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Sindicalismo feminista

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Es verano y Marta (nombre ficticio) mira su móvil pensativa. No hace mucho se afilió a un nuevo sindicato, un sindicato joven que surge de un nutrido grupo de trabajadoras y trabajadores que vienen huyendo de otro sindicato con una amplia historia que parece no haberse enterado de que en los últimos 40 años las mujeres hemos alcanzado derechos que no estamos dispuestas a permitir que nos los arrebaten. Las mujeres de la Red de la Clase Trabayadora, que es como se llama el nuevo sindicato, para evitar que suceda lo mismo que ocurrió en la anterior organización, deciden estructurarse desde el principio para llegar a acuerdos y comenzar a trabajar de manera eficiente con el fin de que el sindicato haga acción sindical feminista.

Marta ve una convocatoria de asamblea de mujeres en su dispositivo y piensa en qué hacer con su hija de cinco años, porque es verano, ya no hay clases y no tiene con quién dejarla y cree importantísimo estar en esa actividad y formar parte del grupo de mujeres. Las mujeres que se lo pueden permitir, en cualquier ocasión que necesiten, solo tienen que abrir su cartera y pagar una canguro, ludoteca… que haga ese trabajo por ella. Ese trabajo. De eso se trata. Marta decide acudir a la reunión sindical con su hija, porque a la mujer de la clase trabajadora no le queda otra. Esta historia es real, aunque hayamos cambiado el nombre de su protagonista para respetar su intimidad.

La situación de la mujer de la clase trabajadora, mujer trabajadora a partir de ahora, ha sido ampliamente descrita por decenas de ilustres del feminismo y del movimiento obrero y se puede resumir en pocas palabras: una precariedad laboral con una alta brecha con respecto al varón en lo que se refiere al trabajo remunerado y una esclavitud absoluta sin apenas reconocimiento alguno en lo que se refiere al trabajo no remunerado, que le supone una doble jornada con una mitad que no conoce ningún derecho: vacaciones, descanso semanal, baja laboral, jubilación…

Esta es la realidad de la opresión que el patriarcado necesita para seguir funcionando. Opresión sin la que un sistema milenario se tambalea ría y caería sin remedio. De nada servirán las luchas ni los avances para ir haciendo desaparecer otras opresiones como las que se dan en el mundo del empleo remunerado en todo el mundo, si no se arrancan las raíces de esa otra que sostiene todo el sistema.

Cuando la mujer trabajadora acude al sindicalismo para solucionar su situación precaria se encuentra, por lo general, con diferentes circunstancias y ninguna es del todo favorable. Centrándonos ya en la realidad laboral más cercana, que es la del estado español, puede acudir, por ejemplo, a alguno de los sindicatos vendidos al capital hace décadas que son los que disponen de mejores estructuras y recursos. En este caso encontrará, en el mejor de los escenarios, solución a una pequeña parte del entramado opresor en el que se encuentra atrapada como mujer trabajadora. Pero también podría acudir a otro tipo de sindicato: un sindicato alternativo, con tanta historia como los otros, pero que aún no se ha vendido al capital o surgido como repulsa a ese sindicalismo oficialista que lleva décadas vendiendo a las personas trabajadoras en este país.

Cuando la mujer trabajadora acude al sindicalismo para solucionar su situación precaria se encuentra, por lo general, con diferentes circunstancias y ninguna es del todo favorable.

Es muy posible que, en ese caso, encuentre respuesta a más de una de las situaciones que la oprimen. Acudirá a alguna asamblea con otras trabajadoras de su empresa para plantear acciones sindicales que terminen con la brecha, explotación, precariedad de ese empleo altamente feminizado del que no se ocupan las organizaciones sindicales mediáticas de cuyas siglas no queremos acordarnos.

Puede ocurrir que organicen una huelga y otras movilizaciones e incluso que logren mejoras y que sus demandas sean atendidas. Pero en las asambleas observó cómo eran uno o dos hombres los que dominaban la comunicación y dirigían todo el discurso. Incluso puede pasar que tiempo después se entere de que la chica que estaba sentada al lado de uno de ellos en silencio y mirando al suelo todo el tiempo denunció a su pareja, el hombre que encabezó toda aquella acción sindical, que ahora tiente una orden de alejamiento.Y, para finalizar, podría ser que la mujer trabajadora diera con un sindicato nuevo, concienciado con la situación de la mujer, donde se sintiera segura en un espacio no mixto, donde sepa que encontrará respuesta a sus necesidades en lo que se refiere al empleo remunerado con mujeres en igualdad de condiciones y sin ningún hombre coaccionando y reprimiendo a ninguna compañera, pero que tenga que ir con su hija pequeña a las reuniones, trabajando mientras hace acción sindical, porque para ese trabajo nadie se ha planteado que también debería haber horas sindicales.

Algunas feministas llevan tiempo planteándose la posibilidad de crear un sindicato feminista. No es mala opción para reivindicaciones concretas y pequeños logros. La mujer que acudiera a un sindicato feminista también tendría con quién dejar su criatura, ya que la organización sindical dispondría de servicios de guarderías atendidos por voluntarias para esos y para otros casos. Posiblemente ese sindicato feminista también organizaría servicios de ayuda a domicilio para descargar del trabajo esclavo a algunas mujeres y tendría un amplio acervo de acciones sindicales para lograr mayor liberación en el empleo remunerado de las personas en aras de la manida conciliación. Estaríamos hablando, en última instancia, de un feminismo sindicalista.

Algunas feministas llevan tiempo planteándose la posibilidad de crear un sindicato feminista. No es mala opción para reivindicaciones concretas y pequeños logros.

Pero el cometido sindical es una acción política que va mucho más allá de la vigilancia y la lucha por los derechos de las personas trabajadoras, aunque esta sea la base de su labor. El sindicalismo tiene un fin revolucionario, que, según las corrientes, puede o no complementar otra actividad político-revolucionaria, cuyo fin es la emancipación de la clase trabajadora. Esa es la razón por las que muchas personas apostamos por un sindicalismo de clase, donde convivamos personas de diferentes sectores y compartamos toda la problemática que afecta a la clase trabajadora en sus conjunto. Creemos que no debemos caer en la jugada maestra del capitalismo para terminar con el sindicalismo de difuminar la lucha trabajadora en multitud de pequeños sindicatos sectoriales que perderán el eje imprescindible de la conciencia de clase.

A esta dinámica sindicalista se le puede y se debe aplicar perspectiva feminista. De ahí surgiría un sindicalismo feminista, tan necesario como un movimiento antirracista feminista, un ecologismo feminista y hasta un marxismo, anarquismo, comunismo… feminista. El feminismo no es la cuidadora de todos los movimientos y no debe diluirse en una interseccionalidad que puede desdibujar para siempre el sujeto político del feminismo. El feminismo no debe ocuparse de la lucha sindical, sino que el sindicalismo debe adoptar una perspectiva feminista. El feminismo ha de ser transversal, no interseccional.

El feminismo no es la cuidadora de todos los movimientos

Un sindicato de clase con perspectiva feminista, tendría presente que todas las opresiones y desigualdades tienen su origen en la opresión de la mujer y no solo dejaría un espacio seguro no mixto para que las mujeres puedan organizar su lucha, sino que también adoptaría un protocolo interno para desterrar las herramientas patriarcales de sometimiento que son todas las violencias a la mujer en sus múltiples formas. Un sindicato de clase con perspectiva feminista se ocuparía de cambiar la situación de los empleos altamente feminizados, de terminar con la brecha salarial, de obligar al estado a hacer una inversión pública que socialice el trabajo gratuito de mantenimiento, higiene y atención a personas dependientes que hacemos las mujeres desde hace muchos miles de años para el sistema…, pero también y sobre manera de concienciar a todos sus afiliados varones de que forman parte de una clase sexual privilegiada y de que han de renunciar no solo a sus privilegios, sino también a las formas en que el sistema ha ideado para que se mantengan, como esos constructos sociales que son la masculinidad y la feminidad con todos sus males asociados.

Las que sabemos que un partido político feminista ha de tener un programa que incluya mucho más que la agenda feminista, debemos pensar que un sindicato feminista es aquel que aplica la perspectiva feminista a su acción sindical y aporta desde esta lo que pueda a la agenda feminista.

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