Las relaciones de pareja se establecen inicialmente bajo premisas de confianza, con aspiraciones de continuidad, como estrategia de apoyo emocional y cuidado mutuo.
Cuando estamos en una relación de pareja y somos tratadas como si fuésemos sirvientas, cuando no podemos disponer del dinero libremente, cuando nos insultan, cuando nos amenazan con los hijos, cuando nos chantajea con suicidios.
Cuando nos hacen sentir inferiores, cuando nos humillan, cuando nos ignoran, cuando no nos contestan, cuando existe la obligación por amor de conocer los sentimientos del otro, aunque no los verbalice.
Cuando no somos escuchadas y cuando somos desautorizadas, cuando no emitimos ciertas opiniones por temor a represalias, cuando nos vemos dando explicaciones de a dónde vamos y de dónde venimos.
Cuando insistentemente quieren conocer el más íntimo de nuestros pensamientos como prueba de amor, cuando se niegan a la negociación justa, cuando no respetan tiempos, espacios, actividades, amistades e incluso creencias.
Cuando no asumen las responsabilidades, cuando no se distribuyen las tareas domésticas, cuando no se pueden expresar los propios sentimientos, cuando no se toman las decisiones que afectan a ambos de forma compartida y no se asegura que los acuerdos beneficien a los dos … estas en una relación violenta (o si te resulta más suave una relación abusiva).
En realidad hablamos de una violencia que se basa en el mantenimiento del control por parte del violento sobre tus valores, tus espacios, tus referentes, tus tiempos, tu economía e incluso tus expectativas.
Parafraseando el Manual de la Guerra de Baja Intensidad de los EU, es la guerra de desgaste que persigue “tomar el territorio emocional, hacerse con trozos de la estructura psíquica”.
Por eso, entendemos que es fundamental que aprendas a detectar los comportamientos violentos sutiles que actúan no solo en el plano de lo público, sino también en lo privado y en lo íntimo.
Pero esta no puede ser una misión individual. Prevenir es tarea colectiva. Para prevenir, es urgente modificar la estructura social que fomenta los desprecios concretos y los simbólicos. Para prevenir, es urgente transformar un sistema que mantiene en ámbitos de la vida social y económica desigualdad o exclusión. Es tarea colectiva porque se trata de combatir todas las discriminaciones que actúan como la perversa rutina encargada de generar tolerancia social a una violencia intolerable, sea esta de “alta” o “baja” intensidad. Por eso, este es un mensaje para mujeres maltratadas… y para ti.