propende el feminismo.
Por ello, son tan inconstitucionales los partidos que persiguen la independencia de sus regiones, como los que atacan al mismo corazón de la democracia, es decir, los que pretenden desmantelar los derechos de las mujeres, menores, homosexuales y la clase trabajadora, criminalizando al feminismo y amordazando a toda la sociedad para que no podamos criticar ni discrepar de las leyes que nos perjudican. Al romper la democracia y los valores que la sustentan, los ‘gobiernos y leyes Frankenstein’ carecen de legitimidad que ni las urnas pueden convalidar.
¿Queremos más democracia? Pues entonces necesitamos más feminismo, porque esto es el feminismo: el perfeccionamiento de la democracia. O como diría la maestra del feminismo español, Celia Amorós, “cuando se quiere la democracia se quiere el feminismo”.
El Nuevo Orden Mundial paranoico y psicótico, en el Siglo XXI, ha reducido el valor de la vida y en deformar deliberadamente la imagen del mundo real; Medidas que tienen por condición previa, la intimidación de la inteligencia; Imponiendo por la fuerza de la regresión cultural/educativa, la fijación a su infantilismo infantil psíquico (Freud), en una participación de delirio colectivo planetario total.
Osvaldo Buscaya (1939)
Psicoanalítico (Freud)
*Femeninologia
*Ciencia de lo femenino