El robo de nuestros pechos

Isabel Ilzarbe
Isabel Ilzarbe
Historiadora
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Cada vez que una mujer famosa muestra sus pechos salta la misma polémica: ¿mostrar los senos, las tetas, es un acto reivindicativo? Buena prueba de ello es lo que está pasando en redes sociales y grupos de Telegram y Whatsapp en los que se discute si los de Amaral reivindicaban algo o solo servían al mismo sistema que nos oprime como mujeres. Y podría parecer que la respuesta es sencilla: en un mundo que nos hipersexualiza, el simple hecho de mostrarlos no va más allá de una performance vacía.

Sin embargo, como historiadora hay algo que me chirría. Contamos con estudios de grandes profesionales, como María del Carmen García Herrero (El cuerpo que subraya: imágenes de autoridad e influencia materna en fuentes medievales, 2003; Ostentatio Mammarum: potencia y pervivencia de un gesto de autoridad materna, 2010), que nos hablan sobre la Ostentatio Mammarum, la ostentación de las mamas como gesto de poder femenino.

En pocas palabras, se trata de un gesto que se realizaba en momentos de extrema necesidad por la urgencia de la situación, con el que las mujeres mostraban su autoridad a sus hijos, a los soldados o a cuanto hombre fuera necesario para refrenar sus actitudes dañinas. La idea de fondo es que con esta ostentación de sus mamas las mujeres hacían valer su autoridad, ya que esos hombres a los que se dirigían debían la vida a esos pechos que les habían amamantado (sea de forma literal o simbólica).

La literatura cuenta con varios ejemplos, algunos tan antiguos como el episodio de la Ilíada en el que la reina troyana Hécuba recurre a mostrar sus pechos desnudos a su hijo Héctor para evitar que se enfrente directamente a Aquiles. También en La ciudad de las damas de Christine de Pizan encontramos un pasaje similar, en el que Lilia recurre a esta performance para que Teodorico abandone el campo de batalla. Incluso contamos con representaciones del episodio neotestamentario de la matanza de los inocentes en la que las madres muestran sus mamas para evitar que maten a sus criaturas. Más aún, contamos con documentos medievales en los que se documenta esta práctica fuera de la literatura, entre grandes damas.

Este gesto que un día fue de poder y autoridad femenina se presta hoy a interpretaciones muy alejadas de lo que fue. Mostrar los pechos es hoy interpretado como una forma de sexualización de la mujer, hecho que podemos atribuir a la consideración como casi parte de nuestros genitales propia de siglos mucho más cercanos a nosotros que la Edad Media en todo su conjunto. ¿Cabe alguna duda de que el puritanísimo siglo XIX tiene mucho que ver con esto? ¿O que la revolución sexual de mediados del siglo XX tampoco ayudó a deserotizar el desnudo femenino? Y aún así, si solo nos quedamos en estos momentos históricos no acertamos a señalar el momento en el que nos robaron el poder simbólico de nuestros pechos: la normativa posterior al Concilio de Trento, que acabó con este tipo de representaciones. Y nos podríamos preguntar por qué, pero la respuesta es mucho más sencilla de lo que nos podemos imaginar, y está muy relacionada con otras disposiciones tridentinas, como la clausura de las monjas: se trata de un gesto de poder y autoridad del sexo más inclinado al pecado y de menor capacidad de juicio, tal y como se defendió en el discurso eclesiástico desde sus orígenes. Por tanto, no iban a permitir la reproducción de semejante provocación.

A partir de ese momento, la carga simbólica de este acto se desdibujó hasta quedar casi perdido en las nieblas de la historia. Tantos siglos después de que nos arrebataran el simbolismo de nuestros pechos como fuente de autoridad seguimos en las mismas. Un pecho femenino desnudo es fuente de polémica, de enfrentamiento e incomodidad incluso en el propio movimiento feminista, que tiende a renegar de él como reivindicación al considerarlo una performance vacía de significado (¿desde cuándo las performances han perdido el carácter reivindicativo y el poder de la protesta?).

Es cierto que unas tetas al aire, sea en el Sonorama o en una de las acciones de Femmen, no van a servir como solución mágica de los problemas que trata de combatir el feminismo abolicionista. No obstante, visto lo expuesto y como historiadora feminista, ¿desde cuándo hemos renunciado a la recuperación de los elementos simbólicos sobre el poder femenino que el patriarcado más rancio nos ha robado? ¿No deberíamos darle una vuelta a la Ostentatio Mammarum, en tanto que permite combatir la hipersexualización que sufrimos? Al fin y al cabo, la Historia con perspectiva feminista nos dice mucho sobre cómo hemos llegado a donde hoy estamos y quiénes nos han situado donde estamos. Mucho más de lo que creemos.

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Comentarios

  1. Es Delito de Lesa Humanidad el enriquecimiento en la gestión gubernativa de los “representantes”, el fraude sobre el Estado, el abuso sobre la niñez, la trata, el proxenetismo, el travestismo y sus consecuencias, como toda violencia de género.
    “Las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema, donde lo masculino sigue siendo la ley”. Osvaldo Buscaya
    a) {Este gesto que un día fue de poder y autoridad femenina se presta hoy a interpretaciones muy alejadas de lo que fue. Mostrar los pechos es hoy interpretado como una forma de sexualización de la mujer, hecho que podemos atribuir a la consideración como casi parte de nuestros genitales propia de siglos mucho más cercanos a nosotros que la Edad Media en todo su conjunto.}
    Pues, la objeción principal contra mi teoría de una irresoluble perversión del varón será, quizá, la de que tal conducta masculina, tan frecuente, sería un exagerado error siendo en realidad, el varón, “destinatario” de una actitud “ejecutiva” socialmente aceptada. Así, pues, su aparición en los casos de ejercer sometimiento, abuso, violación, femicidio, etc., no probarían su cualidad perversa. A esta objeción he de responder, en primer lugar, que dada la extraordinaria frecuencia reconocida de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal, en la resolución de “conflictos” y especialmente a través de una evolucionada destrucción del oponente, no era de esperar el descubrimiento de un factor que sólo raras veces se diese; en segundo, que el hecho de descubrirse en una investigación etiológica el factor etiológico con mayor frecuencia que su efecto, constituye precisamente el cumplimiento de un postulado de patología, ya que para que dicho efecto se produzca pueden ser precisas otras condiciones – propensión, agregación de la etiología específica, apoyo de otras influencias innocuas de por sí – y por último que la detallada “clasificación” de casos de pederastias, violadores, etc., a la emergencia de la perversión del varón demuestra inequívocamente su irresolución y ambigüedad sexual. Sabemos muy bien que, con la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón, no he descubierto nada nuevo, sino algo conocido incluso por la cultura escolástica; pero esta última ha hecho como si lo ignorase, evitándose deducir con ello conclusión alguna. La situación del proceso edípico del varón y la consecuencia del real temor a la castración con un enlace al “repudio” recaído sobre la mujer, como objeto desvalorizado “sufre” las alternativas de la represión de estos sucesos infantiles. Se impone así en la constitución de estos recuerdos infantiles un particular orden donde hay dos fuerzas psíquicas; una de las cuales se basa en la importancia del suceso para querer “efectivizar” la acción sobre el objeto repudiado: lo femenino, mientras que la otra – una resistencia – se opone a tal propósito. Estas dos fuerzas opuestas no se destruyen, ni llegaría tampoco a suceder que uno de los motivos venza al otro – con pérdidas por su parte o sin ellas –, sino que se origina un efecto de transacción.
    Desde la imposición de la Inquisición al Siglo XXI, el feminismo debe derrotar total y absolutamente al transexual ecuménico perverso patriarcado, irresoluble ambiguo sexual que satisface su sadismo, sobre la mujer considerada como mero objeto de uso, en el abuso, la violación, la pedofilia, el feminicidio.
    La irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón, responde a lo emergente de asociaciones originadas en las fases oral, sádico anal y fálica; un curso inevitable que la civilización patriarcal no está dispuesta a alterar. El complejo de castración predomina guiando al varón desde la horda primordial, donde la “rebelión”, habría trasladado el poder a la “comunidad”, pero de los machos. Éste juego “democrático” se justifica y está basado en el acatamiento a la ley del “padre”; macho primordial. En éste “balbuceo”, sobre una situación milenaria de sometimiento patriarcal, el feminismo, que deberá tomar el poder sobre el varón, nos presenta un lineamiento positivo en el sentido de la vital y absoluta claridad de contemplar lo esencial de la fase oral, sádica anal y fálica en la educación del infante. Educación bajo el control absoluto de la mujer.
    Un penoso “conflicto” que la mujer padecería sería; ¿Cómo admitir que el patriarcado es el padre, el hermano, el compañero, el dirigente, el ecuménico, etc., y que en esta regla no habría excepción?
    Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.
    El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
    “El feminismo es única y absolutamente la mujer”
    Un travesti o un trans; no es una mujer
    El discurso de la acción femeninológica, de mi ciencia de lo femenino (Femeninologia), expone al varón frente a aquello que ha silenciado en el pasado; el fundamento agresivo que encubre con su hipócrita moral y ética patriarcal, que se demuestran insostenibles en el presente.
    Buenos Aires
    Argentina
    17 de agosto de 2023
    Osvaldo V. Buscaya (1939)
    Psicoanalítico (Freud)
    *Femeninología
    *Ciencia de lo femenino

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